En España se estima que hay unos 800.000 afectados por demencia. La causa más común es el alzhéimer, una enfermedad irreversible hasta la fecha pese a que ha avanzado su detección. Otras causas de demencia sí que se pueden revertirse en función del estilo de vida que llevemos. Por ejemplo, el ejercicio físico ha demostrado en los últimos estudios ser eficaz para mantener por más tiempo una buena estructura muscular y, además, prevenir frente a las demencias. Ahora, un estudio con 35.000 participantes también ha evidenciado que una costumbre muy arraigada en nuestro país puede servir para evitar el encogimiento cerebral.
El crecimiento cerebral es importante puesto que un encogimiento del hipocampo, una parte del cerebro que se asocia con la memoria, puede dar lugar a un deterioro cognitivo leve. De hecho, el encogimiento cerebral es más rápido en las personas con enfermedades neurodegenerativas. Y no sólo eso, pues también es un proceso que suele darse con la edad, siempre y cuando no nos echemos una siesta de no más de 20 minutos.
Así es, las siestas cortas —conocidas en inglés como power naps— pueden ayudar a retrasar el encogimiento cerebral, según la investigación que se ha publicado este lunes en la revista Sleep Health. "Hemos encontrado una asociación entre la siesta diurna habitual y un mayor volumen cerebral, lo que podría sugerir que dormir la siesta con regularidad proporciona cierta protección contra las patologías neurodegenerativas al compensar la falta de sueño", señalan los autores.
"Puede ser que una siesta corta durante el día ayudara a preservar el volumen cerebral, lo cual es algo positivo potencialmente para la prevención de la demencia", aseguró la doctora Victoria Garfield de la University College de Londres (UCL) y coautora del estudio. Los investigadores de la UCL y de la Universidad de la República de Uruguay se han basado en los datos del estudio UK Biobank, que recopiló a más de 500.000 participantes de entre 40 y 69 años que vivían en el Reino Unido entre 2006 y 2010, para comprobar si una combinación de variantes genéticas que anteriormente se habían asociado con la siesta también guardaba relación con el volumen cerebral.
Cómo prevenir la demencia
"La relación entre la siesta y el volumen del cerebro no está bien caracterizada, aunque casi un tercio de los adultos mayores duermen la siesta", destacan los autores. Sin embargo, los resultados de su estudio demuestran que no se practica con demasiada frecuencia: 'sólo' el 5% de los participantes reconoció que dormía la siesta de manera habitual, frente al 57% que aseguró que "nunca" o "rara vez" descansaba a lo largo del día.
En un principio, los autores creyeron que quienes dormían de manera habitual una siesta tenían un mayor riesgo de salud si no se tenían en cuenta otras características como la edad, el tabaquismo, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, cuando se tuvo en cuenta la predisposición genética a la siesta, descubrieron que sucedía justo lo contrario: las personas que dormían la siesta con cierta regularidad tenían cerebros que eran más jóvenes, si se toma el volumen cerebral como una forma de medir la edad.
Los investigadores encontraron una relación entre la predisposición genética a la siesta y un mayor volumen cerebral, equivalente a los que tenían entre 2,6 y 6,5 años menos. Ahora bien, no se encontraron diferencias en otros tres factores: el volumen del hipocampo (que es fundamental para la formación de la memoria), el tiempo de reacción y el procesamiento visual.
"Aunque es un estudio que está bien realizado, tiene limitaciones", valora la neurocientífica Tara Spires de la Universidad de Edimburgo en declaraciones a Science Media Center. Spire, que no ha participado en el estudio, reconoce que es un estudio interesante porque se suma a los datos que indican que el sueño es importante para la salud del cerebro.
Sin embargo, el estudio se basa únicamente en datos de británicos blancos, y la duración exacta de las siestas asociadas a los beneficios no está clara. Tampoco existe evidencia de que estos beneficios se observen en personas sin predisposición genética.
Aunque los investigadores sugieren que una duración de hasta 30 minutos podría ser beneficiosa, lo cierto es que anteriores publicaciones han advertido del riesgo que conllevan las siestas largas, puediendo ser un síntoma precoz de la enfermedad de Alzheimer.
El uso de Internet
El volumen cerebral no es el único indicativo de la aparición de una demencia en la tercera edad. Una investigación publicada en la revista Journal of Cachexia, Sarcopenia and Muscle mostró que las mujeres que tenían una fuerza de agarre más baja la TUG tenían más riesgo de presentar una demencia, independientemente del riesgo genético y los factores de estilo de vida, como el consumo de tabaco y alcohol o la cantidad de actividad física.
En concreto, las participantes con la fuerza de agarre más débil resultaron tener más del doble de probabilidades de tener un evento de demencia en la vejez que las más fuertes. Lo mismo sucedía con las que obtuvieron mejores resultados en la TUG (siglas en inglés para timed-up-and-go), una prueba para comprobar la fuerza de agarre de las mujeres y el tiempo que tardaban en levantarse de una silla, andar tres metros, darse la vuelta y volver a sentarse.
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Otro estudio reciente también sugería que el uso de Internet podía influir en el riesgo de desarrollar demencia. Así lo comprobaron tras estudiar durante ocho años a 18.154 adultos de entre 50 y 65 años que no tenían demencia al comienzo del estudio. Los resultados, que se publicaron en la revista Journal of the American Geriatrics Society, mostraron que quienes estaban conectados a Internet de seis a ocho horas al día tenían un mayor riesgo de demencia. Ahora bien, los propios autores reconocieron que no existen cifras suficientes como para llegar a una conclusión clara, por lo que serán necesario un mayor número de estudios al respecto.