En solo una semana, el incendio de Tenerife es ya el peor del año en España, arrasando más de 14.600 hectáreas y obligando a evacuar a más de 12.000 personas. El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha anunciado que declarará la zona afectada como catastrófica en el momento en que esté controlado. Sin embargo, los efectos perjudiciales de las llamas permanecerán más tiempo, sobre todo en aquellos que han peleado para extinguirlo.
Hace un año, la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) pasó de clasificar la profesión de bombero en el grupo 2B, posiblemente cancerígena, a hacerlo en el grupo 1, definitivamente asociada al cáncer.
Ya un estudio realizado por el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional de EEUU señalaba que estos profesionales tenían un 9% más de riesgo de ser diagnosticado con un cáncer que la población general, y un 14% más de riesgo de morir por una enfermedad oncológica.
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Son los productos que se absorben mediante inhalación, ingestión o incluso contacto con la piel –por cada 5 ºC de más, la abosorción de toxinas se incrementa un 400%– lo que eleva el riesgo por encima de la población normal, "tanto en bomberos urbanos como forestales", advierte Carlos Sánchez, delegado de prevención del sindicato CCOO.
"Las sustancias a las que te enfrentas en un incendio forestal [como el de Tenerife] varían respecto a las de un incendio urbano pero hay otras que, a grandes rasgos, están siempre presentes, como formaldehídos y bencenos".
Una revisión de 32 estudios publicada en 2006 concluía que la profesión de bombero conlleva un riesgo elevado de mieloma múltiple y una asociación probable con linfoma no Hodgkin, cáncer de próstata y de testículo. Existe también un riesgo elevado de tumores cerebrales, melanoma, cáncer de colon, hígado o pulmón.
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No es el único riesgo para la salud aociado a la profesión de bombero. La exposición a sustancias tóxicas, el estrés térmico, la deshidratación o los turnos rotatorios también son factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares. De hecho, una investigación de 2003 halló que el 45% de las muertes de servicio entre bomberos de EEUU se debían a enfermedades coronarias.
La deshidratación, además, puede exacerbar enfermedades previas del corazón, riñón, hígado o tracto intestinal. Otros estudios han hallado asociaciones con hipertensión, diabetes o problemas de sueño: el 61% de los bomberos que respondieron a una encuesta en Reino Unido afirmaban tener dificultades para dormir, entre otros, por los turnos rotatorios, el estrés o la carga de trabajo.
Todo esto hace que la esperanza de vida de un bombero sea "entre 7 y 8 años menor que la de la población general", señala Sánchez. Por eso, en 2008 se aprobó un Real Decreto para adelatar la jubilación anticipada a los 60 años. "Se hablaba de una profesión especialmente tóxica y peligros, con índices superiores a los de la población general en morbilidad y mortalidad".
El experto pone como ejemplo el 11S. Murieron 343 bomberos en las labores de rescate pero en las dos décadas siguientes la cifra de compañeros que intervinieron y han sido víctimas de enfermedades relacionadas con su trabajo ha sido casi la misma.
"Hasta julio de 2023 hahabido 327 muertes y la curva de fallecimientos es exponencial: seguramente antes de finales de este año se supere la cifra de defunciones durante la intervención en la zona cero", apunta.
Descontaminar el equipo
También incide en esta peligrosidad Nicolás Pérez, representante de CSIF (Central Sindical Independiente y de Funcionarios). "Aunque hoy tenemos todas las medidas de prevención habidas y por haber, seguir tragando mierda es inherente a la profesión".
"Si vas a un rastrojo te tienes que poner corriendo la mascarila, pero el 80% de las veces lo haces como te toca: hay que decidir entre ponerte todo lo que señala la ley de prevención de riesgos laborales o apagar el fuego".
Esto ocurre muchas veces por la ambigüedad de la información que reciben sobre el incendio concreto. "Si llegas al incendio y nos vas vestido adecuadamente no va a haber un bombero que te diga que regreses a ponerte el equipo adecuado, primero porque va a haber 25.000 teléfonos móviles apuntándote, y segundo, porque lo que tienes que hacer es intervenir en el menor tiempo posible".
Se refiere a los dos tipos de equipación que tienen los bomberos, la urbana ("el traje de confinado") y la forestal ("el traje técnico"), que es más liviana. "Si te pones a apagar un incendio forestal con un traje de confinado puedes morir de un golpe de calor o de deshidratación", advierte.
La descontaminación de los trajes también puede suponer un problema, pues muchos parques de bomberos no tienen lavadoras adecuadas y deben enviarse al fabricante para hacerlo, "cosa que haces cuando tienes un descanso largo: si haces una intervención y luego tienes guardia no puedes". En consecuencia, la exposición a contaminantes del incendio no se ha cortado.
Incendios y problemas de salud
Los incendios no solo afectan a la salud de los bomberos. Se estima que 339.000 personas mueren cada año como consecuencia de la exposición al humo generado por los incendios, advierte un editorial reciente de la revista Archivos de Bronconeumología, el órgano de difusión de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
"En el corto plazo, los efectos de la contaminación atmosférica relacionados con el fuego incluyen el desarrollo de asma, EPOC [enfermedad pulmonar obstructiva crónica] e infecciones respiratorias, y un deterioro de la función pulmonar observable hasta diez años después de la exposición".
El incremento de partículas contaminantes PM2.5 y PM10 puede exacerbar enfermedades pre-existentes en la población, "especialmente aquellas de naturaleza cardiovascular", y la ceniza y las altas temperaturas impactar en las personas vulnerables, advierte el artículo.
Los autores –los salubristas Alberto Ruano y Cristina Candal y la neumóloga Cristina Martínez– engloban los incendios dentro de las consecuencias para la salud de eventos relacionados con el cambio climático como el aumento de las temperaturas, las sequías y la calima o presencia de polvo en suspensión en el aire.