La impotencia masculina es una afección muy común que puede tener un gran impacto en la autoestima de quien la padece. También conocida como disfunción eréctil, es la incapacidad recurrente o persistente para lograr y mantener una erección lo suficientemente firme como para tener relaciones sexuales satisfactorias. Esta condición puede tener diversos efectos y consecuencias tanto a nivel físico como emocional.
En términos físicos, puede limitar la capacidad para tener relaciones sexuales satisfactorias, lo que puede generar frustración y afectar la calidad de vida en general. Además, puede afectar negativamente la intimidad y la satisfacción de la pareja (sexual o sentimental), generando tensión y dificultades en la relación. La impotencia también puede tener un impacto en la autoestima y la confianza sexual, lo que puede llevar a sentimientos de vergüenza, ansiedad e incluso depresión.
Los datos sobre la incidencia de la impotencia en España varían según los estudios y las fuentes utilizadas. Según la Encuesta Nacional de Salud Sexual realizada en 2009, aproximadamente el 12% de los hombres españoles de entre 25 y 70 años informaron tener dificultades para lograr o mantener una erección en los últimos 12 meses. Otros estudios y encuestas más recientes sugieren que este es un problema que afecta al 18,9% de los varones de entre 25 y 70 años en España.
Esta afección tiende a aumentar con la edad, pero también puede afectar a hombres más jóvenes debido a factores como el estrés, la ansiedad, el estilo de vida poco saludable, los problemas de salud subyacentes y el uso de ciertos medicamentos. Es importante destacar que la impotencia no es una condición inevitable asociada al envejecimiento y que existen tratamientos efectivos disponibles, por lo que es siempre es recomendable buscar ayuda médica si se experimentan problemas de erección de forma recurrente o persistente.
Fármacos culpables
Tal y como señala Beatriz Díaz-Carrasco, farmacéutica, en una publicación, la etiología de la misma es por diversas causas entre las que se encuentran la ansiedad, el estrés y la depresión entre muchas otras. En cuanto a fármacos se refiere, algunos tratamientos pueden causar impotencia.
La disfunción eréctil se vuelve más común con la edad, y una de las razones detrás de esto es que los hombres mayores son más propensos a tomar algún tipo de medicamento. De hecho, según una publicación especial de salud de Harvard sobre la disfunción eréctil, se estima que aproximadamente el 25% de todos los casos de este problema son efectos secundarios de medicamentos.
Los medicamentos más comunes asociados con esta disfunción incluyen antidepresivos, medicamentos antiulcerosos, tranquilizantes y diuréticos, que ayudan al cuerpo a eliminar sodio y agua, y se utilizan para tratar insuficiencia cardíaca, insuficiencia hepática y ciertos trastornos renales.
Por ejemplo, la finasterida, utilizada para contrarrestar la calvicie, también se informa que causa esta disfunción en el 1,3% de los hombres que la usan. Otros medicamentos que pueden desencadenar esta disfunción son los antihistamínicos, los antiandrógenos (utilizados para tratar el cáncer de próstata), los anticolinérgicos (utilizados para tratar la vejiga hiperactiva, la incontinencia, la EPOC y los síntomas de la enfermedad de Parkinson) y algunos medicamentos anticancerígenos.
Hipertensión
Otros fármacos como el enalapril, para la presión arterial, se relaciona con este problema, al igual que losartán. La disfunción eréctil y la presión arterial alta a menudo van de la mano. De hecho, existen varios estudios, uno realizado por investigadores españoles, que conectan estos dos factores. Así, en concreto, los tiazídicos son los medicamentos más relacionados con la impotencia dentro del grupo de fármacos para tratar la tensión arterial alta.
Aunque todos los tipos de medicamentos para tratar la hipertensión pueden causar problemas de impotencia, el siguiente grupo más problemático parece ser el de los diuréticos y los bloqueadores beta. Mientras que los bloqueadores alfa, los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) y los bloqueadores de los receptores de angiotensina (BRA), tienen una menor incidencia.
Muchas investigaciones se han centrado en el betabloqueante Atenolol y su relación con el empeoramiento de la disfunción eréctil. Mientras que otros investigadores han observado la alta prevalencia de la disfunción eréctil en personas hipertensas tratadas con betabloqueantes en general.
Grupos de medicamentos
Teniendo en cuenta la lista que ha compartido Díaz-Carrasco y el listado de la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos, los medicamentos que más se relacionan con la impotencia son antihistamínicos como cimetidina, dimenhidrinato, difenhidramina, hidroxizina, meclizina, nizatidina, prometazina y ranitidina.
Diuréticos, antihipertensivos y bloqueadores como atenolol, betanidina, bumetanida, captopril, clorotiazida, clorthalidona, clonidina, doxazosina, enalapril, furosemida, guanabenzina, guanetidina, guanfacina, haloperidol, hidralazina, hidroclorotiazida, labetalol, metildopa, metoprolol, nifedipina, fenoxibenzamina, fentolamina, prazosina, propranolol, reserpina, espironolactona, triamtereno y verapamilo.
La impotencia también se relaciona con el tratamiento con antidepresivos como las benzodiacepinas (clonazepam), amitriptilina, amoxapina, buspirona, clorodiazepóxido, clorpromazina, clomipramina, clorazepato, desipramina, diazepam, doxepina, escittalopram, fluoxetina, flufenazina, imipramina, isocarboxazida, lorazepam, meprobanato, mesoridazina, nortriptilina, oxazepam, fenelzina, fenitoína, sertralina, tioridazina, tiotixeno, tranilcipromina y trifluoperazina.
También medicamentos para la enfermedad de Parkinson, quimioterapéuticos y hormonales como benztropina, biperideno, bromocriptina, antiandrógenos, busulfán, ciclofosfamida; además de otros medicamentos como ácido aminocaproico, atropina, ciclobenzaprina, estrógenos, finasterida, dexametasona, dutasterida, furazolidona, lansoprazol, bloqueadores h2, orfenadrina, prednisolona, proclorperazina, algunos analgésicos opiáceos como la codeína, el fentanilo, la hidromorfona, la metadona o la morfina.