Cuidar la alimentación es básico para nuestra salud. Más allá de la obviedad que supone esta afirmación, lo que de verdad implican estas palabras es la necesidad de consumir productos variados y saludables que nos aporten un equilibrio nutricional adecuado para que nuestro organismo funcione correctamente. Y en ello entran otros factores menos evidentes, pero igualmente necesarios para garantizar el aprovechamiento de los beneficios nutricionales o sanitarios que nos ofrece la comida.

Se trata de un tema muy extenso y en torno al cual existe una copiosa bibliografía. Pero tal vez por el lógico énfasis que la ciencia ha depositado sobre la manera que tenemos de alimentarnos, la sociedad puede asumir con mayor rigor una actitud responsable para mejorar este hábito. Eso, en parte, es lo que pretende la campaña ‘La alimentación y la Salud’, una iniciativa a nivel comunitario que pone en valor el contenido de lo que comemos y su seguridad, atendiendo no solo a su origen sino regulando todo lo que tiene que ver con los aditivos que generalmente se incorporan antes de que lleguen a nuestros hogares.

En general la campaña, sobre la que puede debatirse en redes sociales mediante la etiqueta #Safe2EatEU, es una gran llamada de atención acerca de la seguridadde los alimentos y del cómo su procesado, en mayor o menor medida, puede afectarnos. La iniciativa está promovida por la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Entre los criterios que han guiado toda la puesta en marcha de la campaña no están en primer lugar censurar alimentos poco recomendables, denunciar malas prácticas o desaconsejar algunos hábitos, sino el poner al alcance de todos los ciudadanos el conocimiento necesario para tomar las decisiones más adecuadas y conscientes. Por eso, en la base de la propuesta de #Safe2EatEU se encuentra la reflexión acerca de qué alimentos son los que de verdad necesitamos para mantenernos sanos. Es un ámbito en el que la ciencia también aporta diferentes recomendaciones para construir una dieta equilibrada.

En cuestión de cantidades y variedad, y aun con diferencias regionales y de elaboración entre los distintos países de la UE, sobresale el impulso de ingredientes comunes para hacer menús saludables y que huyan del excesivo procesado, tales como los cereales integrales, frutas y verduras, frutos secos y semillas, leche y productos lácteos bajos en grasa, pescado y agua. Muchas de estas pautas aparecen reflejadas en tablas que indican los Valores Dietéticos de Referencia (VDR), que ponderan los beneficios o consecuencias indeseables del consumo de cualquier nutriente.

¿Cuándo es necesario complementar la dieta?

La opinión de las personas expertas en este campo es imprescindible para atender con rigor a estas recomendaciones. Y en este sentido, los profesionales y dietistas tienen un papel capital en la configuración de nuestros menús. No obstante, en los últimos años han proliferado todo tipo de complementos alimenticios cuya función es, como su nombre indica, enriquecer la dieta a través de suplementación de vitaminas o nutrientes específicos: vitaminas, minerales, aminoácidos, enzimas y extractos de hierbas, etc.

El principal uso que se le da a estos complementos es contribuir a asimilar elementos deficitarios a través de la dieta, por lo que su uso puede resultar conveniente en algunos casos. Sin embargo, lo que pretende visibilizar la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria es su excesivo uso en el caso contrario, es decir, en todas aquellas personas que realmente no necesitan tomar este tipo de productos que, por no considerarse medicamentos, en la Unión Europea están regulados como alimentos. Pero, no por ello, recuerda la campaña, deben considerarse una manera de sustituir las comidas porque ir más allá de una cierta cantidad no tiene ninguna repercusión en nuestros cuerpos e incluso un exceso puede generar problemas de salud.

Etiquetado: información y responsabilidad

Uno de los principales argumentos que influyen en la spersonas consumidoras a la hora de optar por algún producto frente a otro son los reclamos acerca de sus hipotéticos beneficios saludables, a veces publicitados de manera muy explícita. Estas técnicas, muy apegadas al marketing, constituyen un motivo de conflicto en muchos casos entre esta vis publicitaria y los efectos reales. Por eso, la AESAN también ha centrado sus miras en depurar este tipo de declaraciones de propiedades para garantizar que cualquier leyenda que aparezca en los envases estén justificadas científicamente y sean de fácil comprensión para el público.

En este capítulo, las autoridades sanitarias comunitarias distinguen entre las declaraciones de propiedades saludables y las nutricionales. Las primeras son cualquier tipo de afirmación sobre una relación entre alimentos y salud, mientras que las segundas se refieren a propiedades nutricionales benéficas de un ingrediente. En todo caso, la intención de la EFSA es la de proteger a las personas consumidoras de información inexacta o engañosa, para lo cual los profesionales expertos de toda Europa se encargan de evaluar las pruebas científicas que respaldan este tipo de mensajes. La Comisión Europea y los Estados miembros de la UE tiene, por tanto, la última palabra sobre la decisión de autorizar las solicitudes y la redacción que puede utilizarse.

En este contexto subyace la importancia de los mensajes y del etiquetado. Esto no solo es cierto en casos como los expuestos previamente sino para todos los alimentos que podemos comprar. Y es que los ingredientes de cada producto inciden en su sabor, en sus propiedades nutricionales e incluso en su precio. Pero también es imprescindible conocerlos para que aquellas personas con alguna alergia o intolerancia puedan tomarlos con seguridad, por ejemplo. Todo esto debe aparecer en las etiquetas, por lo que la EFSA enfatiza la claridad y la precisión en la redacción.

Puede que la ‘lectura’ más popular de una etiqueta sea la fecha de caducidad. Un límite temporal que marca una línea roja entre el período en el que un alimento es aún seguro para su consumo y el momento en el que su consumo es desaconsejable. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria también aclara la diferencia con la fecha de consumo preferente que, a diferencia de aquella, apunta más a la calidad el producto: una vez superada esa fecha el alimento es aún apto, pero puede haber perdido alguna cualidad como sabor o textura sin que eso suponga un riesgo para la salud.

Aditivos: constantemente bajo la lupa

Otro punto de interés en el etiquetado es el que alude a los aditivos. La EFSA las define como “sustancias que normalmente no se consumen como alimentos, ni se usan como un ingrediente característico de los mismos, pero que son añadidas con un propósito tecnológico de tal forma que el propio aditivo o sus subproductos terminan formando parte de la composición del alimento en cuya elaboración se han utilizado”. Esto supone que aportan colores, sabores específicos, ayudan a la conservación, etc.

Todos estos aditivos aparecen en la etiqueta identificados con la letra E una vez que son autorizados por la Unión Europea tras superar exámenes que garantizan su seguridad. Estos test se hacen no solo para los nuevos aditivos que se incorporan sino para abrir los ya existentes a nuevos usos o incluso para reevaluar los que ya están vigentes.

De la misma manera, las etiquetas de los alimentos dentro de la Unión Europea también deben especificar en qué medida pueden contener sustancias susceptibles de generar una reacción en los alérgicos o intolerantes. En la actualidad, los fabricantes deben etiquetar 14 alérgenos entre los que se incluyen cereales que contienen gluten, leche, huevos, frutos de cáscara, cacahuetes, soja, pescado, crustáceos, moluscos, apio, altramuces, sésamo, mostaza y sulfitos. Es una información básica para prevenir síntomas que pueden ser muy graves en algún caso.

La ciencia de la alimentación y la seguridad que tiene asociada está en constante evolución. Por eso el énfasis de las autoridades sanitarias de la UE va encaminado a profundizar en las estrategias de seguridad de lo que hay, pero también de lo que vendrá. Y aunque la incorporación de nuevos alimentos es constante, algunas novedades exigen análisis inéditos en el sector. Es el caso, por ejemplo, de los insectos, populares en otros lugares del planeta, pero aún por conquistar el paladar de los europeos. Puede ser el suyo un camino similar al que siguieron productos hoy comunes como la quinoa o las semillas de chía y cuyo sabor y utilidad viene refrendada por la seguridad que solo la EFSA puede garantizar.