El estudio de la menopausia está viviendo una revolución en la actualidad.

El estudio de la menopausia está viviendo una revolución en la actualidad.

Salud

Los cinco enigmas que aún rodean a la menopausia: por qué las mujeres la tienen y la mayoría de mamíferos no

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El conocimiento de la menopausia está viviendo una revolución. La investigación en este campo ha experimentado un auge en los últimos años, especialmente desde 2020, según la base de datos de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

"Es un momento apasionante para su estudio porque son muchos los campos en los que se puede trabajar", se alegra la ginecóloga María Jesús Cancelo. Porque sobre la menopausia "ha habido mucho tabú y desconocimiento. Era una etapa en la vida de la mujer que pasaba oculta, ni siquiera se explicaban los síntomas entre ellas".

Esto ha cambiado y "la mujer demanda un estado de salud y una calidad de vida parecida a la que tenía antes de la menopausia", opina Cancelo, portavoz de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).

El tabú y una investigación que tomaba al hombre como modelo universal, obviando las particularidades de la otra mitad de la humanidad, causó que el conocimiento de la menopausia quedara relegado a los márgenes.

La aparición reciente de un medicamento no hormonal para los sofocos simboliza esta nueva etapa. Con todo, hay ciertas cuestiones en torno a esta etapa de la vida femenina que solo se han respondido a medias.

Por qué las mujeres tienen la menopausia

La respuesta parece obvia. Con la edad, la reserva de óvulos entra en declive y se produce una bajada brusca de la producción de hormonas. La menopausia significa el fin de la etapa fértil de la mujer.

"Es un fenómeno natural", explica Santiago Palacios, director de la Cátedra de Climaterio y Menopausia de la Fundación HM Hospitales. "Posiblemente, a nivel filogenético la mujer estaba hecha para morir con la menopausia, que es lo que pasaba en el siglo XV, pero los avances de la ciencia han hecho que viva mucho".

No obstante, la menopausia es una excepción en el mundo animal. Solo se ha observado un puñado de especies de mamíferos en que las hembras dejan de ovular en un momento determinado. Cuatro de ellas son cetáceos: la beluga, el narval, la orca y el calderón de aleta corta. La quinta es nuestro pariente más cercano, el chimpancé.

El descubrimiento de este último, por cierto, ha puesto en entredicho la teoría que justificaba la menopausia humana: la hipótesis de la abuela o el valor adaptativo de que una mujer se olvide de tener hijos para ocuparse de los nietos.

Los sofocos y otros síntomas de la menopausia

"El fin del periodo fértil de la mujer se inicia entre los 45 y los 55 años, la edad promedio son los 50 años", comenta Mariam de la Poza, presidenta de la Sociedad Catalana de Médicos Generales y de Familia (SEMG Catalunya).

Sofocos, alteraciones del sueño, de la piel o el cabello son algunos de los síntomas que notan "y muchas veces ven como normal y van aguantando", señala, matizando que en cada mujer se puede manifestar un conjunto de síntomas distintos "y hay que abordarlos siempre de forma personalizada".

El tratamiento clásico ha sido proporcionar las hormonas cuyo declive los ha provocado: estradiol y progesterona principalmente. A pesar de las décadas de uso, sin embargo, hasta ahora no se había profundizado en el mecanismo por el que la falta de una hormona generaba los síntomas vasomotores, los famosos sofocos.

"No sabíamos cuál era el mecanismo de acción", reconoce María Jesús Cancelo, de la SEGO. La aparición de fezolinetant, un medicamento recientemente aprobado para tratar los sofocos en las mujeres que tienen hormonas contraindicadas —por haber sufrido trombosis, infarto o un cáncer hormonodependiente—, ha arrojado algo de luz en esa relación.

 "Gracias a la investigación de nuevos fármacos sabemos que determinados sistemas de neuronas tienen una respuesta anómala relacionada con esa falta de estrógenos. Las nuevas investigaciones están arrojando luz sobre la fisiopatología de los sofocos".

Por qué unas mujeres sufren síntomas y otras no

"Es una pregunta muy difícil de responder", reconoce Santiago Palacios. ¿Por qué unas mujeres ven muy afectada su calidad de vida con sofocos, problemas de sueño e incluso niebla mental (por no hablar de los síntomas que aparecen a medio y largo plazo, como la atrofia genitourinaria o los problemas cardiovasculares) y otras apenas son conscientes de ello?

"Una de las razones es genética. Si la madre ha tenido muchos sofocos en su momento, la hija tiene más riesgo", apunta el ginecólogo. "También influye el tipo de vida y la cantidad de estrógenos del cuerpo: la menopausia se define cuando cae por debajo de los 40 picogramos por litro, pero hay mujeres que tienen 20 y otras no llegan a 5".

María Jesús Cancelo lamenta también ese desconocimiento. "No tenemos una respuesta para ello pero lo que sí sabemos es que la mayoría de mujeres van a tener algún síntoma en algún momento".

Por qué duran tanto los síntomas de la menopausia

En algunas mujeres, los síntomas pueden aparecer antes años antes del fin de su etapa fértil, es lo que se conoce como perimenopausia: comienzan a experimentar sofocos y malestar desde los 40-45 años.

"Es verdad que hay un porcentaje de mujeres que no tienen sintomatología y no necesitan ningún tratamiento más que los cuidados en salud, la mayoría la vivirán entre tres y cinco años y luego irán bajando de intensidad, pero el 5% de las mujeres van a tener síntomas y sofocos a lo largo de su vida".

Nuevamente, se desconoce la razón "y eso implica una pérdida de calidad de vida importante. La falta de estrógenos va a repercutir en muchas áreas, no solo en el sistema nervioso central sino también en sintomatología genitourinaria, la densidad ósea e incluso el sistema cardiovascular".

Por qué no hay más tratamientos para la menopausia

La terapia hormonal ha sido la base del manejo de los síntomas de la menopausia en las últimas cuatro décadas, "pero ha sido como un péndulo", comenta Santiago Palacios.

La publicación de Femenine forever, un libro del ginecólogo americano Robert Wilson, a finales de los años 60 causó furor por el tratamiento. "En los 80 se mandaba muchísimas hormonas pero luego se vio que dando solo estrógenos podía aumentar el cáncer de endometrio".

La prescripción de hormonas se redujo entonces, "hasta que se demostró que, combinándola con progesterona, disminuía el riesgo": volvió a aumentar. Más tarde "se vio que aumentaba el riesgo de cáncer de mama, luego se desmintió, y luego se observó que aumentaba el riesgo cardiovascular".

Hace unos seis años, apunta, hizo su aparición la terapia hormonal bioidéntica, "que ha logrado disminuir el riesgo cardiovascular. Estamos en un buen momento en cuanto a los tratamientos".

La confianza en la terapia hormonal dejaba fuera, sin embargo, a aquellas mujeres para las que estaba contraindicada: aquellas que habían sufrido un infarto o un tromboembolismo o habían pasado por un cáncer sensible a las hormonas, como el de endometrio o el de mama.

La aparición de fezolinetant ha cambiado las tornas, pero no es suficiente. "Tampoco soluciona todo el problema", sostiene María Jesús Cancelo. "Alivia parte de la sintomatología pero no actúa sobre otros síndromes".

De ahí que un de los grandes retos de su abordaje es la investigación de nuevos fármacos, así como reformular las opciones actuales. "Lo más importante es hacer cómodos los tratamientos, que en lugar de un comprimido al día pueda ser uno al mes", explica Santiago Palacios.

También hay un largo camino para minimizar los riesgos asociados a la terapia hormonal, como la trombosis venosa. "El objetivo último es 'rejuvenecer', es decir, eliminar los síntomas de la menopausia".