Los vinos caros le saben mejor a quien los prueba que los baratos y, según la ciencia, esto no tiene que ver con la calidad de las uvas ni con la del propio vino.
En realidad, a partir de determinado rango de precios, los vinos pueden ser muy parecidos para la mayoría de los no entendidos, pero el cerebro humano a veces se sugestiona con una facilidad asombrosa.
Por qué los vinos caros saben mejor, explicado por la ciencia
Un grupo de investigadores de la Universidad de Bonn sirvieron vino a un grupo de voluntarios que se estaban sometiendo a un escáner de resonancia mágnética. Antes de la cata se les informó de que los precios de los vinos eran 3, 6 y 18 euros respectivamente. Pero lo cierto es que todo era vino de 12 euros la botella.
Según los resultados del estudio, publicado en la revista Scientific Reports, a pesar de tratarse de vino de idéntico precio, el falso precio conocido por los participantes produjo un sesgo a la hora de que estos evaluasen su calidad. Hilke Plassman, coautora del estudio, afirma que “como era de esperar, los sujetos del estudio declararon que el vino más caro sabía mejor que otro aparentemente más barato”. La puntuación media del vino más caro tras las votaciones fue de 5,21 sobre 9 en tanto que el vino más barato se quedó solo en 4,19.
Echando un vistazo a los resultados del escáner cerebral realizado a los participantes, los investigadores se dieron cuenta de algo interesante. Una parte del cerebro encargada de la toma de decisiones y las expectativas y otra parte relacionada con el sistema de recompensas y motivación fueron las que se activaron durante la cata del vino más caro. Esto es, que al final el sistema de recompensas de nuestro cerebro nos la juega.
Nuestro cerebro espera que los vinos caros tengan más calidad, por lo que automáticamente percibe el sabor como mejor que el del resto de opciones, incluso si el sabor fuese idéntico al de una botella más barata.
Y no se trata del cerebro intentando justificar la inversión realizada, pues en algunas fases del estudio, los participantes debían pagar por las copas con dinero que les habían dado los investigadores al comienzo del experimento. Independientemente del estado de cuentas de los participantes, el vino que creían más caro resultó siempre mejor valorado.
Los vinos baratos nos pueden parecer peores de lo que son
El estudio no terminaba aquí, una semana después de la sesión de escáner por resonancia magnética, los investigadores pidieron a los participantes que probasen de nuevo el mismo vino de 12 euros, pero en esta ocasión sin conocer el precio. En esta segunda cata, el vino obtuvo una puntuación media de 5,03, una puntación mucho más próxima a la del vino que pensaban que era más caro en la primera parte del estudio y casi un punto por encima del que suponían más barato.
En el caso del vino supuestamente barato, las bajas expectativas que se tienen sobre la calidad del mismo afectan más al paladar de lo que lo hacen cuando probamos un vino que pensamos que es caro al que se le supone calidad, por eso la puntuación del vino “caro” se asemeja más a la puntuación obtenida por el mismo vino en la cata a ciegas sin conocer el precio.
Eso sí, sea barato o caro el vino, recuerda siempre beber con moderación.