Una advertencia antes de comenzar: leer en el transporte público Cómo mandar a la mierda de forma educada [Vergara], de la psicóloga y neurocientífica Alba Cardalda, atrae toda clase de miradas. Ella misma se dio cuenta del interés de su premisa cuando su vídeo sobre el tema obtuvo 11 millones de visualizaciones en su cuenta de Instagram. Se propuso entonces proporcionar las herramientas psicológicas de la asertividad para ayudarnos a marcar límites, resolver conflictos constructivamente y, llegado el caso, alejarnos de las relaciones que perjudican nuestra salud mental.
El libro da incluso más de lo que promete: termina con una lista alfabética de insultos culteranos, de Ababol a Zote, para el momento en el que convenga mantener una conversación más expeditiva. "El 80-90% del libro va enfocado a la empatía y el respeto, e intentar entender al que tenemos delante al tiempo que defendemos nuestros derechos asertivos", explica. "Pero llega un punto, cuando ya se ha intentado todo de forma asertiva y educada, en el que es lícito mandar a la mierda".
Si somos pasivos frente a lo que nos disgusta en nuestras relaciones, corremos el riesgo de estallar cuando no debemos. ¿Es correcto?
Tenemos tendencia a no decir que 'no', porque creemos que está mal. Sentimos culpa, que es algo que en España hemos heredado de la cultura judeo-cristiana. Vamos aguantando, como una olla a presión, y al final esto explota de la peor manera. La manera de prevenirlo es decirlo en cuanto sentimos que algo nos molesta, porque aún no tenemos tanta intensidad por dentro y podemos decirlo de una forma más asertiva.
Describe un fenómeno psicológico interesante: si cedemos tres veces sobre algo que nos disgusta, el otro lo dará por sentado para siempre.
Exactamente. El lóbulo prefrontal genera unas conexiones que se transforman en un hábito cuando se repiten de la misma manera en tres ocasiones. Es preferible poner el límite antes de que el otro se forme la idea de que esto tiene que ser así.
¿Premiamos como sociedad a quien rebasa los límites, porque es "muy echado para adelante", y juzgamos negativamente a quien los marca?
Efectivamente. Todo viene de la misma creencia, de pensar que poner límites está mal. A la persona que lo intenta se la considera egoísta, mientras se premia a la persona que consigue lo que quiere. El fin justifica los medios, ¿no? Pero si todos nos pusiéramos en la piel de a quién le han atropellado sus derechos asertivos, a nadie le gustaría. Al final es un tema de educación emocional. Creo que la necesitamos todos como sociedad para aprender a ser empáticos y respetuosos tanto con el otro como con nosotros mismos.
¿Hay un sesgo de género? Los hombres han tenido tradicionalmente derecho a rebasar ciertos límites de las mujeres, al ligar por ejemplo.
Exacto. Existen roles bien diferenciados de género que permiten a los hombres rebasar más límites, sobre todo frente a la mujer, mientras ellas deben ser más flexibles. Deben ceder más, permitirles ir un poco más allá... y si no lo hacen, pues ahí ya vienen etiquetas de todo tipo.
Otro límite sobre el que debatimos con frecuencia es el del humor. ¿Tengo derecho a pedir que no se bromee con lo que me ofende?
Bueno, yo creo que eso depende mucho de quién lo dice, desde dónde y en qué contexto. Que una persona negra haga una broma sobre otras personas negras no es lo mismo que si lo hace una persona blanca. Que una mujer haga ciertas bromas sobre otras mujeres no es lo mismo que si lo hace un hombre. Hay que preguntarse en qué momento social o político estamos, y qué repercusiones habrá. Ahora estamos en una lucha feminista para conseguir derechos y equidad, y quizá ciertas bromas de según qué personas no son ideales porque tiran por tierra toda una una lucha y un esfuerzo.
¿Y qué podemos hacer si el humor o las actitudes que nos ofenden son parte de nuestro grupo social, y no queremos ser excluidos?
Aquí entra en juego los valores de cada persona. ¿Quién dictamina lo que a ti, a título individual, te tiene que hacer gracia? Si alguien bromea sobre alguien con discapacidad y tienes a alguien que la sufre en tu familia, ¿por qué deberías fingir que te divierte? Esas son las situaciones en las que precisamente puedes usar herramientas más empáticas o asertivas que sean claras pero no cortantes, que puedan expresar que no te ha gustado sin necesidad de ser 'súper borde'.
Antes de enfadarnos por el comentario, explica, conviene reflexionar sobre por qué nos ofende tanto y si tiene la importancia que le concedemos.
Ese es uno de los pasos más difíciles, porque requiere de mucho autocontrol. Exige decirnos primero: "Vale, un segundo, ¿por qué estoy sintiendo tanto enfado?". También requiere de un nivel de autoconocimiento importante. Quizá tenga complejos, creencias, muchísimos aspectos que cada uno puede llevar cargando en su mochila. Ser capaz de identificarlos te permite relativizar, o responder de una forma menos acusadora. Reconocer que ese tema te hace daño por tu experiencia personal, por tus heridas emocionales o por el momento en el que estás pasando también te ayuda a modular un poco tu respuesta.
Cita a Nikola Tesla: "Toda opinión está cargada de historia personal" y "Todo juicio es una confesión". ¿Cómo hay que entenderlo?
Esta cita es fácilmente interpretable como algo que solo ocurre con las opiniones negativas, pero también es válida para los comentarios positivos. Incluso cuando alguien te hace una crítica, te está confesando parte de su mundo interior, te está diciendo algo de sí mismo que no siempre es negativo. Si por ejemplo alguien te dice que has tenido una actitud "súper machista", no tiene por qué ser un juicio negativo a tu persona, sino una expresión positiva de sus valores feministas.
También cita a Robert Waldinger, psiquiatra de Harvard, que señalaba que no reconocer y agradecer lo positivo que tenemos es fuente de infelicidad.
Estoy totalmente de acuerdo con él. Muchas veces nos sentimos más desgraciados de lo que realmente somos. Si somos capaces de hacer ese ejercicio de agradecimiento, de ser conscientes de lo que sí tenemos, de las personas que están a nuestro alrededor y nos hacen bien, tendremos una visión mucho más positiva tanto de nosotros mismos como de la vida que estamos viviendo. Si solo ponemos el foco en la carencia, en la sensación de no llegar nunca a la meta o de que nunca nos salen las cosas como nos gustaría, nos olvidamos de todo lo que ya hemos conseguido.
La comunicación asertiva enfatiza el lenguaje corporal. ¿Perdemos eso al comunicarnos principalmente por redes sociales?
Totalmente, y ese es uno de los grandes fallos de la comunicación. Cuando nos relacionamos a través de redes o vía WhatsApp, el mensaje no llega tal y como nosotros lo emitimos. Nos falta toda la comunicación no verbal, que es donde está el 80% del mensaje. No recibimos el tono, que nos da una cantidad de información impresionante: si es impositivo, si es más de petición, si es una burla... Los emoticonos nos salvan un poquito, pero no es suficiente. Siempre que sea posible, sobre todo con temas trascendentes, es mejor mantener una conversación cara a cara.
Como terapeuta, ¿está viendo un impacto de esa mala comunicación en redes en la salud mental de los jóvenes?
Está siendo tremendo, sobre todo en personas más jóvenes. La salud mental está continuamente expuesta en las redes sociales, y no se nos han dado ni herramientas ni educación emocional para proteger nuestra autoestima. Tampoco para actuar de una forma respetuosa: nos falta muchísima empatía para reconocer que ese comentario lo va a leer una persona una persona de carne, hueso y emociones. Los jóvenes son más vulnerables porque aún no tienen un autoconcepto firme, y están expuestos continuamente a estos mensajes y a imágenes totalmente irreales de vidas de otras personas. Su autoestima y sus relaciones se ven continuamente perjudicadas. Si no protegemos nuestro propio autoconcepto de los comentarios de miles de personas, si no aprendemos a poner ahí un muro, somos carne de cañón.
¿Hay que dejar de creer que todos podemos llevarnos bien si ponemos de nuestra parte? ¿Algunas incompatibilidades no se pueden resolver?
Totalmente, y cuando esto ocurre con alguien a quien queremos mucho, es muy triste. Pero es así. Tenemos que poder asumir que cada persona tiene gran cantidad de rasgos de personalidad que varían muchísimo. No significa ni que nosotros ni que el otro seamos mejores ni peores, sino que hay una incompatibilidad. Darnos cuenta a tiempo hace que podamos poner una distancia de una forma sana, desde el amor y desde el cariño. "Yo te quiero y tú me quieres como amigo, como pareja o como familiar, pero cada vez que nos acercamos, chocamos. Pues vamos a intentar mantener una distancia sana, respetándonos para evitar hacernos daño".