Por qué aumentan los contagios de fiebre de Crimea-Congo: cigüeñas, calor y España vaciada
La presencia de la garrapata transmisora del virus se detectó por primera vez en 2010. Ya son 14 casos los diagnosticados en España, con 5 muertes.
24 julio, 2024 02:00El ingreso en condiciones de aislamiento de un hombre de 74 años diagnosticado con fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ha vuelto a poner de actualidad un virus del que se han conocido 14 casos en 12 años, cinco de ellos mortales.
Aunque son muy pocos casos, "está claro que vamos a tener que convivir con el virus", señala Agustín Benito, director del Centro Nacional de Medicina Tropical, del Instituto de Salud Carlos III.
Hay diversos factores que explican la cada vez mayor presencia del virus, pero quizá las principales causas son el aumento de las temperaturas propiciado por el cambio climático y la reducción de las actividades tradicionales del entorno rural, como la caza y la agricultura.
"No hay que espantarse, no va a haber brotes excesivos", matiza Benito, "pero todos los años vamos a tener noticias similares, así que mejor no ir con chanclas por el campo".
El primer caso reportado (y la primera muerte) ocurrió en 2016. En 2018 hubo dos, uno detectado retrospectivamente. Desde 2020 ha habido un mínimo de dos casos cada año, y este puede haber más.
La primera vez que se detectó el virus en España fue en 2010, en garrapatas capturadas en ciervos procedentes de una finca de caza en Cáceres, cerca de la frontera portuguesa.
"Entró en España a través de las aves migratorias que vienen de África y penetran por el suroeste peninsular, con preferencia en zonas con agua", como las márgenes del río Tajo donde se halló por primera vez el virus.
Estas aves —cigüeñas, golondrinas o vencejos, entre muchas otras— transportaban garrapatas del género Hyalomma, el principal reservorio del virus. Al llegar a la Península, el artrópodo se instala tanto en animales silvestres como en ganado.
El cambio climático, explica el director del Centro Nacional de Medicina Tropical, ha creado un ambiente idóneo para el desarrollo de la garrapata en la Península, así como para otros vectores de enfermedades tropicales, principalmente los mosquitos del género Aedes.
"Las temperaturas son mejores, las condiciones naturales de los ecosistemas les favorecen... El ciclo vital de los artrópodos vectores se ha prolongado", explica Benito.
Garrapatas en el Bierzo
El abandono de la caza y la reducción de la actividad agrícola también pueden haber contribuido a su proliferación, al aparecer maleza en tierras que antes eran cultivadas (desde donde la garrapata puede saltar hacia su próximo huésped) y aumentar la población de liebres.
De hecho, las zonas donde está implantada la garrapata tienen en común la baja densidad de población, ser entornos rurales con numerosas tierras para cultivo, ganadería y caza, y tener unas temperaturas templadas: Extremadura, Salamanca, Ávila, Toledo o la sierra madrileña.
Sin embargo, también se ha detectado la garrapata Hyalomma en zonas más frías como el Bierzo.
La garrapata prolifera en animales del campo y se mantiene al acecho en las zonas altas de arbustos y matorrales, desde donde saltan a su próximo huésped, sobre todo si este va en pantalones cortos y sandalias.
De hecho, 13 de los 14 casos detectados en nuestro país se dieron por picadura de garrapata en entorno rural. El restante se trató de una infección nosocomial, una enfermera que se contagió cuidando a un paciente: el virus también se transmite por contacto con los fluidos del enfermo.
Por eso, el protocolo a seguir es similar al del ébola: aislamiento si hay sospecha del virus y confirmación mediante diagnóstico microbiológico al enviar muestras al Centro Nacional de Microbiología.
El virus tiene un periodo de incubación de unos cinco días. La mayoría de casos sintomáticos presentan una clínica leve y durante cuatro o cinco días los pacientes tienen fiebre, cefalea, mialgias y mareos.
En algunos casos puede evolucionar hacia un cuadro clínico grave con manifestaciones hemorrágicas en piel y mucosas, con petequias o sangrado, que puede progresar hasta la muerte.
Infradiagnóstico
La tasa de letalidad se sitúa entre el 3% y el 40%, algo que está en consonancia con los datos españoles. Sin embargo, Javier Membrillo de Novales, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica advierte que pueden haberse dado más casos de los que se conocen.
"La mayor parte de los casos diagnosticados han sido en Castilla y León, sobre todo en Salamanca. Podríamos hipotetizar que están más concienciados y, por tanto, hay más sospecha diagnóstica".
"Deberían ser otras regiones geográficas", continúa, "donde hubiera más casos, como en Extremadura. Pero no se diagnostican. No sabemos si estamos tan solo ante la punta del iceberg".
De hecho, el primer caso que se conoce en nuestro país se detectó retrospectivamente gracias a las redes sociales. Una persona que había sufrido una picadura de garrapata en 2013, en Ávila, y acudió al Hospital de Salamanca, contactó por Twitter con un investigador en 2020.
"Pedimos una muestra nueva de sangre para analizar anticuerpos", contaba Miguel Ángel Jiménez Clavero, virólogo y profesor de Investigación en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, en un artículo para The Conversation. "El resultado fue inequívoco".
No solo eso, sino que unas muestras fueron enviadas al Instituto de Salud Carlos III en su momento para detectar posibles patógenos transmitidos por garrapatas, entre los que no se encontraba el virus de Crimea-Congo. Al analizar esas muestras "resultaron positivas". El primer caso real de esta enfermedad fue tres años anterior al primero 'oficial', de 2016.
Agustín Benito señala que esa mayor sensibilidad castellanoleonesa a las garrapatas puede deberse a las acciones frente a la enfermedad de Lyme, transmitida por estos artrópodos y endémica en la zona.