Si el braille fuera una lengua, Alberto Daudén sería Lázaro Carreter. Este doctor en Geografía e Historia es uno de los grandes expertos mundiales en este código de lectoescritura empleado en todo el mundo desde 1825. Desde su despacho en la segunda planta de la sede de la ONCE, prepara con su máquina de escribir braille sus estudios y conferencias, por ejemplo, para la reunión del Consejo Mundial del Braille que se ha celebrado hace poco en Brasil.
El cometido de estas reuniones es homogeneizar el uso de este código con otros países, por ejemplo en lo que se refiere a su uso en un contexto técnico o científico. "En la Comisión Técnica de Ciencias vemos que en matemáticas hay cosas que no se escriben igual aquí que allí", dice Daudén a EL ESPAÑOL. Por ejemplo, "desde el año 1987, en Latinoamérica han variado mucho en la forma de representar los circuitos eléctricos en braille. Tenemos que escribir lo mismo para que los investigadores puedan intercambiarse textos, ya sean de matemáticas, lingüística, neumática o expresiones de química bidimensional".
Tanto en Estados Unidos como en Europa, la presencia del braille se está extendiendo gracias a nuevas directivas de etiquetado que obligan a imprimirlo en productos farmacéuticos o alimenticios. Sin embargo, en un mundo en el que los discapacitados visuales tienen cada vez más opciones de progresar académica y profesionalmente, el número de usuarios del código braille es llamativamente reducido.
Cada vez menos usuarios
Un informe de la Asociación Nacional de Ciegos de Estados Unidos estimaba en 2014 que sólo el 8,5% de jóvenes por debajo de 21 años eran capaces de leer braille; en el Reino Unido, de los dos millones de discapacitados visuales -menos del 1%- utiliza el braille con regularidad según el Instituto Real Nacional de los Ciegos o RNIB. Mientras, en España, la ONCE tiene 73.000 afiliados, pero no quiere decir que todos sepan braille. "Cada vez hay menos ciegos, afortunadamente, porque la oftalmología avanza muchísimo", dice Daudén. "De estos 73.000, unos tienen mucho resto visual, otros ayudas ópticas, otros no leen, otros utilizan sonido..."
En su día a día, Daudén se rodea de dispositivos que le ayudan a codificar en braille el mundo que percibe a su alrededor. Sobre la mesa tiene un anotador parlante Braille 'n Speak. "Es un producto que se utiliza desde hace 25 años, ¡pero es que no han vuelto a hacer nada tan bueno!", dice Daudén. Lo mismo ocurre con su particular sistema de Post-Its, unas tarjetas de cartón que troquela en una máquina de escribir de 1975, o con la Línea Braille que tiene delante del teclado, un sistema de 80 celdas con puntos que suben o bajan cuando Daudén sitúa el cursor en una línea. Así, el mundo del correo electrónico o la navegación por Internet se le abrieron de par en par.
Siempre se ha dicho que el braille desaparece, pero no es cierto
En las últimas dos décadas, la tecnología ha hecho la vida más fácil a los ciegos, pero básicamente gracias al reconocimiento de texto y el audio. A Daudén, una voz sintetizada le lee la pantalla de su iPhone. Una etiqueta similar a un código QR le dijo esta mañana que llevaba puesta una camisa de rayas azules. Sin embargo, en lo que respecta al braille, la tecnología sigue siendo la misma desde hace muchos años. Cabe preguntarse si llegará un momento en que un discapacitado visual, rodeado por todas partes de gadgets, sea capaz de suplir su hándicap sin necesidad de saber nada de braille.
"Siempre se ha dicho que el braille desaparece", dice Daudén, "pero no es cierto".
Polímeros electroactivos
En realidad, el próximo salto tecnológico del braille existe y lleva años esperando su momento. En 1998, Yoseph Bar-Cohen, un físico de materiales de origen israelí, coincidió en un hotel de Washington con una convención de ciegos. En aquel momento, Bar-Cohen, hoy investigador en el Jet Propulsion Laboratory de la NASA, visionó por primera vez los RBD (Dispositivos Braille Actualizables, por sus siglas en inglés), pantallas flexibles compuestas por un nuevo material basado en polímeros que cambian de forma con impulsos eléctricos, haciendo aparecer y desaparecer pequeños puntos de entre 1,27 y 1,65 milímetros de ancho, porque a los ciegos, como al resto, también les gusta variar el tamaño de letra para leer más cómodos.
"Los polímeros electroactivos siguen hoy en estado de desarrollo, aún no se encuentran como productos comerciales", apunta Bar-Cohen a EL ESPAÑOL desde su laboratorio en Pasadena, California. En las últimas dos décadas han aparecido nuevos materiales -incluido el grafeno- con el potencial de exhibir cambios de forma en respuesta a un estímulo, ya sea eléctrico, térmico, magnético o incluso óptico.
"El potencial es enorme pero aún hay que lidiar con algunos problemas, que van desde la necesidad de mantener hidratado un material, mantenerlo en tensión, es decir, pre-cargado, o resolver el hecho de que algunos materiales pierdan operatividad con el tiempo", dice Bar-Cohen. Y por supuesto, el principal problema: el precio es aún demasiado alto.
Pero los esfuerzos merecen la pena ante la posibilidad de crear un teléfono o una tableta con una pantalla actualizable que pueda representar no solamente texto, sino también gráficos o, potencialmente, incluso un mapa con GPS que el usuario pueda acariciar para ubicarse y desplazarse con total autonomía. Toda una revolución en la punta de los dedos, pero a la que aún no se ha llegado.
Sobre si el braille y el binario se complementan, o más bien, si uno ha sido absorbido por otro, Bar-Cohen cree que "generalmente, los dispositivos braille representan un código binario, ya que el uso de pequeños alfileres que suben y bajan es, en el fondo, uno de esos códigos". "Por supuesto", añade, "los avances en materiales basados en polímeros electroactivos, capaces de generar grandes cambios de forma con poca electricidad, que pueden funcionar durante largos periodos de tiempo y sean resistentes representarán un impacto mayúsculo en la mejora de las comunicaciones disponibles para los ciegos".
En este impasse, el viejo braille seguirá sirviendo de apoyo a las tecnologías cuyo progreso está siendo más rápido. "En mi caso, lo uso porque me gusta mucho la Línea Braille para corregir la ortografía. Si yo leo un artículo en audio sobre 'la influencia del Whatsapp', esta última palabra o me la deletrea el programa o la tengo que tocar en braille. De hecho, mucha gente que utiliza sólo el sonido comete muchas faltas de ortografía", dice Daudén, quien tiene la costumbre de leer novelas en audio, pero ensayos en braille.