Aunque pueda parecerlo, los gigantes de internet no son eternos. Esos Goliat de la tecnología que un día fueron simples y modestos David no son invencibles, y ya hay alguna que otra muestra de ello. Sin ir más lejos, Yahoo temió sufrir las consecuencias de su reciente filtración de credenciales y su ya de por sí descafeinada venta a Verizon aún corre peligro.
Las prometedoras joyas de la corona internauta cuentan con ejemplos que demuestran que nada es para siempre. Por si el caso de la compañía dirigida por Marissa Mayer no fuera suficiente, una de las compañías más prometedoras del actual panorama tecnológico, Snapchat, tiene otro espejo en el que mirarse para evitar cometer los mismos fallos: Twitter era la red social de moda, uno de los juguetes favoritos de la Red, y ahora el pajarito azul busca casi a la desesperada un comprador para sobrevivir.
Corría el año 2008 y Twitter, con solo dos años de vida, tenía sobre la mesa una oferta única que para muchos hubiera sido imposible rechazar. Zuckerberg quería hacerse con la startup que había revolucionado el mundo de las redes sociales a golpe de 140 caracteres y estaba dispuesto a pagar 500 millones de dólares por ella, algo más de 450 millones de euros al cambio actual. Sin embargo, Twitter le dijo que no a Facebook.
El interés de los de Menlo Park en aquel invento de Jack Dorsey y compañía estaba más que justificado. Parecían haber creado los SMS de internet y su éxito parecía entonces incontestable: si aquel año había arrancado con solo 500.000 visitantes únicos al mes, a lo largo de 2008 Twitter creció casi un 800 % y terminó con más de 4 millones de visitantes únicos mensuales.
Rechazar a Facebook no fue un hándicap para Twitter. Su crecimiento siguió imparable y en 2013, cuando la red social del pajarito azul contaba con más de 240 millones de usuarios activos mensuales, la compañía salió a bolsa para hacer historia. Tras poner a la venta 70 millones de acciones a un precio de 26 dólares (algo más de 19 euros al cambio de aquel momento), Twitter vio cómo su valor crecía hasta un 73 % en sus primeras horas de aventura bursátil. Todo un zarpazo a la moral de Facebook, que no solo había perdido la oportunidad de hacerse con la plataforma de microblogging, sino que además había protagonizado un estrepitoso ridículo un año y medio antes en su salto al parqué.
En realidad, los días de vino y rosas de Twitter no eran tales. La salida a bolsa era, entre otras cosas, la reacción de la compañía a varios trimestres consecutivos de pérdidas millonarias. Además, el incremento del precio de sus acciones no fue más que una burbuja que iría desinflándose. Desde los más de 45 dólares que alcanzó en aquel feliz día de noviembre de 2013, el valor de la compañía ha ido fluctuando hasta estar, en el momento de escribir estas líneas, en los 17 dólares por acción, poco más de 16 euros al cambio actual.
Mientras tanto, Twitter fue haciéndose con otras startups para desarrollar nuevos servicios con los que monetizar, de una vez por todas, todo aquel contenido creado de forma gratuita por sus millones de usuarios. Sin ir más lejos, el pajarito azul adquirió Vine y luego entró en el negocio de las retransmisiones en streaming al comprar Periscope.
Una historia con luces y sombras que ha conducido a Twitter a la búsqueda desesperada de un comprador. Al pájaro azul le han salido muchas novias, pero a la hora de la verdad sigue más solo que la una. Quizás Google, quizás Disney… O quizás nadie. El valor de sus acciones parece cabalgar a lomos de una montaña rusa que sube y baja en función del rumor que se publique cada día. Mientras tanto, todo sigue como hace unos meses: Dorsey no consigue hacer dinero de esa ingente cantidad de usuarios y la compañía no remonta el vuelo.
¿Y Snapchat?
Snapchat corre el grave peligro de seguir los mismos pasos que Twitter. De hecho, su trayectoria hasta ahora parece ser un calco de los primeros años del pájaro azul. Cuando la plataforma de los 140 caracteres estaba dando su exitoso salto al parqué, la joven red social del fantasma se atrevía a rechazar una oferta de Facebook.
Si Zuckerberg puso sobre la mesa 500 millones de dólares para hacerse con Twitter, a Evan Spiegel, cofundador y CEO de Snapchat, le ofreció 3.000 millones de dólares (más de 2.700 millones de euros al cambio actual). Una apuesta fuerte, muy por encima de lo que Facebook había desembolsado poco antes por hacerse con Instagram, que le costó 1.000 millones de dólares (unos 900 millones de euros).
Snapchat bien valía ese esfuerzo económico: por aquel entonces, la red social contaba con 26 millones de usuarios que compartían 350 millones de fotos al día. A pesar de la ingente cantidad de dinero que estaba sobre la mesa, Spiegel dijo que no a Zuckerberg. Como Twitter.
A pesar de ello, el camino de la plataforma siguió yendo directo hacia al éxito. A día de hoy, Snapchat cuenta con más de 150 millones de usuarios activos y, al igual que hizo el pájaro azul, prepara su salida a bolsa. De hecho, la compañía ya cuenta con Morgan Stanley y Goldman Sachs para dirigir este proceso que culminaría con un asalto al parqué entre marzo de 2017 y los primeros compases del segundo trimestre del próximo año.
Mientras tanto, la valoración de la compañía regida por Spiegel sube como la espuma y no parece tocar techo. En mayo, Snapchat fue valorada en 17.800 millones de dólares (algo más de 16.000 millones de euros) y, de cara a su salida a bolsa, esa cifra ha crecido hasta alcanzar los 25.000 millones de dólares (cerca de 23.000 millones de euros al cambio actual). Lejos queda aquella montaña de billetes ofrecida por Zuckerberg que, hoy, parece calderilla.
Será en ese momento cuando los cientos de millones de usuarios de Snapchat sirvan de poco si la compañía no llega a rentabilizarlos. Por ahora, la red social del fantasma lleva el mismo camino que Twitter también en ese sentido: la escasa publicidad se queda corta para hacer negocio.
La única diferencia en ese sentido es que los de Spiegel parecen coquetear con el mercado de lo físico: tras comprar en 2014 la compañía Vergence Labs, Snapchat ha comercializado ahora las gafas que fabricaba esta empresa hace ya dos años. Sin embargo, más allá del dinero que puedan embolsarse (las gafas costarán 130 dólares, más de 115 euros), el movimiento parece destinado a entrenar un algoritmo de reconocimiento facial para sus herramientas futuras.
La audiencia
Aunque la senda que sigue Snapchat parece tener preocupantes paralelismos con la que recorrió Twitter años antes, hay algo que puede determinar el futuro de la aplicación más prometedora del momento: el perfil de sus usuarios. No en vano, Twitter y Snapchat parecen encontrarse en mitad de una batalla generacional de la que ninguna tiene por qué salir vencedora.
A día de hoy, Twitter parece haber quedado relegada al puesto de red social de nicho. Aunque aún cuenta con una millonaria audiencia, la mayoría de sus usuarios son profesionales de la comunicación o internautas que pululan por la plataforma de los 140 caracteres para estar al tanto de las últimas novedades de sus películas, series o cantantes favoritos. Periodistas, celebrities y fans, grosso modo.
En la esquina opuesta de este hipotético cuadrilátero, Snapchat parece contar con el apoyo de los más jóvenes. El chat y su contenido (ya no tan) efímero se han alzado como los predilectos de la generación millennial y, en cierta medida, este hecho podría influir en su supervivencia. Lo más importante no es la edad de los usuarios: antes que nada, Snapchat tendrá que demostrar que sabe convertir en billetes el entusiasmo de la chavalada.