Francisco J. González Minero (Huelva, 1966) es el claro ejemplo de que para dedicarle toda la vida a una profesión no es necesario tener una vocación. "¿Farmacia? Pues Farmacia, mismo", recuerda acerca de ese decisivo momento en el que tuvo que elegir la carrera que iba a estudiar. Este curso académico cumplirá 34 años dando clases de Botánica, una especialidad que tampoco fue su principal opción en un principio: "Aunque una vez que me metí, sí que me empezó a gustar".
Por aquel entonces, González reconoce que los biólogos eran los que más interés mostraban por las plantas. "Pero las estudiaban por estudiarlas, sin ver las aplicaciones que podían tener", lamenta. Habrá a quien relacionar plantas con salud le parezca poco más que una pseudociencia. Este profesor de la Universidad de Sevilla es consciente de ello: "Suena a remedio de pueblo, pero las plantas son un reservorio de muchos medicamentos". Uno de los más conocidos es la aspirina, proveniente de la corteza del sauce blanco.
"Ahora bien, no todo lo que se coge de la naturaleza es bueno", advierte el experto en Botánica. De hecho, debido al 'boom' actual de las plantas medicinales considera que en algunos casos se asumen propiedades que no han sido demostradas. Es por este motivo por el que califica como "verdaderas" aquellas que se dispensan en farmacias, mientras en los herbolarios encuentra "mucho fraude" al no estar sometidos a ningún control sanitario.
Por otro lado, González también es la muestra de que combinar oficio y afición puede dar fruto. "Hace 40 años desde que leí Cien años de soledad por primera vez", cuenta a EL ESPAÑOL. Lo hizo en varias ocasiones hasta que en una de ellas se dijo a sí mismo "oye, aquí vienen muchas plantas". Así fue como comenzó a analizar la botánica en la literatura de Gabriel García Márquez. Asegura que le "costó años" recopilar todas las referencias que hace de este tipo el Premio Nobel colombiano, de quien tiene clara una cosa: "Fue un gran hipocondríaco".
Gabriel García Márquez no 'heredó' la profesión de su padre, quien tuvo una farmacia. ¿En su caso sucedió igual?
Sí. Estudié en un colegio de los Jesuitas al que un día llegó un cura con un maletín muy viejo y nos puso a hacer unos test. Ese tipo de examen no se había visto nunca en la década de los años 70. Fui el que peor nota sacó de la clase. No me adaptaba bien a los test porque estaban más preparados para la gente de letras. Así que a mi padre, que se dedicaba a la banca, le recomendaron que estudiara una carrera de ciencia. Finalmente, me metí en Farmacia porque me daba un poco de respeto hacer Medicina y que se me muriera la gente.
¿No tenía vocación entonces?
No, no creo en las vocaciones si no son heredadas. Además, muchas veces las vocaciones se frustran. Conozco a alumnos a los que sus propios padres los han enviado a continuar la carrera de Medicina en Centroamérica y luego han decidido abandonarla. No es una carrera tan difícil, sólo hay que asumir que la gente se tiene que morir.
¿Cómo surge su interés por las plantas medicinales?
En mis años universitarios la asignatura de Botánica la impartían los biólogos y la daban con un tono muy naturalista; esto es, estudiar las plantas por estudiarlas, sin ver sus aplicaciones. Como fui el primer expediente de la carrera, una profesora me preguntó si quería investigar acerca de esta cuestión y le dije que sí. Sin ser mi primera opción ni tener vocación alguna. Una vez me metí, sí que empezó a interesarme. Tanto es así que sigo estudiando hasta ahora, 34 años después.
¿No se ha cansado después de tanto tiempo?
Para nada, y ojalá siga investigando sobre este tema del que nunca se termina de aprender. Las plantas no se mueren. Sin embargo, mucha gente no las aprecia. Las ven como algo ornamental e incluso no saben ponerles nombre. Uno va al campo y le parece que todas son iguales porque son verdes. Por eso para la Botánica hay que estudiar mucho. No se trata de manejar tres cosas y ya está. En cambio, cada vez se está quitando más de los planes de estudio. Dentro de 50 años no va a haber en España una persona que identifique una planta.
¿Ha ido a peor el estudio de las plantas medicinales?
Ha ido a peor por la ignorancia. Hace 50 años apareció la síntesis química y nos fuimos olvidando de que las plantas siempre han sido la fuente de medicamento del hombre. Pero es más fácil buscar en un laboratorio que en la naturaleza. Sí que es cierto que desde principios de siglo se han vuelto a disparar los estudios acerca de las plantas medicinales. Basta con echar un vistazo a las bases de datos. ¿Por qué? Pues porque las plantas son un reservorio en el que se pueden encontrar muchos medicamentos.
¿Entiende que haya quien vea las plantas medicinales como una pseudoterapia?
Sí, lo puedo llegar a entender, suenan como un remedio de pueblo. Pero es porque existe un desconocimiento científico y farmacéutico. Además, las farmacéuticas no son una ONG. Un medicamento de síntesis vale mucho dinero producirlo, hay mucha investigación detrás. Y claro, van a venir plantitas que te hagan más o menos lo mismo. Luego también están los herbolarios, donde hay mucho fraude porque no te están dispensando la planta correcta ni tampoco conocen sus efectos secundarios.
He consultado a varios farmacéuticos y me dicen que hay un interés más creciente por la fitoterapia. Muchas veces esta ciencia no es para curar una enfermedad ya declarada, sino para sentirte mejor en general o para prevenir una enfermedad.
¿Deben venderse las plantas medicinales en farmacia y con receta?
Todo el mundo cree que lo natural es lo más sano, pero no siempre significa lo más seguro. Hay algunas plantas tóxicas. No todo lo que se coge de la naturaleza es bueno. Por eso las plantas medicinales que se venden en las farmacias son las verdaderas. Para trabajar en un herbolario no necesitas estar graduado en Farmacia y, además, los productos no están sometidos a los controles sanitarios. Lo que sucede es que de unos años para acá la Seguridad Social ha eliminado un montón de plantas medicinales que tenían una acción terapéutica comprobada.
¿Por qué la Seguridad Social no cree en las plantas medicinales?
No es que no se crea, sino que la medicina occidental ha encontrado la forma de conseguir fármacos sin recurrir a las plantas. En España se quiere un efecto inmediato, acción-reacción, como es este país. Hay 8.000 millones de personas en el mundo y 2.000 millones de ellas tenemos acceso a la medicina alopática -aquella que ofrece una sustancia para un dolor-, mientras que el resto de la población utiliza las plantas medicinales en busca de nuevos medicamentos. Se puede decir que las plantas medicinales son cosa de pobres, pues sí. Pero lo son todavía más de ricos, porque complementan otros tratamientos y ayudan a prevenir enfermedades.
¿Qué opinión le merece la primera cumbre internacional que convocó la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre medicina tradicional en la India?
Hay países como India, también en otros de África y América del Sur, donde mucha gente no tiene acceso a la medicina alopática, ya que es cara porque la hacen farmacéuticas estadounidenses y francesas que quieren ganar dinero. Entonces existe una presión diciendo "oye, que la humanidad no son cuatro países". Hay plantas medicinales que se utilizan desde los romanos. Si se siguen tomando es porque hacen algo. Si no, se hubiera perdido en el tiempo.
¿Comprende que hubiera médicos que criticaran esta cumbre?
El 'boom' que hay ahora provoca que a cualquier planta le asimilen propiedades que quizás no tenga o que habría que comprobar.
¿Cree que es una cuestión de clasismo?
No, más bien es por el desconocimiento que existe. Las plantas medicinales son como el patito feo para mucha gente. Es más fácil quitarte un dolor de cabeza con dos paracetamoles que tratarlo antes de que aparezca. Aunque hay una rama que sí que estudia acerca de ella, los médicos actuales no tienen ni idea de Botánica.
¿Cómo surge la idea de 'contar' las plantas que hay en la obra de Gabriel García Márquez?
Hace 40 años leí Cien años de soledad. Lo leí varias veces, pero a raíz de mi conocimiento profesional dije "oye, aquí aparecen muchas plantas". Me costó mucho trabajo porque algunas de ellas vienen nombradas con la denominación vulgar en Colombia. Es la misma planta, pero se llama de otra forma. García Márquez, que fue un gran hipocondríaco, era hijo de un boticario, que además era brujo, y se fue empapando de todas las recetas que daba su padre. En realidad, no iba con este objetivo, iba por el placer de leer, pero leyendo me fui encontrando y empecé a subrayar.
Es un buen ejemplo de cómo combinar afición y profesión.
Claro, aunque la investigación sin cultura no se puede transmitir. Por ejemplo, la aspirina, que es uno de los mejores medicamentos que ha inventado la humanidad, proviene de la corteza del sauce blanco. ¿Tú te acuerdas del virus del ébola?
Sí, claro.
Pues Teresa Romero, la primera infectada por el ébola en España, recibió un suero que se produjo valiéndose de la ayuda de plantas del tabaco transgénicas. El tabaco y los virus siempre se han llevado muy mal. ¿Por qué no se ha estudiado más? Pues porque es cosa de pobres. Como le digo a mis alumnos, yo no lo veré y ustedes quizás tampoco, pero las plantas serán los fabricantes de futuros medicamentos, conforme vaya aumentando la capacidad de análisis.
¿Confía en que la situación cambie?
Hombre, claro. Los alemanes gastan muchísimo dinero en estas plantas y esa gente no es tonta. Como dijo Miguel de Unamuno, que inventen ellos. Hasta que no se haya consolidado en otros sitios, en España no se entenderá. También se necesita tener formación, aunque el médico ya no la tiene y el farmacéutico cada vez menos. La definición de salud de la OMS dice que es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones. Es decir, porque uno no tenga una enfermedad no significa que tiene una buena salud.
¿Tiene plantas medicinales en su casa?
En mi armario tengo las estomacales para hacer bien las digestiones. También los laxantes, porque hay que ir bien al cuarto de baño todos los días para no producir tóxicos. También tengo aloe vera para las heridas. Y té verde, que tiene muchos polifenoles, que sirven para retrasar el envejecimiento.
¿Ha realizado alguna expedición para conocer de primera mano una planta?
No, suelo coger toda la bibliografía que hay sobre una planta y a partir de ahí hago mi resumen. Cuando veo una revisión, lo primero que miro es que la planta tenga su matrícula.
¿Como la del coche?
Así es. Tú coges una planta, le pones un nombre —que ya es difícil— y la llevas al herbario, que es donde se conservan los cadáveres de las plantas. Una vez con el nombre puesto, el herbario, que tiene su matrícula, le pone un número. Por ejemplo, en el de Sevilla, que tenemos unas 230.000 plantas, la matrícula es SEV. Así que no atiendo ningún trabajo si no hay un testigo en un herbario. No es coger una planta y ya está. Es más serio de lo que parece.
¿Le gustaría visitar Colombia?
Claro que sí. El problema es que el billete vale no sé cuánto.
Si un día llega a ir, lo más probable es que sepa más de las plantas que algún autóctono.
Sí, eso te lo aseguro. Me costó años. No hacerlo, sino investigar acerca de las plantas. Cuando muere Aureliano Buendía dice algo así como "cayó una lluvia de flores amarillas". Digo "¿esta planta cuál es?". Estuve años hasta que di con su nombre, la tabebuia.