El tacto es el primer sentido que se desarrolla en los recién nacidos. Es, también, la experiencia de contacto más directa con nuestro entorno físico y social. En el último sentido, besamos a nuestros familiares, abrazamos a nuestros amigos y acariciamos a nuestra pareja para demostrarles cariño o para apoyarles en momentos difíciles. Sin embargo, el contacto físico no sirve solo para mostrar amor o apoyar a alguien, también mejora la salud física y mental, como afirma un metaanálisis publicado el pasado lunes en la revista Nature Human Behaviour.
La investigación utilizó más de 200 estudios publicados anteriormente y que en total implican a más de 13.000 personas. Los autores observaron que el contacto físico tiene la capacidad de reducir el dolor, los sentimientos asociados a la depresión y la ansiedad en los adultos. En niños los aspectos positivos van desde facilitar el crecimiento y el desarrollo, hasta amortiguar la ansiedad y el estrés, a lo largo de la vida de un niño.
Pilar López, psiquiatra y decana de la facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), explica que al sentir una caricia o un masaje se liberan sustancias del sistema nervioso central relacionadas con el placer como la serotonina, las endorfinas o la oxitocina. Además, se reduce la producción de cortisol, una hormona relacionada con el estrés. Un cóctel que al final contribuye a mejorar el bienestar de las personas.
Los beneficios para la salud eran mayores si el masaje o las caricias se hacían en la cabeza (por ejemplo, en la cara o el cuero cabelludo). López relaciona este resultado con el hecho de que esta sea una de las zonas con más terminaciones nerviosas del cuerpo y recuerda que el cuero cabelludo es también donde más se nota la tensión cuando se sufre estrés o algún trauma o bloqueo, por ejemplo.
Los investigadores observaron también que había diferencias según la procedencia de las cohortes analizadas. Los grupos con sujetos sudamericanos obtuvieron mayores beneficios para la salud que los norteamericanos y los europeos. Para Jerónimo Saiz, psiquiatra y profesor emérito de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), esta es una cuestión puramente cultural. Este aspecto matiza y altera cómo se vive y hay culturas en las que, incluso, prácticamente se rechaza el contacto físico.
En personas enfermas
Otro de los aspectos que muestra el texto es que los resultados eran mayores en los sujetos de cohortes clínicas, es decir, en pacientes con algún tipo de enfermedad física o mental. Una de las hipótesis que barajan los autores del trabajo es que se debe a que estas personas tienen un deseo mayor de contacto físico. López, de la UAM, está de acuerdo y cree que son situaciones en las que los pacientes pueden sentirse aislados. “Todo lo que suponga eliminar esa distancia mejora el bienestar”, añade.
La psiquiatra defiende que, en el caso de personas con enfermedades o trastornos mentales, hay mucho riesgo de verse estigmatizados y sentirse indefensos, por lo que resulta lógico que sentir el contacto físico para ellos suponga una mejora mayor que para otro tipo de pacientes o para personas sanas.
Aumentar el número de sesiones se asoció de manera positiva con mejores resultados respecto a la depresión y la ansiedad, pero también en la reducción del dolor en los adultos. Sin embargo, alargar su duración no fue igual de productivo. La teoría que barajan los investigadores es que alargar estas sesiones puede producir una habituación en el cerebro que disminuye el efecto positivo del contacto físico. También barajan la posibilidad de que se vea reducido el agrado del tacto al aumentar la exposición.
Este no es el único estudio que muestra los beneficios del contacto físico en la salud. A finales de 2023, un estudio publicado en la revista Skin health and disease afirmaba que el tacto de forma afectiva puede reducir el dolor y el picor provocados por enfermedades crónicas de la piel. La investigación explicaba también que los melanocitos (un tipo de células de la piel) comparten receptores y vías de señalización con las células del sistema nervioso.
Hay que tener en cuenta también la importancia de que el contacto físico se produzca de manera deseada. Jerónimo Saiz, de la UAH, cuenta que recibirlo sin ese consentimiento puede producir estrés, agobio, malestar, por lo que el efecto sería completamente el contrario.
López, de la UAM, cree que hay que darle el “valor curativo” que tiene al contacto físico, pero pone en duda que pueda realizarse como terapia: “Tiene muchos riesgos y podría ser peor el remedio que la enfermedad”. La psiquiatra recalca que hay que abogar por establecer relaciones humanas cálidas entre médico y paciente, pero también con los seres queridos. Los beneficios del contacto piel con piel están más que demostrados y es importante involucrarse con los demás, consolar a otra persona cuando sufre y ofrecerle un abrazo o una caricia si lo necesita. De esta forma se puede contribuir a aliviar su dolor, físico o mental, concluye.