Se estima que 1 de cada 30 personas padecerá una hernia inguinal a lo largo de su vida. Este tipo de hernia, que es de las más frecuentes, se presenta cuando una porción de tejido abdominal sobresale a través de una abertura en la pared muscular de la ingle, provocando una protrusión con molestias, dolor y sensibilidad en la zona.
Aunque una hernia no tiene por qué representar un riesgo grave, hay que prestarle atención cuando los síntomas empiezan a ser evidentes, ya que pueden llegar a ser muy dolorosos, especialmente al realizar esfuerzos, si se levanta peso o se practica algún deporte. En algunos casos, se puede optar por esperar y observar de cerca la dolencia por si se reduce sola, mientras que en otros, la cirugía puede ser la mejor opción para evitar complicaciones mayores.
“Las hernias principalmente hay que operarlas cuando hay síntomas”, afirma el doctor Luis Saldarriaga, especialista de Cirugía General y Aparato Digestivo en el Hospital Quirónsalud Valencia. En los casos en los que la protuberancia sea dolorosa y no experimente mejora, puede entrañar un riesgo de incarceración. “Si el paciente persiste con una hernia, sobre todo las inguinales, esas se pueden complicar con mucha más frecuencia. Lo que puede ocurrir es que la hernia se vea estrangulada, se corte el riesgo sanguíneo y ahí la complicación depende del órgano que esté involucrado, que normalmente es el intestino”, advierte el especialista.
La cirugía es el único tratamiento que en la actualidad puede subsanar esta dolencia de forma permanente. Tradicionalmente, la cirugía abierta ha sido la intervención estándar para las hernias; sin embargo, desde hace unos años el abordaje mínimamente invasivo, con técnicas laparoscópicas, ha emergido como una alternativa más favorable para los pacientes.
Esta técnica evita la apertura total de la pared abdominal, ya que “se realiza a través de una incisión en el ombligo de un centímetro aproximadamente y dos pequeñas incisiones adicionales a los lados del abdomen”. A través de estas incisiones se introduce una cámara y las herramientas quirúrgicas especializadas. De esta manera, el cirujano tiene una mejor vista de la pared abdominal, permitiéndole reparar la hernia con gran precisión y evitando todas las complicaciones que conlleva una cirugía abierta. Durante la intervención, se colocan unas mallas de material sintético para cerrar el orificio herniario, ayudando así a disminuir la tensión de la zona y aumentando la resistencia de la pared abdominal.
El postoperatorio habitual de la laparoscopia es mucho más rápido que en una cirugía abierta. De hecho, los pacientes suelen recibir el alta en el mismo día o al día siguiente. En unas dos semanas pueden realizar vida normal, pudiendo incorporar el deporte a las tres semanas de la intervención. “Y la otra gran ventaja es el beneficio estético”, añade el doctor Saldarriaga, debido a la fácil cicatrización de las pequeñas incisiones que se realizan.
La cirugía mínimamente invasiva para el tratamiento de la hernia inguinal ha transformado la experiencia quirúrgica para muchos pacientes. La técnica reduce el tiempo de recuperación, la incomodidad y dolor postoperatorio y el riesgo de complicaciones. Además, los avances en esta tecnología quirúrgica han permitido a los cirujanos realizar reparaciones cada vez más precisas, mejorando los resultados a largo plazo en sus pacientes.
Aunque este método puede sustituir a la cirugía abierta con las mismas garantías, en España este tipo de intervenciones todavía se encuentran por debajo del 25% en el tratamiento de las hernias. Si bien cada caso es único, la cirugía mínimamente invasiva ofrece nuevos niveles de seguridad y de recuperación para los pacientes en el tratamiento de una patología muy común entre la población.