Facultad de Psicología de la Universidad de Granada.

Facultad de Psicología de la Universidad de Granada. Andreuvv Wikimedia Commons

Salud

El auge de la salud mental impulsa la guerra fratricida entre psicólogos: "Tendrá consecuencias nefastas"

La falta de especialistas clínicos ha llevado a algunas comunidades a contratar psicólogos capacitados con un máster que buscan entrar en la sanidad pública.

2 octubre, 2023 01:40

"Es un melonazo, ¿estás seguro de que quieres meterte?" Todos los psicólogos consultados para este reportaje han mencionado la misma frase: "Es un tema delicado". Porque el auge de la preocupación por la salud mental en España tras la pandemia ha reavivado entre estos profesionales una polémica que lleva ya años y que está lejos de solucionarse.

La mecha la ha prendido una mesa redonda organizada por la Asociación Nacional de Psicología Sanitaria que tuvo lugar este pasado viernes y que fue anunciada días antes. Versaba sobre la figura del psicólogo general sanitario en los centros de atención primaria, una "figura imprescindible en salud mental pública".

Para un lego, no parece algo que genere mucha polémica, sobre todo sabiendo cómo ha aumentado la necesidad de atención a la salud mental tras los efectos de la Covid-19. El impacto ha sido profundo, sobre todo en mujeres y en menores, donde ha habido un aumento de hasta el 47% en el número de trastornos.

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En la mesa había dos palabras, sin embargo, que han suscitado la discusión. El psicólogo "general sanitario" es aquel que está capacitado —por lo general, mediante un máster universitario— para brindar servicios relacionados con la evaluación, diagnóstico y tratamiento de problemas de salud mental.

Sin embargo, en la sanidad pública, esa figura le corresponde, por ley, al psicólogo clínico. Es decir, aquel que ha obtenido el título de especialista tras realizar un programa de residencia e centros públicos durante cuatro años: se trata del Psicólogo Interno Residente, una figura idéntica a la del MIR (Médico Interno Residente), que capacita a los médicos para ejercer en la sanidad pública en una especialidad concreta, desde la medicina de familia hasta la neurocirugía.

Ahora pueden entender la polémica de la mesa. "La jugada que jamás nadie pensó: denigrar la profesión desde la propia profesión". "Nos vamos a cargar la sanidad pública". "No nos hemos matado a estudiar 10 horas diarias para esta estupidez". El cabreo entre aquellos que han optado por el PIR es patente.

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El ataque también viene desde el lado de los máster. Una usuaria de la red social X (antes conocida como Twitter) se quejaba de que en su máster, el que la capacita para ser psicóloga general sanitaria, les habían puesto como tarea debatir sobre ambas figuras y la lectura "de un artículo completamente sesgado y subjetivo de un tío al que se le nota de lejos la rabia hacia los PIR" y en el que prácticamente se equiparaban las dos formaciones, la de un año y la de cuatro.

Los ánimos llevan caldeados mucho tiempo pero la pandemia ha disparado la furia. Gracias a la concienciación sobre la salud mental han aparecido los primeros servicios hospitalarios de psicología clínica, pero también se ha intentado solventar esta demanda por la vía rápida: contratando psicólogos generales sanitarios para los centros de salud.

Son varias las comunidades que se han lanzado a hacerlo. Cataluña anunció la incorporación un "referente de bienestar emocional comunitario" en los equipos de atención primaria, que "desarrollará labores de promoción y prevención en salud emocional, dirigidas a los colectivos que más lo necesitan". ¿Los requisitos? Idealmente, tener el Grado de Psicología y un máster en Psicología General Sanitaria.

Dos profesiones, dos normativas

No es la única región que ha anunciado planes de este tipo. La Comunidad Valenciana también se ha comprometido a incorporar al menos un psicólogo en cada centro de salud, preferentemente psicólogos clínicos (los formados vía PIR). Pero: "Ante la imposibilidad de contar con un psicólogo clínico para dar cobertura a la salud mental, se requerirá el perfil del psicólogo general sanitario para suplir estas funciones en los centros de salud donde se dé este supuesto".

Sin ser programas específicos, Madrid, Navarra y otras comunidades han lanzado ofertas para psicólogos generales sanitarios. "Y en Andalucía todavía no es algo oficial pero hay ciertos colectivos moviéndose en esa dirección", afirma Gabriel Ródenas, psicólogo clínico del Hospital Universitario Virgen Macarena y portavoz de la Sociedad Española de Psicología Clínica – Anpir, que ha denunciado el programa catalán y está estudiando hacerlo con el resto de movimientos autonómicos.

"En España tenemos dos profesiones de psicología sanitaria, especialista y general, que se regulan por dos normativas distintas", señala. "Son profesiones distintas, reguladas de forma distinta y que habilitan funciones y hábitos de actuación distintos. Cuando a nivel político y de la administración son intercambiables, vienen los riesgos y los peligros", advierte. "Esto puede tener unas consecuencias nefastas para todos".

El problema viene de lejos. La Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias, de 2003, dejaba fuera a la Psicología como profesión sanitaria. Los únicos que quedaban dentro eran los formados mediante el PIR, que no llegaban a un centenar cada año.

La situación empeoró con el Plan Bolonia; de una licenciatura en Psicología de cinco años se pasó a un grado de cuatro. La solución para poder ejercer (fuera del sistema público de salud, eso sí) estaba en la implantación de un Máster en Psicología General Sanitaria y en la acreditación de aquellos profesionales que llevaban trabajando en salud mental un número mínimo de años.

En 2011, la Ley General de Salud Pública afirmaba que al psicólogo general sanitario corresponde "la realización de investigaciones, evaluaciones e intervenciones psicológicas sobre aquellos aspectos del comportamiento de las personas que influyen en la promoción y mejora del estado general de salud, siempre que dichas actividades no requieran una atención especializada por parte de otros profesionales sanitarios".

La larga lista de espera

Para Ródenas la situación es clara. La atención primaria es un nivel tan especializado como la hospitalaria —de hecho, la medicina de familia es también una especialidad— y, "además, muy sensible. Yo he trabajado en primaria y es la puerta de entrada a todo el Servicio Nacional de Salud, hay que saber coordinarse, colaborar y discriminar, no se trata de dar tratamiento psicológico a tutiplén".

Según el facultativo, "si entrase un perfil menor, no solo rebajaríamos la categoría sino que estaríamos a merced de otros compañeros que nos digan cómo manejar la agenda". Por otro lado, "a la Administración le cuesta menos un generalista que un especialista: olvidémonos de consolidar plazas en hospitales públicas, de más plazas de formación especializada y de la creación de más especialidades como la psicología infanto-juvenil, la neuropsicología, la psico-oncología..."

Los defensores de la entrada de los psicólogos generales sanitarios en la atención primaria tienen un potente argumento: "Esto reduciría dos importantes problemas que hay hoy en día: la larga lista de espera para acceder a la atención psicológica por parte de la seguridad social y la baja frecuencia en las sesiones que se ofrece por la alta demanda de pacientes", apunta Fernando Pena, presidente de la Asociación Española de Psicología Sanitaria (Aepsis) y director del centro de psicología Calma Al Mar, en Valencia.

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"Nadie duda de la importancia que tiene la psicología clínica en entornos hospitalarios y centros de salud mental", continúa. "Sin embargo, es igualmente cierto que las plazas nuevas de especialista que salen cada año no superan las 250 y que hay espacio para psicólogos generalistas en ambulatorios y centros de salud pública".

Hace diez años, eran 130 las plazas PIR ofertadas para toda España. Aunque el auge de la salud mental con la pandemia ha animado a aumentar el número de plazas, en la última convocatoria solo fueron 247 (por más de 2.000 plazas de medicina de familia).

Frente a la escasez de plazas de residente, las facultades de psicología siguen produciendo cada vez más licenciados. Según datos del INE, en 2022 se graduaron 9.202 psicólogos (de ellos, 2.372 por la privada), un 20% más que hace cinco años.

Para aquellos que quieran ejercer una función sanitaria, la vía obvia es el máster de capacitación. El número de profesionales colegiados con especialidad sanitaria son 38.427, pero el INE no diferencia clínicos de generales. Según un informe reciente de la consultora Iqvia, habría 6 clínicos ejerciendo por cada 100.000 habitantes, lo que dejaría la cifra en unos 3.000. Entre hospitales, centros de salud y consultorios, habría en España unos 14.000 centros.

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"Las personas que trabajamos durante años en el ámbito de la salud mental sabemos que hay casos con una cierta complejidad, y otros muchos casos que llegan a una consulta de psicología (que yo diría incluso que son más del 50%), que no requieren un grado de especialización para la evaluación, diagnóstico y tratamiento", defiende Pena.

"La existencia de un psicólogo de familia no solo decongestionaría la asistencia médica, sino que reduciría el gasto en fármacos, acortaría los tratamientos y beneficiaría en último término a quien más lo necesita, que es el paciente", afirma el psicólogo. "Estoy convencido de que en un plazo no superior a 10 años todos los centros de salud contarán con un psicólogo de familia".

Esto no convence a Gabriel Ródenas. "Creo en la colaboración entre ambas categorías profesionales pero sin incumplir la ley. No hacen falta medidas que son parches que a medio-largo plazo van a caer, la sanidad pública tiene que ir encaminada a la mejora de las plazas de formación de especialistas, la consolidación de las plantillas y, sobre todo, la creación progresiva de más especialidades dentro de la psicología, pero no puede ser que empecemos con medidas perversas que intenten desestabilizar todo este proyecto, porque es fácil que se venga abajo".