El día en el que David Callejo comenzó a trabajar en un hospital le explicaron que su objetivo como anestesista era que nadie recordara su nombre, pero –¡sorpresas de la vida!– ha terminado con un perfil de Instagram con más de 315.000 seguidores. "Si todo va bien en una operación, nadie se acuerda del anestesista; los bombones y los agradecimientos son para el cirujano", explica este médico del servicio de Anestesiología Pediátrica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Los anestesistas son los que mantienen con vida a las personas que pasan por quirófano y Callejo lamenta que sólo reparemos en ellos cuando se produce alguna incidencia. Su trabajo "consiste en horas de aburrimiento, minutos de estrés y segundos de pánico", tal y como escribe en su libro Lo primero, la vida (Planeta, 2022). Pero entonces, ¿por qué se le ocurrió dedicarle tantas horas de su vida a este trabajo? Callejo reconoce que le parece una especialidad realmente bonita y que aporta una visión completa del paciente.
De todas formas, el día a día de este médico de 34 años no sólo se reduce a administrar anestesias, evitar que el paciente fallezca en plena operación, reanimarlo y lidiar con horarios intempestivos. Si a alguien le parecía poco, Callejo también procura contenido para su perfil de Instagram, graba su podcast ¿Ciencia o evidencia? para Podimo, atiende a medios de comunicación y ya cuenta con un libro que reconoce que ha sido un éxito en el primer año desde su publicación.
¿Cómo te apañas para trabajar de anestesista y divulgar en internet?
A ratos es un infierno (ríe). No, hombre no, en el fondo estoy encantado. Yo soy anestesista y cuando entras en quirófano, no sabes cuándo sales. Hoy estoy en alerta de cirugía cardíaca: hemos practicado la operación programada a las ocho de la mañana, a veces duran entre 12 y 14 horas, pero la de hoy ha sido un poco más corta. Luego nos vamos a casa, pero nos pueden llamar en las próximas 24 horas por si pasa algo.
Vamos, que en cualquier momento podrías salir disparado.
(Ríe) Bueno, no. He avisado para que un compañero me cubra durante este ratito.
No sólo eres anestesista, sino que estás especializado en niños, ¿es duro trabajar con estos pacientes?
Realmente la parte más bonita es trabajar con niños. Puedo anestesiar tanto a adultos como a niños, pero me superespecialicé en anestesiología pediátrica. Es verdad que hay momentos muy duros porque tenemos pacientes con cardiopatías congénitas, de oncología, de unidades del dolor crónico, con amputaciones o enfermedades raras, pero, a pesar de todo este drama, es la parte más bonita.
Cuando un niño evoluciona bien es más agradecido que un adulto, en el sentido de que se recupera mejor. A un niño puede estar muy grave y en cuestión de días estar jugando y haciendo una vida normal. Siempre me han gustado los niños, me gusta que me cuenten sus cosas y me interesa mucho lo que cuentan antes de las operaciones.
¿Cómo empezó lo de las redes sociales? Ahora te conocen como el médico influencer y saliste en una lista de Forbes.
Sí, he salido en la lista de Forbes de los mejores influencers, pero intento evitar este término. Mi madre siempre me recuerda que tengo la carrera de Medicina, cuatro años de especialidad, una tesis doctoral, dos años de superespecialidad, miles de guardias... que me llamen influencer significa que algo he hecho mal.
Lo de las redes sociales empezó porque trabajaba en una academia con alumnos que preparan el MIR y tanto ellos como la academia me incitaron a abrir una cuenta. Al principio los hacía sin ningún afán, sólo para dejar claros algunos conceptos médicos y que los estudiantes lo tuvieran a mano. Sólo me seguían médicos, enfermeros y estudiantes de la sanidad.
En la pandemia empecé a hacer vídeos de divulgación para el gran público y la cuenta cambió mucho. Empezó a entrar gente que no era personal sanitario y adaptamos el mensaje para que lo entendiera todo el mundo.
O sea que el boom se produjo en la pandemia...
Durante la pandemia vivimos el boom de la divulgación de la salud, que ya era bastante buena. Tenemos muy buenos divulgadores científicos en España. En ese momento nos dimos cuenta de que la investigación podía cambiar nuestra vida, que hubiera una vacuna, y mi cuenta creció bastante.
¿Y qué fue lo que no vimos de tu vida en esa pandemia?
En la pandemia el hospital funcionaba de una manera muy sencilla: sólo veíamos covid, el resto si no eran emergencias no se veía. La rutina es que venía un paciente con covid –el resto se redujo al máximo– por urgencias, si estaba más o menos bien iba a casa y si estaba mal lo ingresábamos. Si estaba muy mal nos llamaban a la unidad de críticos, donde trabajé yo, para que valoraramos si ese paciente se merecía una unidad de críticos, si se le intubaba y se le hacían medidas más extremas.
Recuerdo días de absoluto horror, te pedían que subieras a valorar a un paciente, pero eran diez y te quedaban tres camas. Tenías que elegir a qué paciente le dabas la oportunidad. Pasamos de operar pacientes de 90 años con aneurismas utilizando todos los recursos posibles para intentar salvarle, a en 15 días estar en situación de plantear para qué pacientes había cama y para quién no.
Fueron momentos duros, yo no me quedé con trauma, pero muchos compañeros se han quedado tocados después de la pandemia porque se vivieron momentos muy malos de mucho miedo. Yo siempre voy en moto, pero un día después de la peor guardia de 24 horas que he pasado en la que no quedaban camas en la unidad de críticos decidí no hacerlo. No por evitar un accidente en sí, sino porque si lo tenía no había camas en el hospital.
Normalmente usas tus redes para solucionar dudas de tus seguidores...
Sí, a mi me gusta interactuar con la gente y ver las dudas que hay en la calle. También hago vídeos cuando surge una noticia de medicina, como el brote de botulismo en pacientes operados en Turquía, pero suelo poner una caja para que los seguidores me manden sus preguntas de salud. Las que me parecen importantes las voy comentando y me viene bien porque a veces pienso que son cosas que sabemos todos, pero me doy cuenta de que no. Sigue haciendo falta hacer divulgación.
He visto que a esa caja llega de todo y que tú te atreves con todo...
Souy de los que piensa que se puede hablar de todo desde la evidencia científica. Me han preguntado hace poco por el beso negro (una práctica sexual en la que se lame el ano de una persona) y al final hay un grupo de población que lo practica y quiere saber si es una práctica segura o no. Hice una encuesta sobre él y la gente no sabía bien los riesgos. Desde la evidencia científica intento contestar a todo; y todo es todo.
¿Cuál es la consulta que más te ha impactado?
Lo que más preguntan son dudas de tipo sexual y hay de todo: desde si por el sexo oral te puedes quedar embarazada –sí, todavía se pregunta a veces–, hasta si después de la vasectomía se puede seguir teniendo erecciones y eyaculaciones. Son cosas que, como sanitario, pensaba que estaban muy claras, pero la población necesita divulgación.
Una de las preguntas más curiosas que recuerdo que me han hecho es que por qué los pedos huelen más debajo de la ducha. Pues resulta que hay un estudio científico (ríe). Resulta que los vapores de agua de la ducha mejoran el sentido del olfato. Vamos, que aumenta tu capacidad de oler, pero el pedo huele igual. También pasa con el olor de las colonias y los geles.
Tendrás que pasar mucho tiempo estudiando...
Justo, muchas no me las sé. Me suenan, pero tengo que buscar bibliografía y eso me sirve para estar actualizado.
Publicaste hace un año tu libro Lo primero, la vida. Al ver tus redes me esperaba un manual de medicina, pero son experiencias propias, ¿por qué lo llevaste por ahí?
Es verdad que se planteó hacer un manual o un atlas de medicina interna con mis explicaciones sencillas, pero es verdad que para el primer libro me pareció mejor contar mis experiencias personales. Se dice que los médicos salvamos la vida de los pacientes, pero yo quería contar cómo las conversaciones con pacientes me han ayudado a mi en mi día a día. Va de distintos casos y cómo he madurado y me ha cambiado la visión de la medicina.
En el libro incluso compartes la historia del trasplante de hígado de tu madre, ¿cómo se encuentra ahora?
Mi madre tuvo una infección –no sabemos bien de qué– y cogió una hepatitis B y D que le hizo papilla el hígado. Al final, consiguió su trasplante en mitad de la pandemia, esta semana hizo un año. Yo sé el riesgo que tienen los trasplantes, se abre una posibilidad, pero los hay que van mal o el paciente lo rechaza al tiempo. Yo iba con todos esos nervios y en esta cirugía no podía estar en la operación, lo viví como médico y como familiar atacado de los nervios. Después no la pudieron vacunar porque estaba inmunodeprimida y estaba enfadada porque había nacido su primera nieta y no había podido tener contacto con ella ni darle besos. Desde que ha salido el libro la hemos vacunado tres o cuatro veces, ha nacido un segundo nieto y ahora ella es una de sus principales cuidadoras.
Además te dedicas a hacer el podcast ¿Ciencia o evidencia? con tu pareja, ¿se han trasladado las preguntas de tus seguidores a este programa?
Sí, elijo un tema con mi chica del que podemos hablar y los hemos tenido de todo tipo: enfermedades que dan vergüenza, el amor… lanzo preguntas en mis redes sociales, las que recibimos las vamos filtrando para que sean divertidas e interesantes. Yo me estudio la parte médica y ella se prepara la parte de humor, pero no sabemos lo que va a decir el otro; entonces nos sentamos, ponemos la cámara a grabar y lo que salga.
Pues ha salido bien porque estáis con la segunda temporada.
Sí, llevamos tres capítulos y ahora sale el cuarto. Estamos entre los más escuchados de Podimo y parece que va a más. En España tenemos bastante divulgación científica, pero no había nada parecido. Los programas de televisión clásicos que divulgaban de medicina quizás no conectan tanto con la gente joven y hemos visto que la gente joven quería que les contaran esas cosas de forma sencilla, pero que tuviera un tono desenfadado.
Vamos, un Saber vivir gamberro
(Ríe) Sería algo así, una forma sencilla y buena de decirlo.
¿Me puedes adelantar algo de lo que vais a hablar en los próximos capítulos?
El capítulo de esta semana habla de alergias. Las explico como si el cuerpo fuera una discoteca y el sistema inmune fuera la seguridad que estuviera viendo las cámaras, la gente que entra son las sustancias con las que contacta nuestro cuerpo. A veces, entra alguien en tu cuerpo y el sistema inmune se queda con su cara porque no le gusta, la primera vez no va a hacer nada pero la siguiente va a llamar al 112, que serían los mastocitos, y van a desencadenar la reacción alérgica: moqueos, estornudos, lágrimas en los ojos… En caso graves, llaman a los G. E. O. y podemos llegar tener una parada cardíaca.
También hablamos de alergias curiosas. Hay gente que tiene alergia al agua e, incluso, al semen; estos últimos son más frecuentes entre las personas alérgicas a los perros y en el podcast cuento por qué. También hay alergias al calor o al frío y hablamos sobre si existe la alergia al wifi.