En las últimas tres décadas, el número de casos de párkinson ha estado cerca de triplicarse en todo el mundo. De no cambiar esa tendencia, en menos de 20 años se volverá a duplicar. Sin embargo, poco se sabe de los factores de riesgo de esta enfermedad neurológica. Un equipo de expertos ha señalado como posible responsable a un producto químico muy común hasta hace poco, el tricloroetileno, usado como desengrasante industrial pero también presente en quitamanchas o correctores tipográficos líquidos –los conocidos como 'típex' por el más famoso de ellos, el Tipp-Ex–, y pide eliminar por completo su uso.
Este producto lleva más de un siglo utilizándose, pero ha sido hace poco cuando se ha empezado a limitar su presencia: la Unión Europea lo clasificó como un cancerígeno potencial en la década pasada y restringió su uso en 2016. A día de hoy la producción en el continente es de unas 300 toneladas al año, muy lejos de las 50.000 de 2010, pero en todo el mundo su volumen crece a un ritmo del 3% anual.
Por eso, especialistas de los departamentos de Neurología de las universidades de Rochester, Alabama (Estados Unidos) y Radboud (Países Bajos) han publicado un artículo en la revista médica Journal of Parkinson's Disease en el que revisan la evidencia para relacionar el tricloroetileno con la enfermedad neurológica y conminan a su desaparición.
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"El [producto] químico tiene un siglo de vida. No volamos aviones o conducimos coches como lo hicieron los hermanos Wright o Henry Ford, los ingenieros han desarrollado modelos más seguros. Los químicos pueden hacer lo mismo con los disolventes", apuntan.
El tricloroetileno es un líquido incoloro y no inflamable que desprende un olor dulzón y se evapora rápidamente en el aire. Hoy en día se utiliza, principalmente, para limpiar maquinaria industrial, aunque también encuentra su hueco en la producción de refrigerantes, pinturas e incluso la limpieza en seco.
A nivel comercial está presente en pegatinas, productos de limpieza, quitamanchas, barnices y líquidos correctores tipográficos. No obstante, en el pasado su uso llegó a estar ligado a pesticidas, pegamentos, tintas, desinfectantes, anestesias y hasta la producción de café descafeinado, aunque dejó de usarse para estas dos últimas funciones en los años 70, cuando era "ubicuo" en EEUU, explican los autores del trabajo.
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Por aquellas fechas surge la primera sospecha de su relación con el párkinson, al publicarse en la literatura científica el caso de un hombre de 59 años que había estado expuesto al tricloroetileno en su entorno laboral durante más de 30 años.
Ya en el siglo XXI se describen nuevos casos que ligan la sustancia con la misma patología en una mujer de 37 años que trabajaba limpiando casas y en tres obreros que utilizaban el tricloroetileno para limpiar metales en una fábrica.
Un estudio en 99 pares de gemelos veteranos de la II Guerra Mundial observó un incremento del 500% en el riesgo de párkinson en aquellas personas que, por razón de trabajo o por su uso en determinadas aficiones, habían estado expuestas al tricloroetileno.
Tricloroetileno y cáncer
Los autores de nuevo trabajo, encabezados por el neurólogo de la Universidad de Rochester E. Ray Dorsey, también señalan que ratas expuestas a la sustancia desarrollaron características de la enfermedad. Se observó que el tricloroetileno (y un derivado, el percloroetileno) tiene afinidad por los lípidos, lo que le facilita distribuirse por el cerebro y los tejidos, causando disfunciones mitocondriales.
Estas disfunciones afectarían a las neuronas dopaminérgicas, cuya destrucción causa el párkinson, al no poder enviar señales nerviosas adecuadas a los músculos y provocando los temblores característicos de esta enfermedad. De hecho, la exposición al químico causó la pérdida selectiva de estas neuronas en ratas y se comprobó que la función mitocondrial se deterioraba en áreas concretas del cerebro.
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A pesar de ello, la Agencia Europea de los Productos Químicos (ECHA) y la norteamericana Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR) no han incluido el párkinson entre los muchos riesgo del tricloroetileno.
Si esta sustancia se encuentra restringida en Europa y Estados Unidos es por su relación con el cáncer (principalmente de riñón, pero también de hígado y linfomas), así como al riesgo para el feto de la exposición en embarazadas.
El problema es que las características del producto y su ubicuidad a lo largo de varias décadas hacen que el producto esté más presente en nuestras vidas de lo que parece. Un estudio italiano de 1994 halló tricloroetileno en concentraciones relativamente altas en la sangre y la orina de tres cuartas partes de la población del país. Su presencia en aguas subterráneas ha sido registrada en una veintena de países de varios continentes y su evaporación a temperatura ambiente contamina el aire exterior e interior, penetrando en colegios, hogares y lugares de trabajo, advierten los autores.