La incontinencia urinaria (IU) es una preocupante afección que consiste en la liberación incontrolada de orina, ya sea por esfuerzo físico o por una urgencia repentina. Esto genera inconvenientes sociales y representa un desafío significativo para la salud pública de cualquier país.
Afecta a entre el 20 al 30% de la población, incrementándose hasta el 50% en personas mayores. Especialmente prevalente en mujeres mayores de 65 años, representando un síndrome geriátrico común con serio impacto en su bienestar.
La Asociación Española de Urología señala que la incontinencia urinaria tiene una prevalencia de más de 6 millones de personas en España, con una estimación de más de dos millones de casos crónicos. Este número podría aumentar a 2,7 millones para 2029.
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Es notable que, a pesar de las altas tasas de incidencia, una considerable cantidad de pacientes no busca asesoramiento médico para esta patología. Se calcula que la mitad de las mujeres adultas la padecen, pero únicamente un porcentaje, que varía entre el 25 y el 61 por ciento, acude a profesionales de la salud para tratarla.
Este fenómeno se debe en gran medida al estigma asociado con la enfermedad. La vergüenza que sienten muchos pacientes los lleva a evitar consultar sus síntomas, algo que junto al desconocimiento sobre las opciones de tratamiento y el temor a procedimientos quirúrgicos agravan el problema.
A menudo, la sociedad acepta erróneamente la incontinencia como una parte inevitable del envejecimiento, promoviendo la dependencia de absorbentes como solución. Estos productos suponen un gasto significativo, tanto en términos económicos como en impacto medioambiental por el uso de celulosa. Si la IU llega a constituir hasta el 2% del gasto sanitario, el 90% se debe al uso de absorbentes.
Por otro lado, aunque la IU no se vincula directamente con un aumento de la mortalidad en general, sí se ha relacionado con un aumento en un 20% el riesgo de fallecimiento de quienes residen en centros de cuidado para personas mayores.
Más allá de las repercusiones económicas, la IU es unan fuente de estrés emocional y social notable. Puede provocar ansiedad y depresión, especialmente en mujeres jóvenes tras el embarazo o en la menopausia, afectando incluso a la sexualidad. La IU impacta considerablemente en la calidad de vida, limitando la movilidad y afectando aspectos laborales y personales, como destaca la Organización Mundial de la Salud.
En la esfera sexual, cerca de un tercio de las personas con incontinencia padecen episodios durante las relaciones sexuales, lo que incrementa la ansiedad y puede causar disfunción sexual, impactando especialmente a quienes sufren de incontinencia de urgencia.
La incontinencia urinaria también presenta un riesgo más elevado de complicaciones de salud como infecciones cutáneas en la zona genital y una mayor propensión a sufrir caídas. Este riesgo es particularmente superior en mujeres de avanzada edad con incontinencia de urgencia, que sufren un porcentaje de caídas superior, con el consiguiente incremento en la tasa de mortalidad asociada.
En el entorno laboral, la IU puede causar pérdida de productividad debido a trastornos del sueño y reducción de la interacción social. Estos desafíos destacan la necesidad de un manejo integral de la IU, abarcando tanto los aspectos médicos como los de bienestar social.
Por qué ocurre
Históricamente, las explicaciones de la incontinencia se centraban en la insuficiencia del esfínter urinario exclusivamente. Sin embargo, la introducción de la uro dinámica (pruebas funcionales de la dinámica miccional) en los años 70 permitió entender mejor los procesos fisiológicos de la micción. Este conocimiento nos ayuda a comprender la importancia de la rehabilitación del suelo pélvico tanto en la IU de urgencia como por esfuerzo.
Esto es clave en la prevención y manejo de la incontinencia urinaria especialmente durante el embarazo, al incrementar la fuerza de los músculos perianales, demostrando una reducción del riesgo y un aumento de la continencia urinaria durante y después del parto.
En los casos de IU por urgencia miccional, actualmente contamos con fármacos administrados vía oral o mediante parches cutáneos (anticolinérgicos y Beta 3 agonistas) que reducen la actividad de la vejiga hiperactiva. También se emplea la inyección de toxina botulínica en el músculo extrusor de la vejiga, o el implante de dispositivos de neuro modulación (marcapasos vesicales) para controlar la incontinencia con urgencia en casos refractarios a tratamientos de primera línea.
Las cirugías contemporáneas para tratar la incontinencia de esfuerzo, que se originaron en el siglo pasado, tienen un objetivo común: proporcionar soporte al cuello vesical y la unión uretrovesical para prevenir prolapsos y escapes urinarios. En los casos severos con lesión del esfínter urinario, el implante artificial se ha visto favorecido por al advenimiento de técnicas mínimamente invasivas como la cirugía asistida por robot.
Esta constelación de tratamientos ofrece nuevas esperanzas para pacientes que anteriormente tenían opciones limitadas. Además, la telemedicina y las aplicaciones móviles dedicadas al entrenamiento del suelo pélvico representan herramientas complementarias valiosas en el tratamiento y prevención de la incontinencia.
El futuro en el manejo de la incontinencia urinaria es prometedor, la innovación no se detiene en los tratamientos farmacológicos o quirúrgicos. La investigación actual se enfoca en la posibilidad de "regenerar" esfínteres y tejidos dañados mediante terapias avanzadas y sin necesidad de implantes, como el uso de células madre.
Para concluir, es imperativo crear conciencia en todas las partes involucradas. Primero, en el personal sanitario, en la detección temprana y tratamiento mejorando la colaboración interdisciplinar entre urólogos/ginecólogos/médicos de atención primaria. Después, en los pacientes y su entorno, para el reconocimiento de la enfermedad y sus efectos. Finalmente, a las administraciones sanitarias para proveer los recursos necesarios.
Es interesante señalar en este punto que aunque el cáncer recibe atención prioritaria y fondos para investigación en busca de curas, afecciones crónicas no mortales como la incontinencia urinaria (IU) merecen una consideración crítica igualmente por sus profundos impactos socioeconómicos a largo plazo. Aunque no conduzcan directamente a la muerte, si pueden influir en ella.
La incontinencia urinaria es un problema de salud pública manejable y no debería ser una sentencia de aislamiento para nadie. Es vital que la sociedad supere la barrera del silencio y se movilice. Con la próxima edición del Congreso de la Sociedad Internacional de Continencia (ICS) en Madrid este octubre, se nos brinda una valiosa ocasión para no solo compartir conocimiento científico y avances en el tratamiento de la incontinencia, sino también para ayudar a eliminar el estigma y resaltar la importancia de abordar este tema en España.
El doctor Miguel Sánchez Encinas es jefe del Servicio de Urología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, en Móstoles (Madrid), y jefe de equipo de Urología en Hospital Ruber Internacional.