El medio estadounidense The Intercept en el que participan Glenn Greenwald y Laura Poitras, dos de los periodistas que sacaron a la luz los papeles del excontratista de la NSA Edward Snowden, publica este viernes una investigación sobre las operaciones antiterroristas de Estados Unidos en el extranjero, basada en documentos clasificados correspondientes al periodo 2011-2013 con un estudio de las misiones.
Los ataques dependen de información no fiable
Los documentos clasificados reconocen, según The Intercept, que el uso de metadatos de teléfonos y ordenadores y comunicaciones interceptadas es un método “pobre” para localizar y acabar con objetivos. Sin embargo, este tipo de datos suponía más de la mitad de la información de inteligencia que se utilizó para rastrear objetivos potenciales en Yemen y Somalia. Así, identificadores como, por ejemplo, números de teléfono o direcciones de correo electrónico son herramientas fundamentales del Ejército para encontrar y acabar con objetivos, asegura The Intercept.
Por otra parte, los papeles admiten que matar a presuntos terroristas dificulta la obtención de inteligencia. “Las operaciones letales reducen significativamente la inteligencia disponible”, indica un estudio.
No sólo contra terroristas altamente peligrosos
Los aviones no tripulados se utilizan en misiones letales contra individuos con comportamiento sospechoso, y no sólo contra terroristas confirmados, según los documentos en manos de The Intercept.
Además, la política oficial de EEUU establece que sólo se empleará fuerza letal contra objetivos que supongan una “amenaza continuada [e] inminente a personas estadounidenses”, resalta el medio, pues en los documentos que tiene en sus manos ha encontrado únicamente un criterio específico: que suponga una “amenaza a intereses de EEUU o personal”.
Vista gorda si matan a desconocidos
Los documentos muestran, según The Intercept, que los militares asignaban la denominación de “enemigo muerto en combate” (EKIA por sus siglas en inglés) a todas las personas que mataban en el ataque a un objetivo, aunque fueran desconocidos y no formaran parte de dicho objetivo. A no ser que posteriormente aparecieran pruebas de que los caídos no eran terroristas o “enemigos combatientes ilegales”, quedaban registrados como EKIA.
Los ataques tienden a causar más bajas que el objetivo inicial
Los documentos muestran que entre enero de 2012 y febrero de 2013 una serie de ataques aéreos en Afganistán -que formaban parte de una operación especial- mataron a más de 200 personas, según el medio estadounidense. De esos, sólo 35 eran objetivos buscados. Y durante un período de cinco meses en la operación, el 90% de las bajas no eran intencionadas.
Eficacia dudosa en Yemen y Somalia
Tomar la decisión para emplear un dron -un avión no tripulado- letal en Irak y Afganistán era mucho más rápido que en Yemen y Somalia, asegura The Intercept. Y es que estos dos últimos países no eran territorios en los que EEUU hubiera declarado la guerra oficialmente, aunque en Yemen -donde hay una fuerte rama de Al Qaeda- el presidente del país formaba parte de la cadena de mando antes de llevar a cabo un ataque. El estudio clasificado al que asegura haber tenido acceso The Intercept, describe una “serpentina burocrática” para obtener la aprobación de estas operaciones en áreas no bélicas.
La “distancia tiránica” que existía entre las bases de los drones y los objetivos en Yemen o Somalia cuando Obama firmaba el permiso, al parecer creaba graves problemas de eficacia. Un ejemplo citado en los “papeles de los drones” explica que mientras en Irak la mayoría de los objetivos se encontraban en un radio de 150 kilómetros de distancia, en Yemen estaban a 450 y en Somalia, a 1.000. Esto suponía que, de media, EEUU -después de estudiar durante 6 años a un objetivo- tardaba 8,3 meses en matar a un objetivo en Somalia una vez que el presidente había aprobado su inclusión en la lista de personas que matar.
¿Quién es la fuente?
The Intercept asegura que las filtraciones proceden de un miembro de los servicios de inteligencia estadounidenses que trabajó en este tipo de operaciones especiales. El medio decidió no revelar la identidad de la fuente, afirma, por la naturaleza clasificada de los documentos y por la “persecución a soplones” del Gobierno de EEUU. El Pentágono, la Casa Blanca y demás organizaciones oficiales declinaron hacer comentarios sobre la filtración.
La Casa Blanca autoriza la eliminación de objetivos
Aunque ya se sabe que es el presidente de EEUU, en tanto que comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, el responsable último sobre las operaciones letales de los drones, los documentos de The Intercept proporcionan nueva información sobre cómo funciona la cadena de mando a la hora de acabar con un objetivo en el extranjero. Esta cadena lleva finalmente al despacho presidencial, según The Intercept. En mayo de 2013, Obama aprobó las directrices para el uso de fuerza militar en operaciones antiterroristas en el extranjero. Un alto funcionario del Gobierno confirmó a The Intercept que esas directrices siguen vigentes hoy día.