Indudablemente, el acceso a la Red ha propiciado que muchos movimientos sociales antes no cohesionados puedan organizarse para ser más efectivos. Desde la llamada Primavera Árabe hasta el movimiento 15-M, la semilla de la movilización creció gracias en gran medida a internet. Pero ¿es siempre así? ¿Qué sucede cuándo ni siquiera se tiene acceso a la red de redes?

Investigadores de la Universidad de Konstanz publican esta semana en Science un estudio en el que demuestran que las libertades que esta herramienta proporciona no dependen tanto de cuestiones económicas o geográficas, sino políticas: muchos grupos étnicos sencillamente no disponen de conectividad en países en los que es el estado es el principal -a veces, el único- proveedor de servicios de internet. Y han llegado a esta conclusión tras identificar el uso efectivo que se hace de la Red por parte de dichos grupos en cada país.

Estos investigadores cuestionan con datos la hipótesis de la tecnología de la liberación, que sostiene que internet aumenta la transparencia y la rendición de cuentas de los gobiernos no democráticos en todo el mundo y puede ayudar a los movimientos de oposición a organizarse para la acción colectiva de los grupos marginalizados. 

Organizaciones como Reporteros sin Fronteras asumen desde hace años que internet y las redes sociales han forzado a derribar la censura en países como Irán, Egipto, Libia, Siria, Irak e incluso China, a pesar de su férreo control sobre los contenidos online. Pero esta organización también reconoce que internet no sólo es un arma para los disidentes sino también para las autoridades, siguiendo la tesis de Evgeny Morozov que expone en su libro The Net Delusion (2012).

Nils B. Weidmann, autor principal del nuevo estudio, asegura a EL ESPAÑOL que "el problema es que para poder utilizar internet y las redes sociales para la movilización y coordinación de protestas, los disidentes, opositores y otros grupos marginados necesitan tener acceso a la tecnología digital en primer lugar". "Sin embargo", afirma, "nuestros datos demuestran que la exclusión política va a menudo asociada a las tasas más bajas de conectividad", por lo que es difícil que dichos grupos puedan usar internet como arma para sus reivindicaciones.

Debido al papel de los gobierno en la asignación de tecnologías de Internet, en realidad los grupos que más lo necesitan no tienen acceso a la Red

"En otras palabras, debido al papel de los gobiernos en la asignación de tecnologías de internet, en realidad los grupos que más lo necesitan no tienen acceso a la Red, o lo hacen en un grado mucho menor" que otros grupos, asegura este experto.

Jesús Benítez Baleato, otro de los investigadores firmantes del estudio, comenta a este diario que si bien es cierto que "la conectividad se incrementa a mayores tasas de desarrollo económico, con un comportamiento similar para mayores niveles de democracia", cuando se analizan los datos con más cuidado "el efecto desarrollo -y todos los demás- desaparecen, dejando al descubierto la exclusión política como principal factor explicativo del grado de conectividad".

Grupos dentro de países

"En 2012, empecé un proyecto para estudiar el impacto de la tecnología de internet en las protestas contra las autocracias", dice Weidmann. "Como parte de éste, desarrollamos una manera de estimar la penetración de internet subnacional, es decir, la variación regional dentro de un país, con la ayuda de expertos informáticos". Weidmann se dio cuenta de que el modelo funcionaba bien, así que pensó que podían aplicar esos datos a una investigación anterior sobre desigualdad por motivos étnicos. "Este trabajo es el resultado de este esfuerzo", agrega.

Las técnicas utilizadas por estos expertos se basan fundamentalmente en el cruce masivo de datos de diferentes procedencias para establecer un mapa global de uso efectivo de la Red por grupos étnicos o subnacionales. Si bien existen datos de penetración de la Red compilados por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), los científicos tuvieron que usar herramientas que muestran el uso efectivo de la Red a través de direcciones IP, así como otras que geolocalizan dichas direcciones IP utilizadas (como las que proporciona la compañía MaxMind). Luego, agregaron datos de otros repositorios, como listas de grupos políticos relevantes e incluso imágenes de luz nocturna proporcionadas por la NASA.

Conectividad a Internet en el mundo

Esa inmensa cantidad de información pudieron analizarla gracias a técnicas de big data. "Es muy difícil obtener un conjunto de datos globales sobre la penetración de Internet a través de otras fuentes de datos, como las encuestas o los datos del censo", observa Weidmann. "Por tanto, observar directamente el tráfico de internet -algo que podríamos calificar como big data- nos ayudó mucho a obtener conclusiones".

Benítez aportó a este estudio un método novedoso que permite obtener estadísticas de penetración de internet en cualquier área del planeta, por pequeña y remota que sea, incluidas áreas en guerra o bajo control autocrático. "El método está basado en técnicas de análisis de datos extraídos de los flujos globales de tráfico de internet", comenta este científico.

Es decir, explica Benítez, "la funcionalidad es similar a la de un telescopio de alta resolución acoplado a un satélite, que te permite observar cualquier área del planeta, y aumentar la imagen para obtener la resolución necesaria para obtener estadísticas desagregadas por países, provincias o incluso municipios, observando además su evolución temporal por años, meses o incluso días".

¿Internet para todos?

Existen iniciativas de algunos gigantes de internet, como Facebook o Google. La empresa de Mark Zuckerberg encabeza internet.org, un proyecto que pretende dar conectividad -limitada, eso sí- mediante satélites y drones que usan láser. Por su parte, Google cuenta con una curiosa propuesta, Loon, mediante la cual pretende ofrecer conectividad mediante globos en la estratosfera.

Estos proyectos despiertan simpatías en los investigadores, aunque también un cierto escepticismo. "Esto sería una gran noticia si este tipo de tecnología pudiera llegar a todos los grupos por igual", apunta Weidmann. "Pero si los gobiernos dictan quién puede acceder y quién no, simplemente podría reforzarse la tendencia que identificamos".

"Soy bastante escéptico sobre el uso de las tecnologías digitales para revertir esta situación", comenta por su parte Benítez, que duda además de "la capacidad de los monopolios digitales para sustituir las funciones de los Estados".

"Lo que he visto en mi investigación es que el desarrollo científico-técnico ha estado siempre condicionado por criterios políticos y religiosos", asegura este experto, y añade: "Me temo que la fe en la liberación tecnológica es una creencia muy extendida, pero la evidencia empírica lo que muestra es todo lo contrario".

El desarrollo científico-técnico ha estado siempre condicionado por criterios políticos y religiosos

En resumen, afirmar que la tecnología puede "liberar" al ser humano "es como afirmar que el agua puede liberar al pez", comenta este experto. "El mecanismo opera precisamente al revés: es la política la que puede orientar desarrollos tecnológicos emancipadores".

"Como mucho podremos afirmar que la tecnología tiene una naturaleza dual que permite su uso como herramienta o como arma", añade, y concluye: "Pero, justamente por esta dualidad, la tecnología -el conocimiento científico-técnico, por usar la expresión correcta- por sí misma no tiene potencial transformador alguno, pues son los criterios políticos que la dirigen los que determinan su utilidad".

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