Seguro que usted tiene amigos o familiares nacidos en diciembre. Seguro que les ha oído hablar alguna vez de las dificultades que han tenido por ser —ellos o sus hijos— los más pequeños de su clase o, simplemente, porque su cumpleaños está demasiado cerca de las navidades y el resto del año es un yermo sin regalos. Aquí tiene razones para rebatirles su pesimismo.
El Gordo de Navidad o el primer nacimiento del año no son las únicas loterías que se juegan en estas fechas. La más importante de ellas, la de la salud, también echa suertes y a los nacidos en diciembre, por lo general, les salen buenas cartas. Así parecen afirmarlo numerosos estudios.
El mito de la desventaja de los nacidos en diciembre se encuadra, sobre todo, en la educación. En los primeros años de vida, una diferencia de meses tiene consecuencias en el rendimiento.
Aunque este hándicap se corrige con el paso de los años, sigue siendo un factor de abandono escolar. El economista Antonio Cabrales apuntaba, en base a resultados antiguos del informe PISA, cómo la diferencia en la tasa de repetidores entre los nacidos en enero y los que vinieron al mundo en diciembre llegaba a ser de 11,5 puntos porcentuales en primaria y 10,5 en secundaria.
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No se trataba solo del rendimiento en la escuela sino también en el deporte. En su libro Fuera de serie, el periodista científico superventas Malcolm Gladwell dedicaba varias páginas a mostrar cómo los jugadores de hockey de primera división habían nacido de forma masiva en los primeros meses del año, cuando solo unos pocos lo hacían al final.
Esto se debía a un sesgo de selección. En las categorías infantiles eran los nacidos entre enero y marzo los que despuntaban, por lo que jugaban más partidos durante más tiempo y, por tanto, mejoraban su rendimiento frente a aquellos que 'chupaban banquillo'.
Esa desventaja, ¿también es aplicable a la salud? Son muchos los estudios que han buscado asociaciones entre el mes —o la estación— de nacimiento y diversas enfermedades, con interesantes conclusiones.
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Hay una salvedad, los resultados obtenidos en un país pueden no ser aplicables a otro. Por ejemplo, los datos obtenidos en una nación del hemisferio sur pueden ser los contrarios al norte ya que su ciclo de estaciones es distinto: cuando en el norte es invierno, allá es verano.
Dicho esto, el nacer en diciembre o, de manera más amplia, en otoño, ha sido relacionado con una mejor salud cardiovascular, una menor incidencia de problemas mentales comunes y hasta una mayor esperanza de vida.
Un estudio de 2015 revisó los datos de 1,75 millones de individuos nacidos entre los años 1900 y 2000 y que habían sido atendidos en el Centro Médico de la Universidad de Columbia. Una vez eliminadas aquellas características que podían dar lugar a errores, halló 55 enfermedades que dependían de manera significativa del mes de nacimiento.
De ellas, 19 habían sido reportadas previamente en otros estudios y 20 estaban, de una forma u otra, relacionadas con las condiciones anteriores. Había 16, en cambio, que eran nuevas.
Lo más llamativo es que, de esas patologías no relacionadas anteriormente con el mes de nacimiento, nueve eran cardiovasculares y la incidencia era menor en los meses de otoño, diciembre incluido.
Fibrilación auricular, hipertensión primaria, insuficiencia cardíaca congestiva, angina de pecho o miocardiopatías eran algunas de las patologías menos prevalentes entre los nacidos a finales de cualquier año.
Más TDAH, menos asma
Entre las condiciones no conocidas que se relacionaban de forma negativa con el último mes del año también se hallaban ciertos tumores de próstata y pulmón. Estas se sumaban a las ya conocidas, como el asma alérgica o la isquemia miocárdica crónica, así como a partos llevados a término sin problema.
En el lado contrario, había cierta propensión al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), algo que ya se conocía, y a mayor número de infecciones respiratorias agudas.
Lo más sorprendente es que, señalaban los autores, aquellos nacidos entre octubre y diciembre llegaban a vivir medio año más que los nacidos en primavera.
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De hecho, estudios previos ya señalaban una esperanza de vida ligeramente mayor para los nacidos en otoño. En España, el último informe del Ministerio de Sanidad sobre esperanza de vida también refleja este hecho: entre 2006 y 2021 ha habido una diferencia de medio año entre los nacidos en el segundo semestre del año frente al primero (83,6 frente a 83,1 años son las últimas estimaciones).
Siguiendo con nuestro país, un trabajo de 2017 realizado por los entonces profesores de la Universidad de Alicante José Antonio Quesada y Andreu Nolasco, concluía que los nacidos en diciembre eran menos propensos a padecer enfermedades crónicas comunes que los que vinieron al mundo en la mayoría del resto de meses.
Tomando datos de la Encuesta Nacional de Salud de 2006 (una muestra de 29.478 personas que representaba los 44,7 millones de habitantes de España por aquel entonces), observaron que la prevalencia de enfermedades crónicas en los decembrinos era del 8%, solo mayor que en junio y noviembre.
Por el contrario, los meses más 'peligrosos' para nacer eran enero (9,4%), mayo (8,8%), marzo y abril (ambas con un 8,7%).
Diferenciando por sexos, los hombres eran más propensos a alergia crónica pero menos a artrosis, artritis, enfermedades de la piel, depresión o ansiedad. En las mujeres, en cambio, solo se observó una mayor propensión a problemas de la menopausia e incontinencia urinaria.
Los autores observaban que "el mes de nacimiento puede actuar como un indicador de periodos de exposición temprana a diversos factores, como exposición a rayos ultravioletas, vitamina D, temperatura, exposición estacional a virus y alergias, etc. que pueden afectar al desarrollo de útero y al neonato en sus primeros meses de vida".
También más altos
Aunque no mide enfermedades, un estudio publicado el año pasado relacionaba mes de nacimiento y altura en Hellín, un pueblo de la provincia de Albacete. Con datos de 16.266 personas que alcanzaron los 21 años entre 1908 y 1985, observaron que los nacidos al final del verano y durante el otoño eran los más altos. Septiembre era el mes con los individuos más altos (165,01 centímetros de media) y diciembre se encontraba entre los cuatro primeros, con 164,69 centímetros.
Si hay un punto en que los estudios que relacionan el mes de nacimiento con diversas patologías se muestran cautos es en proponer razones para explicar estas diferencias. Como apuntaban Quesada y Nolasco, la exposición a diferentes factores durante el embarazo o en los primeros meses de vida puede determinar estas diferencias.
Sin embargo, esa ventaja frente a las enfermedades cardiovasculares podría tener una razón concreta. Los autores del estudio de la Universidad de Columbia razonaban que los niños nacidos durante la pandemia de gripe de 1918 y que habían sobrevivido mostraron un 20% más de riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular.
Por tanto, aventuraban, las infecciones maternas durante los meses de invierno podían contribuir al exceso de enfermedades del corazón en los nacidos entre enero y marzo frente al resto.