El cólera es una enfermedad que el imaginario colectivo parece haber dejado en el pasado. Es cierto que se la conoce desde largo tiempo atrás —el mismísimo Hipócrates mencionaba sus síntomas en sus tratados—, pero de remota no tiene nada. A lo largo de la historia se han registrado seis pandemias de esta dolencia y, desde principios de los 60, el mundo viene lidiando con la séptima. Desgraciadamente, los recursos disponibles no están siendo suficientes para luchar contra ella.
Un informe reciente de la OMS avisa que en 2022 "la séptima pandemia del cólera se ha recrudecido". Según detalla, la cifra de afectados se ha duplicado en sólo 12 meses, pasando de los 223.370 casos notificados en 2021 a los 472.697 del pasado año.
"El cólera es una enfermedad a tener muy en cuenta", señala Raúl Rivas, catedrático de Microbiología en la Universidad de Salamanca. Su advertencia liga con la potencial gravedad de la enfermedad. Si no se trata, puede llegar a ser mortal. De hecho, estudios estiman en países endémicos es responsable de hasta 143.000 defunciones al año.
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"Produce lo que se conoce como diarreas con forma de agua de arroz", prosigue el experto. El nombre liga por el característico color blanquecino de las heces que se expulsan, síntoma de la grave alteración electrolítica que puede llegar a ocasionar. Por eso, el principal tratamiento es la rehidratación. Muy lejos de esta definición queda la prosa de García Márquez, esa que decía "los síntomas del amor son los mismos del cólera".
El papel de la higiene
Mientras, el informe de la OMS muestra especial preocupación porque "el patrón geográfico de la enfermedad ha cambiado". Tal y como se especifica, se han notificado grandes números de casos en países que llevaban años sin dar la voz de alarma, como Líbano, y brotes en otras naciones habituales, pero de unas magnitudes que hacía largo tiempo que no se daban.
"El número actual, el tamaño, la concurrencia de múltiples brotes, la propagación a zonas libres de cólera durante años y las alarmantes tasas de mortalidad representan una grave amenaza para la seguridad sanitaria mundial", sentencia el organismo.
El motivo de este crecimiento se explica, en mayor parte, por la propia dinámica de la enfermedad. Se contrae bebiendo agua o comiendo alimentos contaminados por la bacteria que la produce, por lo que la higiene juega un papel fundamental. "El cólera va asociado al saneamiento y al acceso de agua potable", confirma Rivas. Las guerras recurrentes, como las que estamos viviendo en algunos países de África o zonas de Oriente Medio, favorecen la destrucción de infraestructuras y, por ende, la aparición de brotes".
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El experto añade el efecto de los desastres naturales y las consecuencias que tienen sobre la salubridad de las zonas afectadas, aunque también apunta a la influencia que tiene el serogrupo y biotipo de bacteria que ataca en cada momento.
El cólera está producido por la bacteria Vibrio choleare, más concretamente de los serogrupos O1 y O139. El serogrupo O1 se divide a su vez en dos biotipos, el clásico y El Tor, que son los responsables de arrojar algo más de luz sobre este misterio. "Las pandemias anteriores han sido atribuidas al biotipo clásico, pero la actual se atribuye al El Tor, más agresivo y complicado que el anterior", dilucida Rivas.
La polémica de 2022
Como recuerda Francisco José Roig en un artículo de divulgación sobre el cólera, las principales pandemias de esta enfermedad atacaron en 1817, 1829, 1852, 1863, 1881-1896 y 1899-1923 y produjeron varios millones de muertes. Sólo en España, durante en siglo XIX causó casi el millón. Los dos últimos brotes en este país fueron en 1911 y 1971, con sólo 65 fallecimientos.
Si bien, en 2022 la Junta de Castilla-La Mancha actuaba de emergencia ante el caso de una menor que había contraído la bacteria causante del cólera después de consumir agua del grifo de una finca situada en la comunidad.
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La situación, afortunadamente, no llegó a más de una gastroenteritis, ya que los análisis efectuados posteriormente por el Instituto de Salud Carlos III comprobaron que la bacteria encontrada en la joven era Vibrio cholerae O1, pero sin la toxina que infiere los fulminantes cuadros diarreicos del cólera. En los informes de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica se atisba que el caso no se consideró como tal.
Retrotrayéndose al pasado, sólo se han contabilizado ocho casos desde 2015. Salvo uno que no se pudo determinar el lugar de infección, todos fueron importados. Oficialmente, el último caso de cólera autóctono en nuestro país data de 1979.
"Es difícil que en zonas como España o Europa, donde hay una red de saneamiento importante, una red de alcantarillado y red de agua potable, aparezcan brotes de cólera", tranquiliza el experto. "No es imposible, pero altamente improbable".
El drama de las vacunas
El caso antes citado de España confirma sus palabras, al igual que el resto de países de Europa que figuran en el informe de la OMS. Austria, Alemania, Grecia, Italia, Noruega, Suecia, Países Bajos y Reino Unido informaron de casos, pero todos eran importados. La única excepción es Francia. De las siete personas que contrajeron la enfermedad, cuatro lo habían hecho de forma autóctona.
Como medida de prevención, Rivas habla de higiene. Mientras, si se viaja a países donde el cólera es endémico, existen vacunas. En España, por ejemplo, se administra Dukoral. El problema es que la OMS advierte que la disponibilidad de éstas es limitada. Cada vez más. De hecho, en sus campañas ha pasado de administrar dos dosis a una única. Por ello, llama a tomar "medidas urgentes y colectivas" que puedan poner fin a una enfermedad que entraña una funesta paradoja: a pesar de ser fácilmente prevenible y tratable, sigue matando con virulencia hoy en día.