¿Cómo sabe la cabina del ascensor que tiene que quedarse en el quinto? ¿Por qué no se abren las puertas hasta que está parado? Un conjunto de mecanismos sencillos arman la complejidad de un ascensor.
La historia de los ascensores es tan antigua como Arquímedes, pues habría sido este inventor griego de Siracusa quien habría construido el primer elevador, según menciona el arquitecto romano Vitruvio (quien, por cierto, vivió 200 más tarde).
El caso es que grúas o ascensores fueron evolucionando con el paso del tiempo. Al principio se utilizaban para cargas como mercancías y materiales. Pero cuando en el siglo XIX las ciudades empiezan a llenarse de mano de obra en busca de trabajo en las fábricas, el precio del suelo se encarece. En lugar de seguir creciendo a lo ancho, las urbes empiezan a hacerlo a lo alto.
Y al vivir en edificios altos las personas no querían zancadear durante tramos y tramos de escaleras, con lo que los ascensores de personas se extendieron.
Quizá el más extendido de los sistemas elevadores sea el ascensor eléctrico. Para entender su funcionamiento lo primero es saber cuáles son sus partes básicas. Dentro del hueco del ascensor hay algo más que una cabina. Hay un contrapeso que va unido a la cabina a través de unos cordones de acero (que pasan por una polea situada en la parte más alta).
Cuando la cabina sube, el contrapeso baja, y al revés. Ambos elementos se desplazan por dos rieles paralelos, cada uno por los suyos. Como su nombre indica, el contrapeso tiene la función de equilibrar el sistema y tiene un peso superior a la cabina.
Así, el motor de tracción -otra de las partes fundamentales, porque alguien tiene que poner el músculo- no necesita desplegar tanta fuerza para poner en movimiento el ascensor. Se encuentra en el cuarto de máquinas, que suele estar en la parte superior, y tiene al menos dos velocidades: una rápida y otra más lenta.
En la cabina, esa caja higiénicamente claustrofóbica, se encuentra la botonera, el panel donde aparecen los botones con números correspondientes al piso al que se desea ir.
En el siguiente vídeo, cuya melodía recuerda por momentos a una tonada irlandesa, se pueden ver los diferentes tipos de ascensor y sus elementos básicos.
Cuando pulsas el botón
Cuando pulsas el botón del quinto, por ejemplo, la señal eléctrica va al cuadro de maniobras. Éste no es un elemento que destaque a simple vista, pero constituye el 'cerebro' del ascensor. Es una placa electrónica o un dispositivo digital que procesa las señales eléctricas que recibe. Gestiona información. La llamada para subir al quinto piso queda registrada y, como si fuera el capitán de una nave, da la orden de poner el motor en marcha.
El ascensor empieza a subir. ¿Y cómo sabe en qué piso tiene que parar? Encima de la cabina hay un detector y en cada piso hay pantallas (placas de chapa o imanes) que este dispositivo va leyendo. Sería como el vigía del barco, que da una voz cuando ve tierra firme.
César Sánchez, técnico de mantenimiento en la empresa Ascensores Bosa, ahonda un poco más en cómo es este detector. "Puede ser de varios tipos: fotorruptor, que corta un haz de luz, magnetorruptor, que funciona con imanes, o puede ser mecánico". Aunque apunta que los más comunes son los sistemas basados en imanes.
Por cada planta hay al menos dos pantallas a distinta altura, encajadas en el hueco del ascensor. A medida que subimos, el magnetorruptor -un nombre que parece sacado de los Cazafantasmas- lee cada pantalla, que en este caso consistirían en un imán, aunque si el detector fuera de luz serían paneles opacos.
Pasa por el primero, el segundo, el tercero. Y la cabina sigue su camino como si nada, hasta que llega al quinto. Al pasar por la primera pantalla de esta planta el vigía detecta que nos acercamos al quinto y envía una señal al capitán.
Este sabe que nos acercamos al puerto y da la orden de ir más despacio. El cuadro de maniobras hace esto enviando una orden a un contactor, un interruptor que restablece la corriente de un circuito eléctrico: en este caso, el circuito que activa la velocidad lenta.
El ascensor continúa subiendo, pero ahora no lo hace a toda máquina sino de forma amortiguada. Solo dura un instante, porque unos cuarenta centímetros más arriba está la segunda pantalla del quinto piso, que es indicadora de la parada. De nuevo, el detector alerta al cuadro de maniobras y este da la orden de parar. Se activa el freno y la cabina se queda encajada justo en el hueco que corresponde al quinto piso.
Por eso, cuando llegamos al piso seleccionado parece que el ascensor está frenando, cuando en realidad ha metido la velocidad lenta. El detector sabe si la pantalla que lee corresponde a un cambio de velocidad o a una parada en función de la duración de la señal que recibe. "Por ejemplo, si lee un impulso y la señal dura dos milisegundos se trata de un cambio de velocidad. Si dura cinco milisegundos quiere decir que es una parada en planta", explica Sánchez.
Llega el momento de atracar en el puerto y, una vez amarrado el barco, el capitán ordena tender la pasarela para que bajen los pasajeros. El ascensor está en el piso y cuando el cuadro de mandos tiene constancia de que esto es así manda una señal a un contactor, que es el que deja pasar la corriente para que se abran las puertas gracias a un motorcillo. Nunca antes.
Cuidado con las puertas
Existen infinidad de modelos de ascensores, que dependen de la marca, el modelo, la época de construcción y su uso. En los modelos actuales más extendidos, las puertas se abren de forma automática y permanecen abiertas unos instantes para permitir la entrada o la salida de los usuarios.
Aunque prácticamente todos los ascensores disponen de mecanismos para impedir que se cierren mientras haya un obstáculo por medio (persona, animal o cosa), casi siempre una célula fotoeléctrica o un dispositivo mecánico en los casos más antiguos, también suelen disponer de un botón para 'obligar' a la máquina a mantener el acceso abierto del todo.
Y en algunos modelo existe un botón que funciona exactamente para lo contrario: cerrar las puertas a voluntad del usuario. Aunque está muy extendida la idea de que se trata de un botón placebo destinado a tranquilizar a los ansiosos pasajeros con prisas, los fabricantes aseguran que funciona.
En cualquier caso, quizá muchos no sepan un sencillo truco para que las puertas se cierren más rápidamente: si la máquina se detiene en un piso en el que nadie entra ni sale de ella, y queremos proseguir el viaje cuanto antes, no tenemos más que pasar una mano frente al sensor de la puerta. De esta forma, 'engañaremos' al ascensor, que creerá que ha pasado alguien y proseguirá su marcha lo antes posible.
Por último, abajo en el foso, de un metro de profundidad aproximadamente, hay amortiguadores. Para que la cabina y el contrapeso se apoyen en estos poderosos muelles si se pasan de frenada. Por si acaso.