La pandemia de COVID-19 se encamina, según todas las evidencias, hacia su fase final, pero ha dejado un saldo traumático. Sus efectos aún se perciben en las secuelas a largo plazo de aquellos que sufren la enfermedad persistente, cientos de miles de personas han perdido a seres queridos, y el estrés ha sido indudable, especialmente entre quienes se enfrentaron en primera línea a la crisis sanitaria.
Sin embargo, en contra de lo que se tiende a pensar y la intuición sugiere, la pandemia se ha cobrado un precio limitado a nivel de salud mental en términos generales. Según una amplia revisión de estudios que publica The BMJ, no se ha registrado un empeoramiento significativo en comparación con la época prepandemia.
El estudio ha sorprendido a los propios investigadores de las universidades de Toronto, McGill, McMaster, y otras entidades colaboradoras. Para su revisión, se seleccionaron 137 estudios de todo el mundo, que involucraron a 134 cohortes de participantes. La mayoría de los estudios procedían de países con ingresos altos o medios, alrededor del 75% de los participantes eran adultos y el 25% restante eran niños y adolescentes de entre 10 y 19 años.
A pesar de los miles de dramáticos testimonios de personas que sí han quedado con síntomas de problemas salud mental que no padecían antes de la pandemia, esta revisión indica que dichos cambios habrían sido de mínima entidad a nivel de población general. Las alteraciones se mantendrían bajas en total pero también a nivel de grupos específicos, independientemente de la edad, sexo, condiciones médicas o condiciones de salud mental previas.
Según Brett Thombs, profesor en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad McGill e investigador principal en el Instituto Lady Davis del Hospital General Judío de Montréal, "la salud mental en la COVID-19 tiene muchos más matices de lo que la gente cree". Dicho de otro modo, hemos sido mucho más resilientes de lo que muchos suponían.
Asi, según declara el autor principal del estudio, "las afirmaciones sobre el deterioro significativo de la salud mental de la mayoría de las personas durante la pandemia se han basado principalmente en estudios individuales, que son realmente 'instantáneas' de una situación, lugar y momento particular. En general, no implican comparaciones a largo plazo con lo que existía antes o lo que sucedió después".
Como hallazgos generales, se llegó a las siguientes conclusiones:
- Entre los estudios en población general no se habrían detectado cambios en la salud mental general o en los síntomas de ansiedad.
- Los síntomas de depresión empeoraron mínimamente en adultos mayores, estudiantes universitarios y personas que se identificaron a sí mismas como pertenecientes a un grupo minoritario sexual o de género, pero no para otros grupos.
- Para los padres y madres, sí se detectó que los síntomas generales de salud mental y de ansiedad en particular empeoraron, aunque estos resultados se basaron solo en una pequeña cantidad de estudios y participantes.
- Los hallazgos serían consistentes con el estudio más grande sobre suicidio durante la pandemia. Tras incluir datos mensuales de fuentes gubernamentales oficiales sobre casos de suicidio en 21 países desde el 1 de enero de 2019 o antes y el 31 de julio de 2020, no se detectaron evidencias de un aumento estadísticamente significativo en ningún país o región. Sin embargo, sí se produjeron disminuciones estadísticamente significativas en 12 países o regiones.
Efecto desproporcionado en mujeres
Los investigadores también destacan, por otro lado, el efecto desproporcionado que tuvo la pandemia sobre los síntomas de algunas mujeres: empeoramiento de salud mental general, ansiedad y depresión. En este caso, aunque no fueron mayoría ni de forma general, los investigadores sospechan que pudo deberse a múltiples responsabilidades familiares, trabajos en el cuidado de la salud de personas mayores, y en algunos casos a la violencia machista.
"Esto es preocupante y sugiere que algunas mujeres, y algunas personas en otros grupos, sí habrían experimentado un empeoramiento y y necesitarían acceso continuado a servicios de salud mental". Los investigadores analizan ahora qué pueden hacer los gobiernos y las agencias de salud para garantizar el acceso a datos de salud mental más actualizados y de mejor calidad, para poder recopilar información que permita redirigir los recursos de salud mental hacia las personas que más lo necesiten.