"El aparato es diferente y no me ha dolido tanto". Esto comenta Julia (nombre ficticio) de su última revisión: fue diagnosticada de cáncer de mama hace una década y se somete a una mamografía anual. A la tensión de la incertidumbre se le sumaba el dolor que el aparato le provocaba al comprimir la mama. Pero cambió de centro, el aparato era distinto y se llevó una agradable sorpresa.

No es la única. "En mi hospital cambiamos el mamógrafo hace cinco años y empezamos a notar que las mujeres que venían a hacerse su revisión no se quejaban tanto: venían asustadas y quedaban sorprendidas", comenta Myriam Montes, radióloga del madrileño Hospital Clínico San Carlos.

Ella misma subió un vídeo a su Instagram mostrando las ventajas de la nueva máquina. La antigua ya había cumplido más de 15 años de servicio pero en su momento también supuso una revolución: "Fue de las primeras digitales que llegaron a España", explica a EL ESPAÑOL.

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En estas últimas dos décadas, la tecnología para realizar las mamografías ha avanzado enormemente. Tanto, que según Montes, portavoz de la Sociedad Española de Radiología Médica, las guías europeas de cribado del cáncer de mama, que se basan en "ensayos clínicos que se hicieron hace 20 años", han quedado algo obsoletas.

En la actualidad, el cribado del cáncer de mama está recomendado para todas las mujeres entre 50 y 70 años. Cada 24 meses, se realizan la prueba, colocando la mama en una plancha que la aplasta para tomar imágenes radiológicas de la misma. Más allá de la colocación, la prueba dura solo unos segundos, pero para muchas mujeres parecían eternos.

Los nuevos aparatos, que comenzaron a llegar a nuestro país justo antes de la pandemia, son capaces de conseguir mejores imágenes, de forma más rápida y con menos presión en la mama. Además, el nivel de radiación es menor.

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Aunque el nivel de radiación para lograr una imagen mamográfica es mínimo y no entraña, por sí solo, ningún riesgo, siempre es recomendable reducirlo en la medida de lo posible. Al irradiar menos la mama, Montes ve una oportunidad para ampliar la edad de cribado de forma segura, sobre todo en mujeres jóvenes, que "son más susceptibles a la radiación porque las células se replican más rápido en los tejidos jóvenes", lo que aumentaría –teóricamente– la probabilidad de aparición de mutaciones causadas por la radiación.

De hecho, la Comisión Europea recomienda bajar la edad de cribado a los 45 años (en EEUU es a partir de los 40) y así se hace en varias comunidades españolas, si bien el panorama es muy heterogéneo e incluso puede diferir entre provincias.

De igual forma, el número y tipo de aparatos de mamografía no es nada uniforme, lo que condiciona su uso, pero la radióloga apunta al gran cambio que ha habido en los últimos años con la renovación de los equipos tecnológicos en la sanidad pública. Gran parte de los hospitales cuentan ya con mamógrafos avanzados y ya no necesitan externalizar este servicio a otras clínicas, tanto públicas como privadas, de forma que "los mismos radiólogos que hemos visto la mamografía vamos a citar a la mujer para la biopsia y en el mismo hospital se puede realizar el tratamiento y el seguimiento".

Las controversias de las mamografías

El oncólogo César Rodríguez apunta que la realización de mejores cribados permite detectar y tratar antes los tumores. "Esto se traduce, en líneas generales, en tratamientos menos agresivos y una mayor posibilidad de curación".

Además, con el aumento de la esperanza de vida, se está planteando la posibilidad de ampliar la edad de cribado por arriba, hasta los 75 años. Por debajo de los 45, sin embargo, "no está demostrado que sea una técnica rentable: el número de mamografías necesarias para detectar un solo tumor sería muy elevado, su impacto es pequeño". Solo se vigilan aquellas mujeres con más riesgo que la población general: las que tienen antecedentes familiares o predisposición genética, por ejemplo.

Por encima de los 70 se realiza en las que han pasado ya por un cáncer de mama, que acuden a revisiones de forma periódica (generalmente, una vez al año en lugar de los dos del cribado general).

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Con todo, Rodríguez, que trabaja en el Hospital Universitario de Salamanca y es vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica, reconoce que, pese a mejorar en los diagnósticos precoces, "sigue habiendo controversia sobre el impacto del cribado en la población". Aunque algunos estudios muestran reducción de la mortalidad por cáncer de mama, en este punto no hay una conclusión definitiva.

Mientras tanto, el avance de los equipos hace más agradable pasar por este proceso de forma periódica. Aunque la mayoría de mujeres en el rango de edad recomendado acude a hacerse la mamografía, la 'amabilidad' de los nuevos aparatos puede contribuir a eliminar reticencias.

Myriam Montes apunta que el boca-oreja contribuye a ello, "las mujeres están muy informadas", y aunque la pandemia supuso un parón, se ha regresado a la normalidad. "Existe la típica frase de 'si esto fuera para un hombre ya se habría avanzado'. La realidad es que se ha avanzado muchísimo y ahora los mamógrafos tienen que comprimir menos para obtener una imagen diagnóstica de calidad altísima, mucho más nítida. Nos podemos adelantar a un diagnóstico de cáncer de mama años antes de que aparezcan síntomas".