Así daña la salud mental el drama de la vivienda: "Dedico el 70% de mi sueldo y no puedo dejar la medicación"
- El problema de acceso a la vivienda es un factor de riesgo que aumenta las probabilidades de sufrir ansiedad y depresión.
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La salud mental es uno de los temas más recurrentes en la sociedad. Da igual que la conversación sea en la calle o en las redes sociales, aunque en estas últimas parece que cobra más fuerza. Sin embargo, es muy complicado tener una población sana emocionalmente si no puede acceder a una vivienda o si el alquiler le impide llegar a fin de mes. Esto acaba acompañado de estrés, ansiedad y depresión, entre otros. Según un estudio, solo el 49% de los inquilinos sienten que hay bienestar en su vida. Es decir, más de la mitad experimenta alguno de los problemas anteriores.
Rosa Feliz es una de estas personas. Lleva 35 años trabajando para una empresa de telecomunicaciones y tiene un sueldo que ella describe como "superior a la media". A pesar de ello, no puede llegar a fin de mes con tranquilidad. Vive con su hijo pequeño, al que le paga los estudios, y afronta ella sola el precio del alquiler, 1.100 euros, y los gastos de la casa. Además, ayuda económicamente a su hija mayor.
Cuando le diagnosticaron ansiedad, comenzó a medicarse: "Tomo sertralina (antidepresivo), diazepam (asiolítico) y tramadol (analgésico opiode)". El último lo toma para poder lidiar con el dolor de las contracturas que sufre a raíz de la tensión que siente su cuerpo con la ansiedad. Seis años después, ha conseguido reducir la dosis del analgésico, pero no se ve capaz de dejar la mediación. "La situación solo empeora y los problemas no dejan de crecer".
Tiffanie Sifuentes puede entender la situación de Feliz. Tiene 30 años y llegó en 2022 a España con su hija desde su ciudad natal, Lima (Perú). Se instaló en Santiago de Compostela y comenzó a compartir piso con el hermano de una amiga suya. Sin embargo, los problemas de convivencia y el carácter violento de él le llevaron a abandonar el piso a los tres meses y tener que buscar otro hogar.
La joven buscó vivienda durante seis meses sin ningún éxito. Solo podía permitirse alquilar una habitación para las dos y en la mayoría de ocasiones la rechazaban por ir acompañada de su hija. Estas dificultades empeoraron la ansiedad que ya le diagnosticaron en Perú debido al maltrato psicológico que sufrió por parte del padre de su hija. "Me preguntaba a dónde podía irme si no conocía a nadie aquí".
Ramón Nogueras, psicólogo y divulgador sobre esta temática, explica que la dificultad de acceso a la vivienda es lo que se considera "un factor de riesgo". No es una causa en sí de problemas psicológicos, pero sí eleva la probabilidad de sufrirlos y los agrava si están ya diagnosticados, detalla. Esto no afecta de la misma manera en todas las circunstancias.
No es lo mismo un joven que no se puede emancipar, que alguien que vuelve a casa de sus padres con 40 años. "Este último puede sentir, además, una sensación de humillación que empeora todavía más su situación". También menciona a las personas que se ve pueden ver obligadas a compartir casa con su expareja porque no pueden permitirse otra cosa, algo que puede empeorar mucho la salud mental.
La historia de Feliz comienza hace seis años y encaja en ese último caso. Cuando decide separarse de su pareja, tiene que buscar otra vivienda. Hasta ese momento, pagaba la hipoteca de su casa a medias con su marido. Lo primero que tuvo que hacer fue mentalizarse de que tendría que destinar una mayor parte de su sueldo para cubrir el alquiler. "No es lo mismo pagar 600 euros entre dos que uno solo".
La búsqueda de piso, con precios que ya eran elevados entonces, y la tensión con su ahora exmarido por el divorcio desembocaron en un diagnóstico de ansiedad para la que necesita medicación. Finalmente, encontró una vivienda por 630 euros al mes que a los tres años ascendió a 850. Actualmente, vive en un piso distinto por el que abona casi el doble que en 2018. "Yo tengo un buen sueldo, pero esta situación me ha precarizado", lamenta.
En el caso de Sifuentes, tras meses de búsqueda infructífera, consiguió una vivienda asequible gracias al proyecto Fogares de Provivienda. Esta asociación ayuda a las personas en situaciones desfavorables a encontrar un hogar. Le ofrecieron una habitación para ella y su pequeña por 200 euros en un piso que compartía con otra mujer durante casi un año.
Hace un mes su compañera se marchó y ahora Sifuentes se ha hecho cargo del alquiler de toda la propiedad por 412 euros para tener más intimidad. Además, así su pequeña puede tener su propia habitación.
Los inquilinos destinaron de media en España el 43 % de su sueldo bruto al pago del alquiler de su vivienda en 2023, un 2% más que en 2022, según un estudio. En el caso de Feliz, ella destina el 70% de su salario a pagar la mensualidad del piso en el que vive con su hijo. Ante una situación en la que los precios no paran de subir, pero los sueldos no lo hacen, la madrileña no tiene casi ninguna esperanza en el futuro: "Como no me toque la lotería, no sé cómo va a cambiar mi vida".
Sifuentes dedica algo más del 50% de sus ingresos a pagar la vivienda. Trabaja como limpiadora y cuidando niños, pero ni siquiera cobra el sueldo mínimo. Gana unos 800 euros y llega a fin de mes gracias a que su hija tiene una beca comedor y a los programas de reparto de alimentos. "Si tuviera que pagar un alquiler a precio normal sería imposible", señala.
La única perspectiva de mejora de la madrileña es que su empresa le conceda la prejubilación y pueda mudarse fuera de Madrid, a un pueblo donde estos precios sean más asequibles. "Nos están echando. ¿Quién puede vivir aquí?". Tampoco confía en que poder comprarse una casa: "Como mucho me da para una caravana". Una de las pocas salidas que pueden ver quienes están en esta situación es convertirse en herederos cuando sus progenitores fallezcan. "El único futuro es que tus padres hayan pagado su casa y que nadie más la quiera", comenta Feliz.
Sifuentes es algo más optimista. Está esperando para poder homologar su título de bachiller y poder estudiar una formación profesional relacionada con su carrera para poder encontrar un trabajo mejor. Estudió administración turística y espera poder ejercer aquí su profesión para tener un sueldo mayor y mejorar su situación.
La solución al problema
Nogueras explica que la terapia puede servir como herramienta para lidiar con los problemas de salud mental derivados de estas dificultades, pero no es la solución. "Para eso hay que ir a la raíz de la cuestión". Un psicólogo puede orientar al paciente hacia la búsqueda de soluciones, ayudarle a tener una actitud más resolutiva y que no se deje vencer por las emociones negativas. No obstante, si una persona tiene depresión porque no puede pagar el alquiler o no encuentra un piso que pueda mantener y tiene que vivir con sus padres, la terapia o la medicación no acabarán con el problema. "Lo que necesita es cambiar su situación para mejorar".
Feliz lo sabe bien. Ha estado varios años en terapia y ha conseguido aprender a trabajar con las herramientas que le han proporcionado. Ahora va puntualmente y, como extra, va al fisioterapeuta para tratar sus contracturas y a clases de yoga que también le ayudan a lidiar con la ansiedad. Para ella también fue terapéutico encontrar el Sindicato de Inquilinos e Inquilinas. "Me di cuenta de que no estaba sola, que había más gente como yo". Compartir su experiencia con los compañeros del sindicato le ha ayudado a seguir luchando para mejorar la situación.
Para Sifuentes, encontrar a Provivienda supuso un giro de 180 grados en su situación. De hecho, se muestra muy agradecida por todo el apoyo que le han brindado. La joven es usuaria del servicio de psicología gratuito de la asociación. Gracias a ello, ha podido manejar de nuevo la ansiedad y los ataques de pánico. Ahora ha vuelto a vivir algo más tranquila: "Me han ayudado muchísimo".
Nogueras comenta que el cambio de la sociedad en las últimas décadas también influye en la situación actual. El ser humano es un animal social, pero lo que era un grupo muy amplio lleno de interacciones, se ha ido fragmentando. Se ha pasado de vivir en familias grandes y barrios en los que se conocían los vecinos a relacionarse en grupos mucho más reducidos. Sin embargo, lo primero "tiene unos efectos psicológicos muy beneficiosos".
Feliz cree que la única forma de atajar el problema es a través de la limitación de los precios, aunque no tiene mucha esperanza en la intervención de las instituciones pertinentes. "No han hecho nada hasta ahora". Para ella, lo que está en manos de la ciudadanía es trabajar a través del apoyo mutuo para intentar mejorar o, al menos, no sentirse tan solo.
Nogueras tiene una opinión parecida. "Es muy fácil llenarse la boca con que la salud mental es muy importante", expone. Este mensaje es muy positivo, pero no sirve de nada pedir una mayor presencia de psicólogos en la sanidad pública, defiende. "Eso, evidentemente, tiene un valor, pero la solución es atacar la raíz del problema".