Ana, la adolescente que ha crecido libre de una leucemia agresiva gracias a un fármaco para adultos: "Es un caso único"
- La joven fue diagnosticada a los seis meses de un cáncer en la sangre que solo tenía un 35% de posibilidades de supervivencia.
- Más información: España doblega al cáncer infantil: la supervivencia roza el 84% tras crecer 30 puntos en 40 años
Un diagnóstico de cáncer siempre es una noticia difícil de recibir. Más aún si se trata de un niño que no llega al año de vida. Es lo que les ocurrió a Mónica y Diego hace 13 años, cuando les comunicaron que Ana, su bebé de seis meses, sufría una leucemia muy agresiva. El cáncer en la sangre que ella tenía se relaciona con alteraciones de un gen denominado KMT2A y sus posibilidades de supervivencia eran del 35%.
Necesitaba un trasplante de médula ósea para curarse, pero la quimioterapia no hacía el efecto necesario para que se pudiera realizar. Sin embargo, no estaba perdido, su hematólogo encontró la solución en un fármaco que solo se usaba en adultos.
La biología de este tipo de leucemia se relaciona con alteraciones de un gen denominado KMT2A, explica José Luis Fuster, jefe de Oncohematología Pediátrica en el Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia. Afecta a niños pequeños predominantemente, por debajo de los 12 meses de edad y suele presentarse "con una elevada carga tumoral y otros criterios de mal pronóstico".
Mónica cuenta que su hija mostró muchos problemas de salud desde los cuatro meses. "Cogía todo tipo de infecciones, estábamos siempre en el médico". En febrero de 2012, vuelve a caer enferma y la lleva de nuevo al hospital, aunque no esperaba la noticia que iba a recibir. Ese mismo día le dan el diagnóstico de Ana y comienza un ingreso que duraría dos meses.
Cuando llegaron a la planta de Oncohematología Pediátrica, Fuster les explicó a los padres de Ana cuál era la situación de la pequeña y que para curarse necesitaba un trasplante de médula ósea. La familia se hizo las pruebas de compatibilidad y, afortunadamente, su hermana mayor era compatible, pero para ello tenían que conseguir que la enfermedad remitiera.
La pequeña comenzó la quimioterapia a la semana de comenzar su ingreso en el hospital, pero al poco tiempo Fuster se dio cuenta de que la respuesta al tratamiento no era lo suficientemente satisfactoria. Fue entonces cuando recordó el trabajo de Clara Bueno y Pablo Menéndez, investigadores del Instituto de Investigación Contra la Leucemia Josep Carreras.
Ellos y su equipo llevaban años trabajando en la búsqueda de dianas terapéuticas contra el tipo de leucemia que afectaba a Ana y Fuster creyó que podrían ayudarle. Esa colaboración permitió añadir un fármaco más al tratamiento de Ana, que empezó a mejorar. No obstante, los expertos no terminaban de tener claro por qué.
El medicamento, llamado Sorafenib, sí que se utilizaba en leucemias de pacientes adultos. Sabían que en ellos había una proteína (FLT3) que se expresaba mucho, pero, generalmente, presentaban mutaciones, o algún error en ella. La murciana no tenía ningún error en la proteína, sino que tenía en gran cantidad, cuenta Bueno. Aunque el fármaco funcionó para la pequeña, no han entendido el efecto hasta 12 años después.
La alta expresión de FLT3, sumada a otra proteína, activa un mecanismo de resistencia a los corticoides, expone la investigadora. Al inhibir la primera con Sorafenib, contribuyeron a que el tratamiento de Ana fuera más eficaz, cuenta Bueno. Sin embargo, reconoce que, científicamente, no se puede atribuir su mejoría al medicamento. "Es un caso único y necesitaríamos más pacientes para comparar".
Mónica recuerda el momento en el que Fuster les ofreció añadir el Sorafenib al tratamiento de Ana: "Se nos abrió el cielo". En junio de 2012, seis meses después del diagnóstico, pudieron hacerle el trasplante. La murciana notó el cambio en su hija tras aplicar el nuevo fármaco. Antes de ese momento, siempre que la niña salía del hospital se ponía enferma enseguida, pero 15 días antes del trasplante no tuvo ningún problema más de salud. "Incluso le había mejorado el color de la cara".
Bueno cree que el caso de Ana debería servir para hacer reflexionar a la comunidad científica. "Tiene que servir de motivación para invertir y seguir generando conocimiento". Además, cree que pone de relieve la comunicación directa que debería haber entre clínicos e investigadores trabajan juntos. "Creo que nosotros deberíamos conocer sus necesidades y ellos todo el conocimiento que generamos".
El avance de los últimos años
El principal avance frente a este tipo de leucemia ha ocurrido en los dos últimos años con la introducción de nuevas estrategias de tratamiento basadas en la inmunoterapia, explica Fuster. En concreto, la introducción precoz del tratamiento con un anticuerpo denominado blinatumomab ha obtenido resultados muy prometedores.
No obstante, hay que hacer un seguimiento de los pacientes "antes de extraer conclusiones definitivas", advierte el especialista, aunque los resultados obtenidos a medio plazo "son claramente mejores que los obtenidos anteriormente".
Bueno también está enfrascada en lograr este avance, por eso ha recibido la Beca XI de la Fundación Unoentrecienmil, valorada en 100.000 euros. El organismo se dedica a recaudar fondos para poder financiar proyectos como el de la investigadora y continuar avanzando en la lucha contra la leucemia infantil.
Esta ya es la segunda ocasión en la que la científica recibe esta ayuda y para ella es "una señal" de que confían en ella. La investigación es algo cada vez más caro, por lo que becas como las de Unoentrecienmil son un gran apoyo, reconoce.
La normalización del proceso
12 años después de todo el proceso, Ana es una adolescente completamente sana, celebra su madre. "Ahora no se pone enferma prácticamente nunca". Los primeros cinco años acudía a revisiones con el doctor Fuster. Tras ese periodo recibió el alta como paciente de hematología y le hacen un seguimiento anual en la unidad de supervivientes del hospital murciano donde vivió todo el proceso.
La joven bromea que cuando era pequeña le gustaba ir a las revisiones porque "perdía clase". Aunque ella no fue consciente del proceso por su corta edad, lo conoce por lo que le han contado sus padres y sus abuelos. "Siempre hemos intentado naturalizarlo", cuenta Mónica.
Para Bueno y para su equipo ha sido algo muy emocionante poder ayudar en su curación teniendo en cuenta las pocas posibilidades de supervivencia que tenía desde el inicio. "Te motiva a seguir trabajando", cuenta.
En una misión cortoplacista puede parecer que no hay resultados, pero si se mira a largo plazo es diferente, señala la experta. "Hace 30 o 40 años, solamente se curaban el 50% de los niños que tenían una leucemia, ahora se curan el 90%". Esto, cuenta Bueno, demuestra que todo lo que se invierte en investigación tiene una repercusión en los pacientes.