"Papel o folleto que acompaña a ciertos productos, especialmente los farmacéuticos, en el que se explica su composición, utilidad o modo de empleo". Ésta es la definición que ofrece el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) del papelito que encontramos cada vez que abrimos la caja de un medicamento. Aunque puede que tenga los días contados, ya que la reforma de la legislación farmacéutica, prevista para el próximo año, plantea acabar con el prospecto en papel para sustituirlo por uno en formato digital.
Aunque en España sólo se aplicará por el momento para los medicamentos de uso hospitalario (y no para los de uso en farmacia), todas las partes implicadas apoyan esta medida, como se recoge en este documento del Ejecutivo europeo, debido a las ventajas que tendría. No sólo por el ahorro en papel, sino porque la información del documento digital se podría actualizar de forma más inmediata. Pero, ¿el cambio de formato hará que más personas lean el prospecto? Es más, ¿entendemos lo que aparece en ese papel de letra tan diminuta?
"Para empezar, es que en España somos así. No nos leemos el prospecto ni las instrucciones de un aparato de cocina". Quien habla es la profesora de la Universidad de Granada (UGR) María José Molina, que realizó un estudio, junto con su compañera Carmen Enrique, en el que advierten que ni siquiera los futuros farmacéuticos entienden algunos prospectos. Así, un 35% de los encuestados universitarios reconocieron que no leen este documento porque su lectura es difícil de comprender.
Esta misma razón se encuentra en un 39% de los mayores de 40 años sin estudios universitarios. Antonio Toledo forma parte de este grupo aunque representa al porcentaje restante. Y es que, pese a las 16 pastillas diarias que tiene que tomarse, este octogenario siempre trata de leer el prospecto. "Hay algunas partes que no termino de entender", asegura a este periódico.
Cuáles son los motivos
Toledo recuerda que en una ocasión comenzó a tener sequedad bucal cuando decidió leer el prospecto del fármaco que le acababan de recetar. "Al leer el prospecto, vi que uno de los efectos secundarios era que se te secaba la boca". El especialista no se lo mencionó en el momento en el que se lo recetaron. "No te lo suelen contar. Sólo te preguntan a qué eres alérgico".
El jefe del servicio de Medicina Interna del Hospital Francesc de Borja, el doctor José Manuel Querol, confiesa en declaraciones a EL ESPAÑOL que este tipo de situaciones se producen más a menudo de lo que le gustaría. "Recuerdo una vez en la que el fallo fue mío". Querol se refiere a una paciente a la que no preguntó si consumía alguna planta medicinal. "Como, por supuesto, no aparece en el historial médico, no entendí que no le estuviera haciendo efecto el tratamiento hasta que me contó que estaba contando ginseng".
Para evitar que se repita otro caso igual, este médico internista siempre pide a sus pacientes que se lean los prospectos por los beneficios que tiene. "Aun así, muchas veces nos olvidamos de decirles que, por ejemplo, no se tome la medicación en ayunas". Querol considera que la masificación de la atención primaria no permite a los profesionales sanitarios pasar 10 ó 15 minutos con el paciente para explicarle por qué se le receta el medicamento, cómo tiene que tomarlo y los posibles efectos secundarios. "De esta forma, la única fuente de información que existe es el prospecto".
Aunque tal vez sea más bien de desinformación. Querol no duda en mostrarse contundente al respecto: "Los prospectos son muy complejos de leer". La complejidad del lenguaje y su estilo son algunos de los motivos que ofrece este médico.
También apunta a un exceso de efectos secundarios. "A lo largo de mi carrera profesional, que no son pocos años precisamente, hay efectos secundarios de algunos medicamentos que no he visto en mi vida". Además, la bata juega un papel importante en la visión que tiene el paciente del fármaco. "Piensan que si el médico se lo ha recetado es que será bueno. Pero no siempre es así".
Sus palabras coinciden con las conclusiones de los estudios que han tratado esta cuestión. Por ejemplo, un trabajo que estudió los prospectos correspondiente a los 30 medicamentos más dispensados en España en el año 2013 reveló que sólo 10 de ellos presentaban un grado de legibilidad aceptable.
Otro estudio más reciente analizó el nivel de incomprensión de los prospectos en un grupo de 375 personas. La falta de comprensión por parte de los participantes cambió en función de cómo se hubiera obtenido. Así, los individuos malinterpretaron el 20% del prospecto en el caso de los medicamentos que no necesitaban recetas, mientras que en los recetados este porcentaje era del 9%. "Hay veces en las que se estima que el medicamento es menos peligroso por el simple hecho de no ser necesaria la receta", opina Molina.
Cómo mejorar el prospecto
El citado trabajo también prestó atención al grado de comprensión que ofrecían los pictogramas de las cajas de los medicamentos: la mitad de los participantes no comprendieron la señal que indicaba "puede causar sangrado". En este sentido, Molina considera oportuno fomentar una mayor educación en las futuras generaciones. "Es cierto que los menores no tienen que tener acceso a los medicamentos. Pero como profesora de infantil, trabajaba las normas de circulación y evidentemente los niños no circulaban".
La profesora de la UGR cree que el abanico no sólo se debe abrir en los más pequeños, sino también en cursos más avanzados. "Además de los narrativos, tendríamos que incluir textos prescriptivos para mejorar la comprensión lectora". La nula educación que hay en los colegios españoles sobre esta temática provoca, según Molina, que en muchos hogares no se cumpla con los requisitos de conservación de los medicamentos. "Es otra norma que nos saltamos a la torera".
Molina también aboga en su estudio por la presencia en los equipos de redacción de filólogos y otros ciudadanos para favorecer la legibilidad y la comprensión. Por su parte, Querol entiende que es difícil que veamos algún cambio ya que es un documento legal. "Las farmacéuticas incluyen la información para que un paciente no pueda denunciar a la compañía y curarse así en salud".
Como el resultado debe ser un pequeño papel en el que incluir todo el contenido, la letra termina siendo cuando menos pequeña. "Si el paciente se encuentra con un prospecto de una sola cara, seguramente se lo lea varias veces. Pero si se enfrenta a una letra pequeña y varios folios es más complicado que esto ocurra". A modo de anécdota, Toledo cuenta que se ha tenido que comprar incluso una lupa para leer los prospectos. "Ahí en la mesa la tengo".
Aunque en España no se ha planteado la digitalización de los prospectos para los medicamentos en farmacias, este jubilado no quiere ni pensarlo. "Como se acabe el formato en papel, lo va a tener que leer otro", sentencia.
Querol afirma que el 90% de los pacientes son personas mayores y polimedicados, por lo que el cambio de formato dificultaría aún más el acceso. "Si ya se les plantea incomodidad con el papel, imagínate con el código QR".
Este médico internista también se ha encontrado con otro perfil en los últimos años: jóvenes con enfermedades neurológicas degenerativas e infecciones por VIH. "Suelen ser pacientes que están muy informados". Aunque no cree que el problema se deba principalmente a la edad, pues también influye el tipo de medicamento. "Ahora hay fármacos nuevos —sobre todo, biológicos— que tienen un gran número de efectos secundarios".