Una de cada cinco personas desarrollará en algún momento de su vida un episodio de depresión, siendo más frecuente entre las mujeres. La tendencia a desarrollar esta enfermedad puede haberte caído en herencia genética, pero esto no determina que termines por desarrollarla. En realidad, para que se produzca deben darse varios de los factores que la disparan y que van desde los traumas de la infancia hasta algunos rasgos biológicos, como el estado de las bacterias de tu intestino.
"Se hereda la predisposición a padecer la enfermedad, que junto a la interacción con otros factores ambientales precipitan, en la mayoría de casos, la depresión", ha explicado José Manuel Montes, jefe de sección de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid en el XXI Seminario Lundbeck La depresión, ¿nace o se hace?. Esta predisposición genética es el principal factor biológico para la depresión, pero no es el único: las hormonas, como el cortisol o algunas implicadas en la vida reproductiva de la mujer, también tienen una fuerte implicación.
La depresión aparece cuando estos factores golpean al cerebro: "no es necesario un golpe físico, una situación de estrés impacta contra este órgano de la misma manera", afirma Montes. Este golpe puede ser un acontecimiento, la soledad o el abuso de sustancias como el alcohol o las drogas. Los síntomas de esta enfermedad trascienden la tristeza y el plano emocional, la depresión también puede estar detrás de problemas de memoria o, incluso, un aumento de la sensibilidad al dolor.
Es toda una constelación de síntomas, que producen una gran incapacidad y que, tal y como explica Montes, en unos años será la principal causa en el mundo de incapacitación.
Desde la irrupción de la pandemia, los psiquiatras habéis advertido un aumento de visitas de pacientes jóvenes y con frecuencia se suele invocar a las redes sociales para explicar este fenómeno. Sin embargo, hace poco más de una semana un estudio de Nature afirmaba que su papel en el empeoramiento de la salud mental de los jóvenes no era tan relevante. ¿Cuál crees que puede ser la raíz común de estos casos?
Como en todas las cosas, encontrar un único factor causal es realmente difícil. En una depresión, por ejemplo, tienen que concurrir diversos factores para que se produzca y no vale con uno o dos, sino que tienen que darse como cinco o seis. Yo, sinceramente, creo que las redes sociales —sin ánimo de demonizarlas— están jugando un papel importante en el aumento de jóvenes en atención psiquiátrica. El cerebro humano, sobre todo cuando está en formación, no está preparado para enfrentarse a una determinada situación durante 24 horas, 7 días a las semana, de manera constante y global.
Yo creo que son una de las razones por las que está aumentando la incidencia de enfermedades mentales en esta población. ¿Que sólo sea culpa de las redes sociales? En absoluto, hay factores sociales como la forma de entender el mundo, la postmodernidad, de cómo ellos mismos pensaban que el mundo era sencillo y no había ninguna problemática y de repente vino un confinamiento que nos arruinó a todos… es un cúmulo de circunstancias que favorece este fenómeno.
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Lo que sí hemos observado es que de estos jóvenes se ha dicho que son más débiles, una generación de cristal, pero la depresión siempre ha sido una enfermedad con una altísima prevalencia. ¿En las generaciones anteriores han habido casos que han pasado desapercibidos, que han quedado sin diagnóstico?
Sí, efectivamente. Desde luego, ha aumentado el conocimiento, la red asistencial… No es lo mismo la que hay ahora y la que había hace 40 años. El niño o el adolescente que iba entonces al psiquiatra era una excepción, los demás aguantaban como podían. Ha aumentado la capacidad para detectar las enfermedades mentales y esto hace que parezca que haya más casos. Eso sí, además de que ahora puede haber más casos de manera puntual por todos los factores de los que hemos hablado anteriormente.
Has avanzado que la depresión va a ir a más y que en los próximos años se va a convertir en la condición que más incapacidad va a generar, ¿estamos preparados para abordarlo?, ¿qué tratamientos del futuro interesantes empezamos a ver ahora?
El paradigma del tratamiento antidepresivo, la modificación de las monoaminas ha hecho que surgieran muchos antidepresivos que supusieron un avance. Pero ahora pienso que hay un cambio de paradigma con respecto a los nuevos tratamientos. Ahora empezamos a ver la esketamina y los nuevos psicodélicos que sabemos que actúan aumentando la plasticidad cerebral en los humanos, favoreciendo la recuperación de los circuitos neuronales y que, bien dirigidos, pueden suponer un tratamiento eficaz. Además, se están estudiando terapias génicas que quizás lleguen mucho más adelante. Pero bueno, ya en el futuro próximo tenemos estas intervenciones terapéuticas que van a ser revolucionarias.
Algunos factores biológicos pueden disparar la aparición de una depresión y, entre ellos, varios estudios recientes están empezando a contar entre ellos el estado de la microbiota intestinal. ¿Es el intestino un segundo cerebro?
Hay una asociación, pero no diría que es la más importante. Por ejemplo, son mucho más determinantes las hormonas en los casos de depresión postparto. En todo caso, los factores biológicos son importantes y la microbiota intestinal determina muchos factores como la absorción de los fármacos o la de determinados nutrientes. Si tenemos una microbiota más parásita que favorable dificulta estos procesos que van a influir en el cerebro. ¿Que la microbiota sea la razón principal? Pues probablemente no, pero va sumando.
¿Cómo siguen estas investigaciones?, ¿están sirviendo de manera práctica?
De manera práctica, no. Es decir, lo que fomenta una dieta saludable que va a ser mejor para tu cerebro está bien, pero realmente no sabes qué va primero. ¿Generas una flora intestinal inadecuada porque te sientes mal y entonces comes mal? ¿O es al revés y te sientes mal mentalmente porque tienes una flora inadecuada? No lo sabemos. Desde un punto de vista práctico no tenemos un cuerpo de conocimiento que nos permite saberlo.