Cuenta Alejandro Villena (Málaga, 1992) que un paciente de apenas 30 años le dijo que sólo podía eyacular cuando veía porno; con su pareja, le era imposible. A este psicólogo le preocupa que "a pesar de ser una de las sociedades con más libertades sexuales de la historia, es probable que estemos ante una de las peores décadas" en cuanto a sexualidad se refiere.

Villena es uno de los 50 expertos que participa en el plan que ya elabora el Ministerio de Juventud e Infancia para analizar los riesgos tecnológicos en los jóvenes. Lo hace como especialista en sexología clínica y salud sexual. Confía en que, una vez que se haga pública esta hoja de ruta, no exista ningún desacuerdo, pues "la pornografía no entiende de clases sociales ni de ideologías".

Bajo un consumo compulsivo de este tipo de contenidos, el cerebro se comporta como con la cocaína. Su acceso, sin embargo, no está igual de limitado: "Antes, tenías que ir a por el porno. Ahora, viene a por ti". Este uso masificado, que ya ha causado "algunas generaciones perdidas", ha estado propiciado por las tecnologías, a las que se les ha sumado una última, la inteligencia artificial. "Con ella, la intimidad ha muerto. Aunque todos somos desnudables, a las mujeres les afecta más que a los hombres".

Villena atiende a EL ESPAÑOL en la sede del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, donde ha presentado, como coordinador técnico, el proyecto "Hablemos de… Sexualidad". Con esta iniciativa, se materializa la postura que defiende este psicólogo: "Hay que encontrar un modelo intermedio. Uno conservador, donde no se habla de sexo, no ayuda. Pero uno liberal, en el que puedes ver todo el porno que quieras, tampoco".

Un 24,4% de jóvenes españoles consume con frecuencia contenidos pornográficos que muestran violencia física y/o verbal. La edad media a la que acceden se sitúa entre los 9 y los 11 años. ¿En qué cree que hemos fallado como sociedad?

Diría que hay tres cuestiones fundamentales. La primera de ellas es que el acceso a la tecnología ha ido muy rápido. Le hemos abierto una puerta a nuestros adolescentes con el teléfono móvil, sin cuestionarnos el impacto que podía tener y lo que les estaba llegando. Es una gran problemática de la que no hemos reflexionado y que ha permitido que la pornografía llegue a cada hogar como si de una pandemia se tratara.

Luego, la propia industria de la pornografía se ha encargado de llegar a los adolescentes cada vez antes; ha encontrado un nicho de mercado a través de los móviles. Y a ello le sumaría la falta de educación afectivo-sexual, que lleva ausente en nuestro país desde hace décadas. Esto hace que no pueda haber un modelo de referencia sano para desarrollar un pensamiento crítico, con el que entender que la pornografía es ficción, ni una narrativa saludable de la sexualidad.

¿Para que los menores no accedan a la pornografía es tan 'fácil' como quitarles el móvil?

No. La pornografía les va a aparecer; ya sea por Internet, por la videoconsola o porque se lo enseñe un amigo. Lo importante es ayudarles a que comprendan que ese contenido pornográfico, que instrumentaliza a las personas y convierte el sexo en un producto, les aleja de la sexualidad en la vida real y de la potencialidad que tiene. Es evidente que se van a encontrar con un mundo digital. Pero tanto las familias como las propias industrias tecnológicas deberían retrasar ese acceso a la tecnología para protegerlos. 

El Gobierno anunció a principios de este año que implantará un certificado digital para que los menores no puedan acceder a la pornografía. ¿Considera que es un método efectivo, teniendo en cuenta que las generaciones actuales 'han nacido con las tecnologías debajo del brazo'?

Nacen con las tecnologías debajo del brazo porque se las damos nosotros, es importante recalcarlo. Creo que es un método muy efectivo porque protege la privacidad del usuario que quiera ver pornografía, y a la vez protege a los menores. Son vulnerables y, como sociedad, tenemos que desarrollar mecanismos de protección, como sucede con el alcohol o con el tabaco. Es verdad que no será suficiente ni lo único que les ayudará.

También hay que trabajar desde la educación, el ámbito familiar y la propia industria tecnológica. Habrá que cuidar los diferentes mecanismos que hay en Internet y que redirigen hacia una publicidad que favorece el consumo de la pornografía. Se trata de poder poner un certificado, como ocurre con las casas de apuestas. Puede ser un gran hito en España y en Europa porque obligará a la industria pornográfica (y si no lo hace, se le sancionará) a que tengan un mecanismo de protección de los menores.

¿Cómo explica que el acceso a la pornografía en menores sea sencillo, en comparación con otras sustancias que también les están prohibidas?

Antes, tenías que ir a por el porno. Ahora, el porno viene a por ti. Esto ha cambiado radicalmente. En la actualidad, es accesible y gratuito. No hay nada que genere adicción que esté tan disponible para los menores. No se nos ocurriría meter a un adolescente en una discoteca o un sex shop. Por tanto, deberíamos tener cuidado porque es un contenido sexual explícito que muchas veces es agresivo, denigrante y humillante. Y no nos hemos cuestionado la facilidad de acceso que tienen.

¿De qué forma actúa el cerebro de una persona que consume pornografía?

La pornografía se comporta igual que la cocaína en el cerebro porque el sistema de dopamina está alterado. Es una gratificación constante que va a más: voy necesitando una mayor cantidad de vídeo o un contenido más extremo para sentir los mismos efectos. Además, se pierde el autocontrol, la capacidad de parar y reflexionar acerca del deterioro en la vida social y afectivo-sexual que produce el consumir este tipo de contenido, al igual que sucede con otras adicciones.

¿Cuántas horas de pornografía puede consumir un adolescente a día de hoy?

Un adolescente con un uso problemático de la pornografía puede llegar a consumir hasta 3.000 horas en los cinco años más importantes de su desarrollo. Es mucho tiempo desarrollando una narrativa sobre el sexo poco apropiada y con una visión de la sexualidad donde la mujer es inferior, con unas expectativas completamente irreales y con una sensación de que el sexo es utilizar al otro y no compartir con el otro.

¿Estos casos de adicción a la pornografía los estáis viendo ya en consulta?

Sí, de hecho, cada vez es más la demanda. Era algo desconocido. Pero ahora estamos consiguiendo que la población entienda que tener un problema con la pornografía puede ser igual de problemático que tener un problema con el alcohol, con el tabaco o con cualquier otra droga.

¿Cómo llegan esos menores a consulta si dice que entre las familias es un tema tabú?

Por suerte, esos menores que llegan tienen familias que son conscientes de que es una problemática, y son las que lo detectan o tienen la confianza suficiente como para que sea el chico o la chica quien lo diga. Para hacer psicoterapia siempre se necesita el consentimiento de los progenitores. Aunque hay muchos adolescentes que no se atreven a hablarlo con sus familias por el tabú que existe.

¿Puede influir la clase social de la familia o la ideología en el acceso del menor a la pornografía?

La pornografía no entiende de clases sociales ni de ideologías. Es cierto que el acceso a Internet influye. Si no lo tienen por una cuestión económica, pues influirá. Lo que sí sabemos es que un modelo muy conservador, donde no se habla de sexo y se generan emociones muy negativas de culpa, no va a ayudar a que el adolescente te pida ayuda, sino que lo va a buscar a través de la pornografía.

Y un modelo excesivamente liberal, donde todo vale y puedes el porno que quieras, tampoco va a ser bueno. Hay que encontrar uno intermedio, con límites y fomentando sobre todo el pensamiento crítico y la autonomía del adolescente para enfrentarse a un mundo que a veces es hostil, pero también puede ser estupendo.

¿Cómo potencia el uso de TikTok el consumo de pornografía?

Parece que pueden ser la antesala a veces. Pero muchas otras, la pornografía también se instala en las redes que utilizan los adolescentes. En general, las redes sociales están muy hipersexualizadas, con un contenido que banaliza mucho la sexualidad: bailes, posturas y formas de relacionarse muy provocativas y sin darle mucha importancia al sexo. También hay mucha desinformación, con personas que no son profesionales dando mensajes sobre sexualidad que a veces no son apropiados.

Esta semana terminarán las clases en buena parte de España. ¿Con la llegada del verano se dispara el consumo de pornografía en menores?

Ocurrió con la pandemia. Pero también cuando hay mucho tiempo libre y mucho aburrimiento. Lo importante no es que no haya tiempo libre, sino saber usarlo bien. Se trata de hacer dietas tecnológicas. Que el adolescente aprenda a no necesitar una pantalla y una estimulación constante, porque así podrá desarrollarse y gestionar sus emociones de forma saludable.

Es uno de los 50 expertos que participa en el plan sobre los riesgos tecnológicos en los jóvenes que elabora el Ministerio de Juventud e Infancia. ¿Confía en que con este tipo de medidas se acabe con el consumo de la pornografía en menores?

Tengo la suerte de formar parte de este grupo de expertos y estamos haciendo una radiografía muy acertada de esta problemática. También estamos intentando ofrecer las mayores medidas a corto, medio y largo plazo para proteger a nuestros menores. Confío en que se lleve a cabo y, al menos, se minimice el problema un poco.

¿Confía también en que exista consenso al respecto?

Tengo esperanza de que si se acude al criterio científico y a profesionales cualificados, podamos llegar a un acuerdo. Creo que hay muchos puntos de encuentro porque todos somos seres humanos. Y, a pesar de la ideología que tenga cada uno, es un tema en el que creo que todas están de acuerdo, por lo que podremos avanzar.

Estas medidas se pondrán en marcha en los próximos años, pero ya hay menores que han crecido con un uso accesible de las tecnologías. ¿Vamos a fallar en algunas generaciones?

Creo que ya hay algunas generaciones perdidas porque han tenido un acceso masificado a la tecnología y a la pornografía. Estamos viendo un retraso madurativo provocado por las pantallas: problemas de atención y de visión. Hablamos de una sociedad de adolescentes pornificados que tienen más dificultades sexuales que nunca, que tienen más infecciones de transmisión sexual que nunca y esto sí que es una generación perdida, con la que hemos perdido la oportunidad de hacerlo bien.