La vitamina D suele ser un tema recurrente en la actualidad médica por la importancia que tiene para el organismo. Si bien, es relevante incidir que grandes investigaciones han demostrado que emplearla como suplemento no es la panacea que muchos anuncios prometen, sí que hay evidencia científica que prueba sus beneficios cuando se trata de déficit. Es el caso de un nuevo trabajo, que cuenta con participación española, y que avala la eficacia de la suplementación en mujeres posmenopáusicas que presentan este problema.
La posmenopausia es la tercera y última fase del climaterio de las mujeres, en la que la producción de estrógenos se afianza a la baja y tienen lugar una serie de consecuencias hormonales, entre las que se encuentra un potencial déficit de vitamina D. Esto sucede porque dicha molécula, en realidad, es una prohormona —precursora de una una hormona—, baja y resulta deficitario su papel en diferentes aspectos, como la mineralización de los huesos.
"Realmente, no es una vitamina, sino un sistema hormonal complejo, que para tener concentraciones adecuadas bastaría con una adecuada exposición solar y una ingesta de alimentos suplementados", confirma a EL ESPAÑOL Esteban Jódar Gimeno, jefe de Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid, Hospital Universitario Ruber Juan Bravo y Hospital Quirónsalud San José.
"Como ninguna de estas cosas es lo habitual en España, vemos este problema con gran frecuencia entre la población y, especialmente, en la población de mayor edad y mujeres posmenopáusicas", puntualiza el profesional.
Beneficiosa y segura
Por lo común del problema en este último grupo poblacional, las mujeres posmenopáusicas se han convertido en la diana perfecta para comprobar si la suplementación con vitamina D puede ser beneficiosa y segura a largo plazo, como así ha revelado la reciente investigación, en la que él mismo ha participado.
El estudio, que ha contado con un grupo de 18 expertos de diez centros distintos repartidos entre España e Italia, midió además la administración de dos tipos de compuestos utilizados para tratar el déficit de vitamina D: calcifediol y colecalciferol. El primero demostró ser más eficaz y con comparable eficacia a largo plazo.
"El calcifediol tiene menor afinidad por la grasa y más afinidad por el agua, lo que hace que su absorción no dependa de la linfa y sea más directa en el intestino, presentando menor riesgo de ser captado por el tejido graso", aclara Jódar, que prosigue: "Eso lo que hace es que el calcifediol se absorba de manera más rápida y más homogénea en relación con el colecalciferol".
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Así, las mujeres que recibieron 0,266 mg de calcifediol al mes, durante un año, en detrimento de aquellas que sólo lo recibieron cuatro meses y el grupo que probó el colecalciferol, mostraron al finalizar concentraciones estables y sostenidas de vitamina D, sin problemas de seguridad asociados.
Esa última aclaración es importante, porque la suplementación con vitamina D no es un tema que deba tomarse a la ligera. Como el propio Jódar aclara, "la suplementación no debe ser universal, aunque sí a largo plazo" y, aunque no hay evidencia de que suponga un riesgo para la salud, en algunos casos, los suplementos de calcio y vitamina D tomados fuera de las comidas —y siempre atribuido más bien al calcio— se han asociado a mayor riesgo de litiasis, una enfermedad crónica caracterizada por la formación de cálculos en el aparato urinario. "En general, las dosis que utilizamos, tanto de calcifediol como de colecalciferon suelen ser seguras y sin efectos secundarios conocidos", tranquiliza el médico.
Los valores óptimos
Aun así, la suplementación debe quedar reservada para aquellas personas que presenten un déficit. "El objetivo es conseguir valores normales de 25 hidroxivitamina D en sangre, que es el reservorio del sistema. Esos valores normales se considera que están, al menos, por encima de 20 nanogramos/ml y, óptimamente, por encima de 30 nanogramos/ml", prosigue el doctor.
Las personas que se encuentren por debajo de dichos valores tienen más riesgo de sufrir distintos problemas de salud, algunos de los cuales expone Jódar: "Van desde los más conocidos, como enfermedad ósea metabólica u osteoporosis, hasta enfermedades cardiovasculares, inflamatorias e, incluso, algunos tumores".
Conviene recordar que, entre los individuos que se encuentran en riesgo de sufrir deficiencia de vitamina D, además del grupo estudiado en el trabajo de Jódar, están aquellos que habiten en lugares con poca exposición al sol y los que sufran de restricciones dietéticas que restrinjan alimentos ricos en vitamina D, como los intolerantes severos a la lactosa, celíacos y aquéllos con malabsorción o
enfermedad inflamatoria intestinal.
Para aquellos que no tengan estos problemas, siempre es reseñable que pueden implementar una suplementación de vitamina D dietética, es decir, a través de los alimentos que son ricos en ella. El aceite de hígado de bacalao, el pescado azul (sardinas, atún, caballa, salmón, etc.), el marisco, los huevos, los lácteos, las setas, el aguacate o el germen de trigo son algunos de los alimentos que recomiendan los especialistas.
"Realmente debiera tomarse alguna medida de este tipo desde el punto de vista de salud pública para recomendar la suplementación de vitamina D en alimentos de consumo común, como pueden ser la leche o aquellos alimentos más empleados en el desayuno", coincide Jódar, que insiste en su mensaje: "No se trata de una suplementación que haya que dar de modo sistemático, sino de un sistema hormonal en el que la mayoría de la población es deficiente y que hay que tratar de forma adecuada para corregirlo".