Las guerras son siempre un sinsentido y la que el mundo está viviendo estos días en Ucrania no es una excepción; no importa lo lejos que estén cayendo las bombas, cualquier guerra nos destruye a todos en mayor o menor medida. No sé si este es el mejor comienzo para hablar del boicot que algunos bares y restaurantes están llevando a cabo contra la ensaladilla rusa, pero es que es la única conclusión a la que llego cada día desde hace un par de semanas cada vez que llega una nueva noticia sobre la invasión de Rusia a Ucrania.
Doce días, desde el 24 de febrero en los que las muestras de solidaridad con el pueblo ucraniano por parte de la gente que está en España se alternan con terribles imágenes y vídeos del daño y el dolor al que otros seres humanos están siendo sometidos por orden de otro ser ¿humano?
Boicot a la ensaladilla rusa por solidaridad con Ucrania
Muchas son las acciones que se están llevando a cabo estos días para apoyar a Ucrania, desde la recaudación de fondos que está llevando a cabo el chef José Andrés desde su organización sin ánimo de lucro, World Central Kitchen, con la que ya llevan muchos días desplazados en distintos puntos de Ucrania y sus fronteras para ofrecer raciones de comida caliente a todos los refugiados que van llegando, a las campañas de diversos materiales promovidas por particulares o los platos ucranianos que algunos restaurantes han incluido en su carta con el fin de donar una parte o la totalidad de los beneficios.
Y dentro de estas manifestaciones de apoyo, estos días ya han trascendido un par de restaurantes, el Mesón Martín en Zaragoza y el restaurante La Mirilla en Cádiz, que han renegado de la ensaladilla rusa, el primero rebautizándola como ensaladilla Kiev y el segundo como "Ensaladilla de langostinos y mayonesa de mango", sin duda, un gesto entrañable, pero que históricamente igual no es demasiado acertado y os cuento por qué.
La ensaladilla rusa en realidad no es tan rusa como crees
No hay duda de que esta mezcla fría que suele tener como base patata cocida, zanahoria y mayonesa, en compañía de otros ingredientes humildes como las aceitunas, el huevo o el atún de lata, o más ostentosos como la merluza, las gambas o los langostinos es una de las tapas que más representan nuestra gastronomía actual, una tapa que no puede faltar en cualquier bar de tapeo que se precie y que a nadie le sorprende encontrar su receta -o una de sus múltiples recetas- en libros de cocina española. Y es que la ensaladilla rusa, aunque sea adoptada, a estas alturas ya es tan nuestra como el gazpacho.
Es cierto que llegó de Rusia, aunque lo de que realmente naciese allí es algo que no está del todo claro. Se sabe que fue el chef Lucien Olivier, de origen franco-belga, quien la hizo popular en Moscú en el siglo XIX. Allí se la conocía como Ensalada Olivier y solo se parecía a la ensaladilla que nosotros conocemos ahora en que era una mezcla de ingredientes aderezados con salsa mayonesa, pero no hay pruebas de que no se inspirase en alguna receta francesa ya existente.
Siguiendo la historia de la relación de España con este plato, os cuento que no es la primera vez que a la ensaladilla le intentan quitar el gentilicio porque el que se la conoce en todo el mundo, pues resulta que, por motivos bien distintos, en tiempos de la dictadura franquista, en los que cualquier atisbo de simpatía con la entonces comunista Rusia estaba muy mal visto y podía tener consecuencias nefastas, los hosteleros también utilizaban nombres alternativos como ensaladilla nacional o ensaladilla imperial o ensaladilla a secas. La misma suerte tuvieron los filetes rusos que tuvieron que reinventarse como filetes alemanes o filetes Bismarck.