Aunque suene a paradoja, prácticamente no hay forma de encontrar un busca. El mensáfono o beeper, ese aparatito que consultaban los modernos pre-móvil y muchos médicos de urgencias, desapareció al mismo tiempo que el móvil iba ganando adeptos.
Pero vayamos a lo inicios de este singular dispositivo. El mensáfono era, ni más ni menos, un aparato para "estar localizable". Tuvo infinidad de nombres: busca, buscapersonas, localizador, pager -así bautizó Motorola sus primeros modelos, en la década de los 50- y beeper, llamado así como una suerte de onomatopeya debido al sonido de aviso que emitía.
Cuentan todas las reseñas sobre el busca que nació en 1949 en la cabeza del pionero de las telecomunicaciones estadounidense de origen canadiense Alfred J. Gross, quien había creado el walkie-talkie y pensó en un sistema para buscar y avisar a personas. Concretamente a médicos de guardia.
Poco después, en 1956, la compañía británica Multitone Electronics desarrolló el primer sistema de busca precisamente para los servicios de urgencias del Hospital de Saint Thomas de Londres. Esta compañía aún los produce especialmente para centros sanitarios, hospitales y comparas que necesiten localizar rápidamente a sus empleados de una forma "robusta y eficaz".
Según documentación de la Fundación Telefónica, el mensáfono llegó a España en los años 70. La Costa del Sol, por ejemplo, ya tenía acceso a este servicio en 1973. "Por primera vez en el mundo este tipo de servicio cubre un radio de alcance superior al ámbito local", indican desde la compañía.
Cómo funcionaba
En los años dorados del busca en España, entre finales de los 80 y mediados de los 90, el busca se extiende poco a poco. José Antonio Martín Pereda, doctor ingeniero de Telecomunicaciones y académico de la Real Academia de Ingeniería, tira de memoria y confirma que este sistema utilizaba una banda de frecuencias especifica para estos aparatos. Y las señales eran unidireccionales.
Para localizar a alguien, se llamaba a un número especial y el servicio transmitía el aviso al dueño del busca, pero no a través de la red telefónica celular -inexistente entonces- sino mediante ondas de radio. Y ésa era una de las ventajas: no dependía de que existiera cobertura, la señal siempre llegaba al aparato (si estaba encendido, se entiende). Y éste emitía un pitido, añadía un pequeño mensaje hablado de no más de 15 segundos o un texto sobre una pequeña pantalla de cristal líquido, en sus modelos más avanzados.
La popularización de este aparatito es tal que en 1989 Telefónica presenta el servicio Mensatel, una nueva versión del servicio de radiobúsqueda, con cobertura nacional y que no necesita operadora manual, es decir, no había que dictar el mensaje a nadie sino a una máquina. En 1990 se sientan las bases para la introducción del Servicio Paneuropeo de Radio Mensajería Unidireccional (ERMES), el equivalente al roaming en telefonía móvil: de esta forma, el mismo receptor funcionaría en toda la entonces Comunidad Europea.
Los años dorados
En los 90, cuando la telefonía móvil era aún mayoritariamente analógica y los teléfonos sólo servían para hablar, los buscas se convirtieron en una especie de precursores de la mensajería SMS. Incluso los últimos modelos, antes de desaparecer este servicio, también permitían enviar mensajes.
"En la época en la que era más o menos popular era casi un símbolo de estatus, quien tenía un busca presumía de él", comenta el veterano ingeniero entre risas, que añade: "Era común en según qué círculos escuchar frases como: 'Perdona, es que me está sonando el busca'". De hecho, el departamento comercial de Telefónica tenía claro quiénes a priori eran las personas más indicadas para utilizar este servicio.
A partir del año 1992, con los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla en marcha, Telefónica potencia este servicio, todo un símbolo de modernidad que, sin embargo, salía entonces por un ojo de la cara: 3.700 pesetas al mes (equivalente hoy en día a unos 41,6 euros ajustado el valor según la evolución del IPC desde entonces, un 87,8%) con una cuota de conexión que andaba las 25.000 pesetas (unos 235 euros hoy en día). El salario medio de un trabajador entonces era de 991,40 euros al mes.
Y pensemos que, según la documentación de la época, durante los JJOO de Barcelona había cobertura sólo en las zonas olímpicas de la ciudad para telefonía móvil analógica TACS de 900 Megahercios (el sistema GSM se probó de forma precomercial), por lo que la radiobúsqueda era, a menudo, la opción más lógica y asequible para establecer comunicación móvil con alguien.
Cuando el móvil tuvo capacidad para enviar mensajes, hirió de muerte al 'beeper', por más que en 1996, en franca decadencia del servicio, la empresa Coca-Cola trató de resucitarlo al regalar beepers a cambio de tapones de botellas, y del que se acordarán los millennials más viejos y nostálgicos.
"Sí, tuve un busca, pero pronto acabó aparcado por los SMS", comenta a este diario el divulgador Alejandro Polanco Masa, especializado en tecnologías obsoletas. "Los mensáfonos o beepers tuvieron gran aceptación por parte de algunos grupos profesionales, desde ejecutivos a médicos", comenta, y añade: "La telefonía móvil acabó con todo aquello".
En opinión de Polanco, hoy en día, con la llamada internet de las cosas, "cuando se pretende que hasta las lavadoras y los frigoríficos estén conectados a la Red, se está viviendo una especie de resurrección de los aparatos capaces de manejar pequeñas cadenas de información a distancia, aunque notara transmitir mensajes sino para gestionar acciones o comportamientos de hardware".
"En algunos hospitales se siguen utilizando versiones actualizadas, a veces como aplicaciones", puntualiza, y concluye "Los sistemas de ayuda o aviso para ancianos, por ejemplo, pueden considerarse como una evolución de los buscas, aunque no utilizan los protocolos de comunicación de aquellos". Ahora todo es IP, ahora todo es Red.