En relación al dolor, es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. Un estudio basado en encuestas en más de un centenar de países a lo largo de diez años da la razón al dicho popular, y es que relaciona el tener menos ingresos que nuestro entorno con una mayor probabilidad de experimentar dolor físico. Además, confirma que esta situación se va a dar independientemente de que pertenezcamos a una sociedad acomodada o a una de bajos ingresos.

Lucía Macchia, profesora de Psicología de la City University de Londres, ha recogido los datos recopilados por la encuesta mundial anual del gigante Gallup, donde entrevistan –por teléfono o cara a cara, dependiendo del país– a un millar de personas de cada nación para preguntarles desde su nivel de satisfacción con la vida, la confianza en el gobierno de turno o sus problemas de salud.

Tomando los resultados reportados entre 2009 y 2018 en 146 países (en total serían 1,3 millones de encuestados), la autora ha llegado a la conclusión de que el dinero importa: aquellas personas con mayores ingresos, a nivel absoluto, son las que menos reportan haber experimentado algún tipo de dolor físico, ya sea de la espalda, el cuello, la cabeza... el día antes de que fueran encuestadas.

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El dinero también importa en términos relativos: aquellas personas que están en un rango de ingresos menor que el de su grupo de referencia afirmaron sentir más dolor físico que las personas que estaban por encima de los ingresos del grupo.

Pasar de la zona alta de ingresos a la baja, observó Macchia, da lugar a una tragedia personal: la experiencia del dolor físico –el estudio no pormenoriza por tipos– se incrementaba nada menos que un 10%.

Esta situación se replicaba en todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo, y también se da tras controlar la edad y situación laboral de los encuestados. Esto descarta algunas explicaciones, como el efecto de la pobreza material absoluta: aunque estés en un país con más recursos, si ganas menos que tu entorno experimentarás el mismo nivel de dolor que en una nación menos desarrollada.

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Para explicar los resultados de su estudio, la psicóloga acude a la teoría de privación relativa, que experimenta un individuo cuando carece de bienes comunes a otros de su entorno social.

De hecho, investigaciones previas han mostrado que los sentimientos asociados a una situación de privación, como la envidia o la sensación de injusticia, desembocan en emociones negativas como la ira, el estrés o el resentimiento, relacionadas directamente con el dolor físico.

También acude al estancamiento de la movilidad social como un factor explicativos. Los individuos con un menor rango de ingresos que su grupo de referencia puden haber perdido la confianza en el ascensor social y escalar en el ránking de ingresos, lo que dispararía emociones negativas que incrementarían el dolor. Incluso pueden ser objeto de discriminación.

Redistribución de la riqueza

El estudio incide en la mayor o menor desigualdad dentro del propio país. Dado que lo que importa es la posición relativa en la jerarquía de ingresos, "el crecimiento económico no parece ayudar a reducir el dolor físico", apunta la autora. No obstante, mejores políticas de redistribución de la riqueza pueden ayudar a igualar la jerarquía de ingresos y disminuir el efecto de los distintos rangos en el dolor físico.

El impacto del nivel de ingresos (absolutos y relativos) ya era bien conocido en la salud de las personas, tanto en la física como en la mental. Sin embargo, hasta el momento apenas se habían conducido estudios sobre el efecto de los niveles de renta en la experiencia del dolor físico.

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Por ello, Macchia sostiene que su trabajo, publicado este lunes en la revista Social Psychological and Personality Science, "es el primer estudio que muestra que el rango de ingresos y el dolor están relacionados a lo largo y ancho de este mundo".

Adrián Navalón, miembro del grupo de Psicología y Economía del Colegio de Psicólogos de Madrid, valora la calidad del trabajo de Macchia y apunta que este estudio aporta nueva evidencia sobre el efecto del nivel de ingresos en un campo hasta ahora no estudiado como el dolor físico.

Eso sí, apunta que "no se establecen relaciones de causa-efecto. Esto significa que también es posible que quienes experimenten altos niveles de dolor físico tengan más dificultades para obtener ingresos más altos".

Igualmente, "colectivos más desfavorecidos o de mayor edad que han participado pueden expresar mayor dolor". La investigación previa ya apuntaba a la relación entre bajo nivel económico y emociones negativas relacionadas con la comparación social. Estas comparaciones generan sentimientos de envidia provocados por la carencia de, en este caso, una situación económica deseada y que sí tienen los 'otros'".

El dolor afecta hasta a una de cada cinco personas y supone el primer motivo de consulta médica: entre el 40% y el 80% de las consultas médicas están relacionadas con el dolor, según la Sociedad Española del Dolor, y la mitad de los pacientes que lo sufren de forma crónica no reciben tratamiento adecuado.