La cámara del iPhone 2G tiene dos míseros megapíxeles y su pantalla, una resolución de 3,5 pulgadas. El primer modelo de los teléfonos de Apple, lanzado en 2007, no podría competir hoy con ninguno de sus sucesores en el plano tecnológico, pero les supera con creces en el plano económico: su precio en eBay llega a rozar la desorbitada cifra de 12.000 euros, diez veces más que el iPhone 7.
Se trata sólo de un ejemplo de las altas cotizaciones que alcanzan en internet los móviles vintage, unas reliquias, nuevas o de segunda mano, codiciadas por nostálgicos y coleccionistas. Las compras les permiten retroceder años o incluso décadas en el tiempo, dependiendo del teléfono y del bolsillo de cada uno. Mientras, los vendedores se forran o, al menos, ahorran para costearse próximos regalos navideños.
El Motorola DynaTAC 8000x también figura en la lista de las antiguallas más cotizadas. Si aquel primer modelo de la manzana mordida ya tenía pantalla táctil, el DynaTAC 8000x ofrecía al usuario un hermoso teclado que recorría en vertical su enorme y pesado cuerpo, coronado por una antena. Tampoco se le podía pedir más al primer móvil de la historia, comercializado en 1983, que actualmente puede conseguirse con todos sus accesorios pagando entre 2.000 y 3.000 euros.
El tamaño, en lo que a fósiles tecnológicos se refiere, suele ser directamente proporcional al precio. Por eso no es de extrañar que otro gigante, el Nokia Mobira Talkmann de 1984, llegue a superar hoy los 900 euros en eBay. El teléfono y su inseparable maletín, al que le une un cable rizado, pesan nada más y nada menos que cuatro kilos y medio.
Un poco posterior a este peso pesado es la gama de StarTAC, también de Motorola, el primer teléfono clamshell (con forma de concha y tapa), cuyo precio varía según la edición. Mientras que el terminal transparente cuesta casi 800 euros, algunos más austeros valen menos de 40. Las rarezas se pagan.
Una idea de negocio
A pesar de que eBay, Milanuncios y otras páginas similares dominan las ventas de reliquias tecnológicas, algunos han optado por montar un negocio en torno a los teléfonos vintage lejos de las webs más conocidas. Esta es la idea de los fundadores de Lëkki, una compañía francesa cuyo objetivo es "volver a lo básico", a los orígenes de la telefonía móvil.
Nacida en 2010, la empresa gala apuesta por reciclar terminales antiguos. Sus responsables luchan así contra dos problemas: el de la obsolescencia programada, que condena a muerte a los dispositivos antes incluso de salir de la tienda, y el medioambiental. "Aunque la vida útil media de un terminal móvil son 18 meses, pasan entre cinco y siete años hasta que se neutralizan las emisiones de CO2 que se producen desde la extracción de los materiales hasta el reciclado", explican. Para reducir su huella de carbono "es necesario prolongar su tiempo de uso", precisamente la meta que persiguen.
El equipo de Lëkki hace un lavado de cara completo a los teléfonos: los revisten de llamativos colores y los equipan con baterías y cargadores nuevos para venderlos después en modernos embalajes. Su oferta incluye los ya citados StarTAC –uno nuevo vale 590 euros− y una amplia variedad de Nokias que rondan, individualmente, los 90 euros.
El colorido modelo rainbow del terminal de Motorola cuesta casi 500 euros en Vintage Mobile, otra tienda online francesa que vende móviles retro y no tan retro, porque en su catálogo figura también la Blackberry Bold 9900, la primera de la línea con pantalla táctil, lanzada en 2011.
En Retrofones pueden encontrarse este tipo de antiguallas a un precio más asequible (aunque sin grandes mejoras). Entre los bestsellers de esta tienda virtual británica se encuentra el Nokia 8110, “famoso por su papel en Matrix”, detalla su fundador. Los terminales suecos han tenido varias apariciones cinematográficas que les otorgan un punto más de interés: mientras que Neo sostuvo el modelo 8110, Nokia lanzó una campaña para promocionar el 7650 con motivo del estreno de Minority Report en el año 2002.
Además de los terminales (como el mítico 3310) que incluían el adictivo juego de la serpiente, el Nokia 9000 Communicator despierta también el deseo de los coleccionistas. Esta especie de combinación entre teléfono móvil y agenda electrónica arcaica puede llegar a superar los 700 euros.
Piezas de coleccionista
"Si hiciésemos una colección con sólo los actuales lo veríamos todo negro", asegura Curro Quevedo, fundador de ZOOO, un establecimiento ubicado en Madrid donde se venden y reparan móviles. Según este amante de las reliquias de la tecnología, "se ha perdido la idea de diseño, sólo se aprecia el tamaño de las pantallas". Quizá por eso algunas personas como él reúnen estas piezas de la historia de la telefonía sólo por disfrutar otra vez de los dispositivos.
El local madrileño alberga ya más de 1.500 terminales antiguos que Quevedo lleva años reuniendo. Unos modelos los ha encontrado en el almacén de la tienda, otros son regalos de clientes que ya no los utilizan y el resto los ha adquirido en internet por distintos precios, generalmente altos. "Muchos cuestan una fortuna y cada día valen más", dice.
Los compradores de los terminales de Lëkki, según su fundador Maxime Chanson, suelen ser hombres de entre 25 y 30 años, "atraídos por el diseño vintage que desean tener un móvil exclusivo" o bien clientes más mayores, ya en la cuarentena, que, movidos por el sentimiento nostálgico, "quieren poseer de nuevo el mismo teléfono que tuvieron en el pasado".
Aunque pocos tienen uno de estos fósiles revalorizados en casa (ya en su tiempo valían un dineral), recopilar los viejos teléfonos en desuso y ponerlos a la venta es una manera de conseguir algo de dinero para sufragar los inminentes gastos navideños. Puedes deshacerte de un Nokia 3310 embolsándote entre 10 y 40 euros −hay quien se atreve a pedir más de 1.000 euros−, y de un mítico Ericsson GA628 por cerca de 100 euros si conservas el resto de accesorios. Y pese a ser bastante más actuales, los HTC One rondan los 700 euros.
Los beneficios sirven también de excusa para hacer limpieza a aquellos que prefieren aumentar sus ahorros a dejarse llevar por la nostalgia y las cajas llenas de aparatos obsoletos cubiertos de polvo.