Antonio Alonso sorbe un poco de café con leche. Habla de forma muy pausada. Se nota que en su día a día ha estado acostumbrado a trabajar con sosiego. El necesario para hacer un trabajo de máxima precisión: identificación de víctimas y criminales mediante el ADN. Sus últimos años de carrera los ha pasado dirigiendo nada más y nada menos que el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, un centro de referencia europea e internacional por el importantísimo trabajo que realiza poniendo la ciencia al servicio de la Justicia.
"Tuve la oportunidad de unirme al servicio de Biología del Instituto en el año 84. Entonces no había ADN y trabajamos con proteínas y con grupos sanguíneos, pero aquello era muy errático y producía poco. Decir que el asesino era del grupo A era el 40% de la población", cuenta. Doctor en Bioquímica y Biología Molecular y experto en Genética Forense, su carrera ha pasado por mil y un derroteros, desde confirmar la identidad de los miembros de ETA José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala hasta contribuir a la condena del criminal de guerra Milosevic.
Puede que con su recién estrenada jubilación vengan tiempos más tranquilos, aunque nunca se sabe. De momento, dice que el tiempo que tiene lo va a dedicar a leer y profundizar en diversos estudios.
Dice en su recién inaugurada cuenta de X (antes Twitter) que será aprendiz toda la vida.
Eso es así. En mi carrera profesional ha sido así. He vivido unos tiempos de evolución tecnológica muy importante y he tenido la suerte de vivirla desde el principio, desde la primera técnica que se utilizó en el campo forense hasta ahora, con todos los temas de secuenciación masiva.
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Hasta hace no mucho, se necesitaba una muestra del tamaño de una moneda de un euro para extraer ADN. Ahora, el tamaño es tan ínfimo que no lo podríamos ni ver. Un cambio gigante, ¿no?
Efectivamente. Hemos pasado de necesitar nanogramos y microgramos de ADN a resultados con picogramos. Se ha mejorado muchísimo la sensibilidad de las técnicas y la automatización del análisis.
Esto es una ventaja muy grande, por la sensibilidad que tenemos, pero que también tiene algunos inconvenientes. Cuando estamos identificando mediante ADN trazas biológicas que ni siquiera sabemos cuál es su origen celular, tenemos que evaluar ese tipo de pruebas con mucha prudencia, porque pueden estar relacionadas con el hecho que se está investigando, pero puede que no tengan nada que ver.
Aquí está uno de los grandes dilemas del campo forense. Puedo responder con mucha probabilidad a preguntas como de quién proviene esa muestra, pero no puedo decir con tanta probabilidad a qué actividad está asociada o cómo se depositó. Si es consecuencia de una agresión o simplemente de que el individuo estuvo en la escena.
Precisamente, la guía internacional Interpretando la Genética Forense, de la que es también autor, advierte que el ADN no debería ser el testigo de cargo en un juicio. ¿Por qué?
El ADN, como cualquier otra prueba, debe evaluarse en el conjunto de todas las pruebas. Hay situaciones en las que, por mucho que el ADN diga que tu rastro está ahí, si tú puedes demostrar que no estuviste allí, hay que buscar otra explicación.
Imagínate que en esta mesa ocurre algún asesinato 24 horas después. Aparte de que el sospechoso haya podido dejar algún vestigio, lo que sabemos seguro es que van a encontrar vestigios míos y de personas que han estado aquí antes. Eso va a complicar mucho la investigación. Hay que intentar diferenciar lo que es paja de lo que realmente vale y ese es uno de los problemas.
Una investigación forense es un puzle de muchas piezas. Al final, la única persona que conoce todas las pruebas es el juez que lo investiga. Él tiene completa independencia y entendemos que lo va a hacer de manera objetiva e independiente. Aquí es muy importante la formación de los jueces, los fiscales, etc.
Hubo un caso en Reino Unido de un hombre que pasó cinco meses en prisión preventiva porque su ADN le señalaba como culpable y luego se demostró que había sido un error. ¿En España se ha dado algún caso similar?
Aquí tenemos la suerte de tener un nivel en Genética Forense buenísimo. Ahora mismo, hay 14 laboratorios de seis instituciones públicas que participan en uno de los proyectos de las Ciencias Forenses de más éxito en España, que es la base de datos de ADN para la investigación criminal y la investigación de desaparecidos.
No obstante, en todos los sitios pueden existir errores o interpretaciones que no son correctas o que no se han visto desde todas las perspectivas.
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¿Cuál fue el primer caso en el que se aplicó la Genética Forense en un caso en España?
Probablemente lo aplicaría Ángel Carracedo, que ha sido como un padre espiritual para todos nosotros. Un maestro, un pionero. Nosotros, en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, el primer caso lo tuvimos en 1991 y fue además una exclusión. Era una violación, en la que la víctima había reconocido a un individuo nigeriano, pero luego el ADN dijo que no era él.
¿Algún caso que recuerde en el que el ADN haya sido especialmente importante?
El ADN en el caso de Rocío Wanninkhof fue fundamental para demostrar que hubo una falsa imputada, que era Dolores Vázquez. Y no solamente eso. Nos alertó de lo importante que era tener una base de datos de ADN. Fue fundamental para el desarrollo de la ley que se hizo en 2007 (Ley Orgánica 10/2007, de 8 de octubre, reguladora de la base de datos policial sobre identificadores obtenidos a partir del ADN).
Si no me equivoco, cuando muere Rocío, se recoge una colilla que era de Tony King, pero no se coteja con la base de datos de Reino Unido.
Sí. Fíjate la importancia de esto. Ahora, todos los días en España los perfiles de ADN se comparan entre todas las instituciones a nivel nacional y con 23, 24 países europeos. Y hay miles de match, de coincidencias, entre un resto biológico y un sospechoso que ha sido detenido. Es un elemento importantísimo. No sólo en el ámbito criminal, también para identificar a personas desaparecidas.
Justo he visto que tiene una gran experiencia en esto último. Fue incluso perito en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. ¿Cómo fue su labor en este caso?
Fui solicitado como experto por la Fiscalía. Analizamos unos restos óseos que habían aparecido en un campo de concentración, pero que era una segunda inhumación de una matanza que hubo en Kosovo. Entre las víctimas había una mujer embarazada y poder demostrarlo fue una prueba fundamental en el caso Milosevic y luego en el de los otros generales. Yo estuve en dos ocasiones en el tribunal declarando sobre esa prueba y también preparando con la Fiscalía el caso. Para mí fue una experiencia fabulosa.
Salvando las distancias, ahora España inicia la creación del banco estatal de ADN de víctimas de la Guerra Civil y la dictadura franquista. ¿Va a seguir ligado al proyecto?
Seguiré colaborando con lo que necesiten. Acabamos de instalar ya el sistema en el servidor del Ministerio de Justicia, hay que hacer una formación a los usuarios y luego hay que ampliar esto a las laboratorios de las distintas comunidades.
La tarea parece, como poco, ardua.
Bueno, hay mucho interés. Creo que será un proyecto de éxito y se ha hecho mucho trabajo. Este tipo de proyectos de memoria, desde mi punto de vista, son necesarios. Estamos hablando de reparación, de Derechos Humanos, y creo que el Estado debería hacer ese esfuerzo. Luego ya está el tema político y otras cosas, pero el tema de la reparación y el derecho de un familiar a enterrar sus muertos es algo que nadie debería dudar.
¿Dar paz es una de las partes más reconfortantes de su trabajo?
Sí. Cuando ves a un familiar al que has hecho una identificación… (hace una pausa). Los familiares te lo agradecen muchísimo y recibes ese agradecimiento con mucha emoción.
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Normalmente, no trabaja con los cuerpos al pie del cañón, como quien dice. Sin embargo, le tocó en el 11M. ¿Cómo fue aquello?
Es verdad que normalmente no estamos en la escena. Recibimos las muestras. Pero en esas situaciones, una de las maneras de combatir ese shock que produce un atentado terrorista como el del 11M es la solidaridad. Recuerdo a todo el mundo volcado en el pabellón de Ifema. Ha sido uno de los casos probablemente más impactantes de mi carrera. Cuando estamos en el laboratorio no vemos la realidad de una manera tan cercana.
Recuerdo también el caso Spanair. Una de las escenas más terribles para mí fue un niño en la autopsia. Eso es tremendo. Aquello nos pilló sin un plan y eso es lo peor que te puede ocurrir. Menos mal que años después sí que lo hemos sacado.
La identificación de víctimas es un tema muy complicado. Depende mucho de las circunstancias, la accesibilidad y el estado de las víctimas. Normalmente, la sociedad, las familias, exigen que hay que hacerlo, porque esto es ADN y porque en las películas sale que se puede hacer. Pues no. Hay veces que se pueden tardar dos meses en hacer las pruebas y veces en las que no se puede hacer nada. Hacerlo mal provoca casos como el del Yak-42, en el que se entregan dos cuerpos equivocados.
Hilando con esto y con que estoy hablando con un medio, a veces la presión de los medios es importante. Yo entiendo que hay necesidad de un titular y de actualidad, pero esto genera también bastante sesgo de conocimiento, dependiendo de cómo se traten las cosas.
Con Lasa y Zabala esa presión debió de ser tremenda
Entiendo que es un caso que genera mucho interés informativo y con las implicaciones que eso tenía para los GAL, etc. Fue el primer caso de identificación de restos humanos que tenían ya cierta antigüedad que hicimos en el Instituto.
Y uno de los casos que yo siempre pongo como ejemplo, porque un poquito antes, no habría sido tan fácil. Los laboratorios no eran tan expertos en extracción de ADN de restos óseos. En este caso teníamos a los padres biológicos de cada uno de ellos y no hubo dudas. Pero imagínate si no hubiera habido ADN. Se habrían generado dudas, sobre si lo eran, no lo eran… Con el análisis antropológico que hizo Paco Echevarría, antropólogo forense y buen amigo mío, a él ya no le cabían dudas, pero pudimos confirmarlo con ADN.
¿Los medios dificultan su labor?
Muchas veces hay titulares que generan no sólo sesgo de conocimiento, sino que generan una alarma, como 300.000 bebés robados en España. Creo que la ciencia está para esto, para obtener datos y para darlos a conocer. Esa noticia puede generar una alarma en la sociedad y en los familiares que perdieron un hijo. Hay que hacer un poco de retrospectiva de qué dijimos los medios sobre este tema sin contrastar. Para mí es un tema fundamental.
Justo hace poco daba una entrevista a este respecto sobre que, de momento, no había constancia de casos de bebés robados.
La investigación debe continuar. Son delitos muy graves. También lo es la adopción irregular, de una madre que cedió en determinadas circunstancias a su hijo. Lo que decía en aquella entrevista es que en aquellos casos en los que se dice "mi hijo que nació en un hospital público y que nació bien y luego me dijeron que había muerto y no me enseñaron el cadáver", de los que hemos podido analizar, el 90% había fallecido. Eso hay que tenerlo en cuenta en la investigación. Al final, estamos aquí para ayudar a los afectados. Los datos que tenemos, que tiene la Fiscalía, la Oficina de Víctimas y el Instituto, es que no hay más de 3.000 afectados que estén investigando.
Está el problema es la adopción irregular, en los que el consentimiento pudo estar pervertido. Para mí este tema es importante y creo que el Estado puede ayudar en estos casos. Te pongo un ejemplo: en la base de datos de bebés robados del Instituto hay 108 hijos adoptivos que no encuentran a sus familias y unas 500 madres que buscan a un hijo adoptado. Un estudio genético como la genealogía genética puede ayudar. Porque ya lo ha hecho. En España, el primer caso de bebés robados, Inés Madrigal, conoció a su familia porque introdujo su ADN en una base de datos genómica y encontró a sus familiares. Le contaron que efectivamente había sido adoptada fruto de una donación de su madre.
Hoy en día, la genealogía genética tiene muchísimo interés en el ámbito científico. Está resolviendo más de 700 casos criminales, casos no resueltos, en Estados Unidos y en algunas otras zonas del mundo. A lo mejor nos tenemos que plantear este tipo de herramientas para poder dar una solución a los hijos adoptados que van buscando su origen biológico. El problema fundamental es que este tipo de tecnología está en manos privadas, de grandes compañías, que son las que tienen millones de usuarios que han metido su ADN porque querían conocer distintas cosas.
Esta es una de las preguntas que tenía preparada. Mi prima ha metido su ADN en una de esas páginas que te dicen sus orígenes. Yo, que veo mucho true crime, he visto que en Estados Unidos se utilizan estas webs para cotejar ADN y localizar criminales. No es que vaya a cometer ningún crimen, pero ¿me tendría que preocupar por mis datos?
Bueno, habría que ver en qué plataforma y qué consentimiento informado dio. Efectivamente, el primer caso, el del Golden State Killer, entiendo que se produce, entre comillas, de manera fraudulenta. Hay personas que no han dado su consentimiento para la investigación criminal que se buscan así. Es la problemática de este tipo de tecnología, la privacidad. Creo que lo público tiene que entrar aquí y tiene que regular. Otra cuestión es que venga un hacker y robe no sé cuantos datos.
Hay que progresar en los temas de seguridad y hacer un proyecto transparente, pero lo que hay que tener claro es que lo que funciona, va a seguir funcionando y la policía está venga a mandar casos que no tenían resueltos.
¿Esto es parecido a lo que pasó con Eva Blanco?
Eso es otra parte. Es la capacidad del ADN de predecir nuestra apariencia física. Hablamos de marcadores que dicen el color de ojos, el color de piel y el color del pelo, marcadores biogeográficos o bioancestrales y marcadores como la edad. Funcionan como un testigo. El testigo del ADN me dice que fue un individuo rubio de ojos azules, pues ya buscamos eso.
Nunca es una prueba definitiva, simplemente una pista de investigación, pero a veces la pista se convierte en algo fundamental que lo cambia todo. Es lo que sucedió en el caso de Eva Blanco. Cuando se hizo esto, se vio que había una probabilidad altísima de que fuera un individuo magrebí. Si recuerdas el caso, al principio se hicieron screening masivos. Pues luego ya fue dirigido. Primero se dio con un hermano y luego con él. El dato de ancestralidad puede ser importantísimo también en la identificación de un cadáver.
¿Qué opina de aquellos que abogan por la creación de un banco de ADN de todo el país?
Aquí siempre debe haber un balance entre la privacidad y la seguridad. Desde mi punto de vista no es necesario. Ahora mismo, las herramientas que hay en el ámbito forense te permiten obtener con bastante eficiencia la identificación de un caso y su resolución en muchos casos.
En determinados países anglosajones prima la seguridad, pero creo que en el ámbito mediterráneo estamos más preocupados por nuestra privacidad. Es lo que hablábamos antes, hay que tener cuidado con poner una muestra de ADN en Internet.