España es uno de los países con mayor tasa de depresión y ansiedad. También tenemos el 'honor' de ser el país con mayor consumo de psicofármacos; en concreto, de antidepresivos y benzodiacepinas. Pese a que haya quienes ponen en duda esta crisis de salud mental, hay investigadores, como Rafael Moliner (Castellón, 1992), que la han puesto en el centro de sus estudios desde el comienzo de la carrera. Este bioquímico se marchó a Finlandia para comprobar los efectos antidepresivos de las drogas psicodélicas.
No fue tan fácil como parece, pues su tutor de máster, el director del Centro de Neurociencias de la Universidad de Helsinki Eero Castren, le dijo que no quería tener nada que ver con las drogas psicodélicas. Finalmente, tras varios estudios publicados en Estados Unidos, Castren cedió y Moliner pudo realizar los primeros experimentos. "En aquel momento me volví loco", recuerda cuando en 2021 consiguió probar que los efectos positivos de las drogas psicodélicas son 1.000 veces mejor que la fluoxetina, uno de los antidepresivos más utilizados.
Ahora, Moliner atiende a EL ESPAÑOL tras haber publicado una investigación en la que demuestra que las alucinaciones provocadas por estas sustancias se pueden separar del efecto antidepresivo. ¿Significa esto que ya podemos sustituir con las drogas psicodélicas a los antidepresivos? Esto, lamentablemente, tampoco es tan sencillo. "En un escenario bastante optimista, de cinco a 10 años podremos ver el uso terapéutico de los psicodélicos en humanos", vaticina.
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Este bioquímico con vocación de neurocientífico es consciente del estigma que existe acerca de los psicodélicos. Espera, eso sí, que si en algún momento existe evidencia científica suficiente como para utilizarlos con fines terapéuticos, no se convierta en (otra) cuestión a politizar. "Da igual que seas de izquierdas o de derechas, la depresión afecta a todos por igual. Abogo por la despolitización de las drogas", reclama Moliner.
¿Cómo ha terminado investigando acerca de las drogas psicodélicas en Finlandia?
Estudié Bioquímica en la Universidad Autónoma de Barcelona y mi tesis de grado fue sobre la depresión y los diferentes tipos de terapias que existen. Estamos hablando de 2014, cuando los psicodélicos pertenecían a un campo bastante estigmatizado y no se les prestaba demasiada atención desde la comunidad científica.
La ketamina era la que atraía un poco más la atención de los investigadores. De hecho, cuando realicé el máster de Neurociencia en la Universidad de Finlandia, comencé a estudiarla aunque no era mi primera intención. Mi tutor, el director del Centro de Neurociencias de la Universidad de Helsinki Eero Castren, me dijo que no quería tener nada que ver con las drogas psicodélicas cuando le propuse analizar su uso terapéutico.
En 2018 apareció un estudio donde se mostraba que los psicodélicos promueven de manera muy robusta la neuroplasticidad —la capacidad que tienen las neuronas para hacer nuevas conexiones y amplificar, por ejemplo, el efecto de la psicoterapia—. "Podíamos haber sido nosotros los autores", le dije a Castren, quien me permitió finalmente realizar experimentos con psicodélicos.
Al estar tan reguladas las drogas psicodélicas, es muy difícil hacerse con ellas, incluso para realizar una investigación. He vivido el infierno de hacer papeleo durante varios meses hasta poder recibir las drogas que necesito…
Sacado de contexto, puede sonar un poco extraño.
No, en un contexto de laboratorio, claro [se ríe]. Nosotros estamos acostumbrados a hablar de esta manera todo el tiempo: "Bueno, necesito LSD para el experimento de esta semana".
Volviendo a la investigación, en 2021 es cuando conseguimos probar que los psicodélicos también interactúan con el receptor TrkB, factor clave para la plasticidad y el desarrollo del sistema nervioso, y lo hacen 1.000 veces mejor que la fluoxetina, uno de los antidepresivos más utilizados.
En aquel momento me volví loco. Lo recuerdo perfectamente porque me encontraba en casa, después de haber estado en el laboratorio más allá de la medianoche. Me levanté de la silla y empecé a gritar "¡no es posible, no es posible!". Mi mujer, que estaba medio dormida, me preguntó qué pasaba. Pero no le podía decir nada debido a la confidencialidad. A Castren no le envié los resultados hasta el día siguiente porque sabía que si lo hacía, no íbamos a dormir en toda la noche.
Para comprobar que eran ciertos aquellos resultados que me costaba creer, realizamos muchas más pruebas. También encontramos que al aplicar el tratamiento psicodélico con lo que podríamos llamar "psicoterapia para ratones", la acción antidepresiva se potenciaba.
¿Es recomendable entonces combinar las drogas psicodélicas con la psicoterapia?
Así es. Nuestros resultados se ven reflejados en lo que sucede en los ensayos clínicos, que los psicodélicos de por sí no tienen porqué ser terapéuticos. Y si se utilizan fuera de este contexto, puede desencadenar efectos contrarios a los que genera un antidepresivo. Lo que se define como un mal viaje.
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¿Cree que por el uso recreativo existe un prejuicio acerca de los psicodélicos con fines terapéuticos?
Precisamente. E incluso hasta cierto punto está justificado que estas drogas estén altamente reguladas. En algunos casos, los psicodélicos, a través de su acción alucinógena, pueden provocar trastornos psicóticos irreversibles en pacientes que tengan un historial familiar de esquizofrenia o trastorno bipolar.
¿No se pueden utilizar por su efecto alucinógeno en algunas personas?
Exacto. Y esto es algo que a nivel clínico ya está limitando de manera traumática el número de pacientes que se podrían beneficiar de estos tratamientos. Por eso, en cuanto se descubrió que los psicodélicos producían el efecto neuroplástico, surgió la pregunta de si realmente era necesaria la experiencia alucinógena. Esto es, nuevas terapias que tengan la misma eficacia antidepresiva, pero sin el componente alucinógeno de los psicodélicos, que actúan de una forma muy rápida y duradera.
Al menos en ratones, hemos descubierto que los psicodélicos utilizan dos caminos moleculares diferentes. Uno, que se encarga del efecto alucinógeno; y un segundo, del efecto terapéutico. Aquí es donde vemos el efecto común que tienen los antidepresivos convencionales con los psicodélicos. Sin embargo, estos últimos lo hacen mucho mejor que los antidepresivos convencionales.
¿Son mejores las drogas psicodélicas que los antidepresivos para tratar la depresión?
No tenemos el mismo nivel de evidencia porque llevamos décadas administrando a millones y millones de personas los antidepresivos convencionales. A partir de 2010, se han vuelto a realizar investigaciones con los psicodélicos, aunque todavía con un número bastante reducido de personas. Ya hay algunos trabajos que indican que efectivamente los psicodélicos son al menos igual de efectivos cuando están asociados con psicoterapia que antidepresivos convencionales.
Hay un caso pionero de un paciente con depresión al que se le ha administrado un psicodélico, bloqueando el efecto alucinógeno. Se comprobó que los efectos antidepresivos seguían siendo igual de rápidos y duraderos. Es el primer caso que se ha estudiado, aunque es muy prometedor porque indica que efectivamente sería posible.
¿Se aventura a dar una fecha?
Es importante tener en cuenta el coste que tiene la psicoterapia asociada con este tratamiento. Es muy útil, eso no lo niego para nada. Pero es caro. Un viaje psicodélico con LSD o psilocibina dura de ocho a 12 horas, sólo la fase de las alucinaciones. En este tiempo tiene que haber personal especializado, por lo que el coste lo compararía con una operación quirúrgica que tenga esa duración. Probablemente, estamos hablando de bastantes miles de euros.
En un escenario bastante optimista, estaríamos hablando de que estas drogas psicodélicas de tercera generación podremos ver si funcionan en humanos de cinco a 10 años. En España tal vez vayamos a rebufo y tarde un poco más. También es posible que se interpongan ciertas cuestiones ideológicas y religiosas que en algunas culturas pueden hacer que a los psicodélicos no se les dé la bienvenida de una manera tan fácil como, por ejemplo, en Estados Unidos o en Reino Unido, donde están muchos más abiertos a realizar este tipo de experimentos.
¿Pasaremos de la España colgada de los antidepresivos a la España colgada de los psicodélicos?
Lo que quiero que quede clarísimo es que nosotros no recomendamos absolutamente a nadie tomar psicodélicos sin una prescripción médica, lo que no va a pasar en el futuro inmediato, porque estas drogas continuarán siendo clasificadas como ilegales en España. La única manera de acceder a tratamiento psicodélico de manera segura en este momento es formar parte de estos ensayos clínicos, que evidentemente no es algo fácil.
Además, aunque todavía se tiene que investigar más, hay algunos estudios que han visto cierta evidencia de que los psicodélicos no son necesariamente adictivos. De hecho, más allá de la clínica, los consumidores de psicodélicos no suelen tomarlos de manera habitual. Es algo que tal vez se hace unas pocas veces al año o incluso en la vida porque son experiencias muy intensas.
¿Cree que se producirá una apropiación política de las drogas psicodélicas con fines terapéuticos?
Honestamente, espero que no. Los científicos que trabajamos en este campo buscamos el beneficio de los pacientes. Podemos aprender de lo que ha pasado en décadas anteriores en las que los psicodélicos han estado ideológicamente estigmatizados. Esto ha tenido un impacto directo en las investigaciones que se han podido realizar.
Hay una parte de los psicodélicos que es bastante desconocida. El químico suizo Albert Hoffman descubre el LSD en la década de los 40, pero no estaba buscando psicodélicos, sino drogas para tratar otros trastornos. Años después, en su laboratorio toca un vial de LSD por accidente y llega a su sistema nervioso. Empieza a alucinar de forma inesperada. Imagina el susto que se debió llevar el hombre.
Esta es la fase menos conocida. Luego, en los años 60 los psicodélicos se 'escapan' del laboratorio y llegan al movimiento hippie. El gobierno de Nixon decide prohibir las drogas psicodélicas porque no puede hacerlo con la ideología antibelicista. La prohibición también se tradujo en que se cortó la financiación para hacer investigación con psicodélicos. Por tanto, abogo por que despoliticemos totalmente las drogas. No son un componente político y tienen un potencial que creo que es muy importante que exploremos.
Debe luchar contra un doble estigma, el de la salud mental y el de los psicodélicos.
Exacto. Y al final, da igual que seas de derechas, de izquierdas o de centro, la depresión nos afecta a todos por igual. No sólo tienen que ser útiles, sino que deben ser accesibles para todo el mundo. No tiene sentido el hecho de politizarlas. En Estados Unidos —el país que precisamente las prohibió—, incluso los republicanos están abiertos a desarrollar estas terapias.
¿Tiene pensado continuar su carrera investigadora en Finlandia?
Mi sueño siempre ha sido poder volver a España, tener mi propio laboratorio y contribuir a la ciencia de mi país, porque fue el que me dio la oportunidad para formarme. Me sabe tremendamente mal, pero soy muy consciente de que si regresara, me costaría mucho conseguir financiación suficiente para investigaciones punteras, en comparación con Finlandia, Estados Unidos o Reino Unido.
También influye que el estilo de vida es distinto.
No, no es igual [se ríe]. Los inviernos en Finlandia son muy duros; no tanto por el frío, sino por la oscuridad. Aunque sinceramente, me paso la mayor parte del tiempo en el laboratorio. Así que da igual que llueva o que esté soleado.