Mujeres expertas, profesionales y apasionadas, que juegan un papel clave dentro de las bodegas y que revolucionan los métodos que dan como resultado los mejores vinos. Mujeres inquietas, incombustibles, creativas y minuciosas, que nunca dejan de asumir nuevos retos y desafíos, con el objetivo de seguir aprendiendo y difundiendo la cultura del vino.
Mujeres que, sin provenir de familias bodegueras y con formación y experiencia totalmente ajenas al sector, se atrevieron un día a dejarlo todo para dedicarse al vino y demostrar su carisma en los diferentes sectores que lo componen. Hemos hablado con algunas de estas valientes para conocer su inspiradora historia.
Gloria Negrín, propietaria de Altos de Chipude
La entrada de Gloria Negrín, gomera de raza, de las pocas que quedan en la isla canaria, en el mundo del vino, comienza el día en que su padre, propietario de un pequeño colmado en Chipude, debe dejar de trabajar las dos hectáreas de viña de su familia por razones de salud. “Él prefería morir antes de ver sus viñas abandonadas”, comenta con tristeza la bodeguera. “Aquí las viñas, cuando se abandonan, se convierten en monte, se las traga la tierra, y lleva muchísimo trabajo recuperarlas”.
La idea de que su padre pudiera llegar a ver el trabajo de toda su vida desahuciado, fue lo que movió a Gloria a coger el toro por los cuernos y meterse en este mundo sin mirar atrás. “Fue el amor que le tengo a mi isla, al trabajo de mis padres, de mis abuelos y mis bisabuelos, mi fuerte arraigo a esta tierra, lo que me hizo decidirme por mantener Rajadero”. Después de unos años de muchísimo esfuerzo y tesón, con una bodega sostenible y unos vinos de terruño asesorados por Pablo López, enólogo de Bodegas El Sitio (Tenerife), entre los cuales se encuentra la mejor forastera gomera de la isla, Gloria presume de haberlo logrado. Ha cumplido con creces el deseo de su padre, y le ha dado un nombre con el que llevar el latir gomero a la península: Altos de Chipude.
Reconoce que sus comienzos no fueron agradables. Que ser mujer en el mundo del vino, en un entorno tan limitado como su isla, no es fácil. “Hay mujeres viticultoras en La Gomera, pero no en el campo”, expone. “Tradicionalmente, las mujeres gomeras no entraban en las bodegas, eran lugares vetados para nosotras, y por supuesto tampoco pisaban las viñas; nunca se las enseñó a podar ni a trabajar el campo, solo ayudaban durante la vendimia, pero a cortar racimos, porque cargar era cosa de hombres”. Por eso, al principio, nadie creyó en ella. “Yo cambié todo eso, cuando falleció mi padre me quedé huérfana en todos los sentidos y me metí de lleno en la viña”.
Nos lo cuenta recién llegada de podar, con los pies en alto, porque Gloria Negrín no es solo la dueña de Altos de Chipude, también es la que lleva la finca, la que trabaja las viñas heroicas plantadas en bancales con pendientes imposibles y la que enseña a sus trabajadores veteranos nuevas técnicas de viticultura. “Yo he tenido que demostrar lo que sé hacer, de lo que soy capaz, porque nadie daba un duro por que yo sacara adelante los viñedos”. Sin embargo, no solo consiguió acallar a sus detractores, sino que este año ha dado un paso más recuperando cepas centenarias y formando a otras mujeres para que se animen a trabajar la tierra. “Las mujeres tenemos mucha fuerza y lo que nos proponemos lo conseguimos; no tenemos que demostrar nada a los hombres, simplemente creer que nosotras podemos hacer las cosas igual o mejor que ellos”, concluye.
Gabriela Alcorta, propietaria de Berria
Natural de Vitoria, Gabriela estudió Decoración de Interiores en IADE (Bilbao). Se considera madrileña de adopción, ya que ha pasado en la capital sus últimos 31 años. Trabajó en Loewe como decoradora e interiorista y toda su vida profesional ha estado relacionada con el lujo y el diseño. Su principal hobby es la pintura, a la que ha dedicado parte de su formación. Actualmente, es propietaria junto con el sumiller Tomás Ucha, de Berria, el wine bar más exclusivo de Madrid, fiel reflejo de su personalidad.
Por su trayectoria, Gabriela entiende el lujo como el cuidado del cliente, no como algo superfluo sino como una experiencia única. “Mi meta siempre ha sido alcanzar la excelencia y el mundo del vino me encantaba. Pensé en desarrollar una propuesta diferente en Madrid, un bar de vinos donde la gente pudiera disfrutar entendiendo este mundo tan complejo, pero a la vez tan fácil de compartir, y tenía que estar a la altura de una localización como la Puerta de Alcalá”, cuenta. “Comencé el proyecto desde el principio, centrándome en la decoración porque ese era mi mundo, con la ilusión de crear un ambiente único que transmitiese al cliente esa emoción”.
Gabriela destaca además que en su equipo la mujer tiene una presencia destacada, tanto como sumiller en sala como en la carta de vinos, que cuenta con 300 referencias hechas por elaboradoras de todo el mundo.
Brita Hektoen, propietaria de Santa Petronila
Noruega enamorada del paisaje de la viña y defensora del enoturismo rural, Brita Hektoen es propietaria de Santa Petronila, un viñedo con alojamiento en Jerez de la Frontera. Pero su carrera profesional no siempre ha estado vinculada al mundo del vino.
“Vine a España en el 89, así que casi me considero más española que noruega, pero el corazón es muy amplio y puede albergar más de un país”, proclama Brita. Su periplo por España comienza en Barcelona estudiando un master. Allí conoció al que se convertiría en su marido, un gaditano originario del Puerto de Santa María cuya abuela había tenido una bodega -que ya no existe-, aunque no en Jerez, sino en Extremadura. Unidos por una pasión común por los viajes, la gastronomía y el vino, viajaron juntos por casi todas las capitales vitivinícolas del mundo mientras ella se doctoraba en Economía y ejercía como directora y profesora de la Escuela de Negocio.
Fue residiendo en Sevilla a principios de los 2000 cuando empezó a gestarse su interés por montar un negocio propio. Todas las posibles ideas desembocaban siempre en el vino y el patrimonio cultural, en el deseo de aportar algo más. Hasta que encontraron Santa Petronila, una finca de 1722 completamente rodeada de viñedos en Macharnudo, uno de los pagos más importantes de Jerez. Compraron la viña, reformaron la casa para hacer un alojamiento rural y un centro de interpretación de los viñedos jerezanos, y comenzaron a hacer su propio vino, orgánico y artesanal, a partir de cepas de más de 40 años, algo verdaderamente singular en la zona.
Santa Petronila es hoy un proyecto de recuperación que supone una puesta en valor de la tradición y, a su vez, una aventura con final feliz. “Decían que éramos unos locos, unos románticos, que no sabíamos nada sobre hacer vino en Jerez”, rememora la propietaria. “Así que estamos muy orgullosos de que esta casa vuelva a ser testigo de su propia vida de manera tan auténtica”.
Paula Menéndez y Virginia García, sumilleres y fundadoras de In Wine Veritas
In Wine veritas es una empresa de consultoría y asesoría para restauración puesta en marcha por Paula Menéndez (Salamanca) y Virginia García (Ciudad Real), dos mujeres sumilleres que no vienen de familias bodegueras y cuyas formaciones anteriores tampoco tenían nada que ver con el vino. “Yo estudié criminología para ser detective privado, pero me di cuenta enseguida de que esa no era la vida que yo quería seguir”, cuenta Paula. “El vino siempre había estado presente, así que decidí apostar por ello y empecé mis andaduras en Valencia, en el grupo Quique Dacosta”. Después, trabajó en Aponiente, consiguió la segunda estrella Michelin junto a Paco Morales en Noor y, cuando estaba en lo más alto de su carrera como sumiller, llegó la pandemia.
“Fue en el confinamiento cuando surgió la idea de crear esta asesoría junto con mi pareja”, explica. Virginia, por su parte, estudió Arte Dramático antes de formarse como sumiller y trabajar para el grupo Dani García en Marbella. Actualmente, forma parte de equipo de Juan Luis Fernández, chef del estrella Michelin jerezano Lú Cocina y Alma, y junto a Paula, es la otra mitad de In Wine Veritas. “Nos viene como anillo al dedo, porque en este lado del vino tienes que ser un poco ‘actriz’ y desarrollar esa parte de expresión verbal y corporal, como Virginia, y también un poco ‘detective’, como yo, e investigar al cliente con psicología para descubrir qué quiere y cómo lo quiere”, apunta Paula Menéndez.
“Lo que más nos gusta del vino es su carácter eterno, tanto por su papel en la historia como por el interés ilimitado que provoca en las personas para querer seguir aprendiendo, viajando, descubriendo, conociendo otras vidas y otras formas de entenderlo”, destaca la sumiller y asesora salmantina. “Es muy enriquecedor para nosotras poder ayudar a aquellos que buscan que el vino se convierta en un protagonista más de su negocio”.
Carmen Aumesquet, Directora de Promoción del Consejo Regulador del Jerez
En el área ejecutiva también hay mujeres que ocupan cargos de responsabilidad sectorial y que, gracias a su labor, han conseguido que el vino español sea reconocido como un producto único en el mundo por su calidad y versatilidad. Entre ellas se encuentra Carmen Aumesquet, Directora de Promoción del Consejo Regulador de los Vinos y Vinagres de Jerez y la Manzanilla de Sanlúcar desde el año 2005. Una mujer que ha logrado transmitir los valores del jerez a través de campañas de marketing galardonadas internacionalmente.
La relación de Carmen con el vino es singular. “Yo sería la quinta generación de una familia bodeguera en Lebrija, pero decidí dedicarme al vino cuando mi familia ya no tenía ninguna vinculación con el sector, pues la bodega se vendió en los años 80. Estudié Derecho y me enfoqué en Derecho Internacional porque era lo que más me gustaba. Me fui a Estrasburgo a hacer un postgrado y trabajé en el Parlamento Europeo, en Bruselas. Hasta que me cansé de aquello y decidí volver a mi tierra para atender algo que había estado latente en mí toda la vida: el amor por el vino”.
“Creo que simplemente lo vio claro: en ese momento de mi vida en el que quise volver a Jerez para trabajar, supe que tenía que ser en el mundo del vino”. Sin formación, pero con una pasión innata por el vino, Carmen comenzó trabajando en un departamento de exportación en el Puerto de Santa María debido a su relación con los idiomas, con la intención de forjar sus conocimientos para trabajar en una bodega. Pero el Consejo Regulador del Jerez se adelantó en sus planes. “Llevo 18 años dedicándome a lo que considero que es mi vocación”, defiende orgullosa. “Lo he vivido en casa, desde pequeña, con mis abuelos, aunque la pasión por Jerez me viene de una profesora de inglés que coleccionaba etiquetas de vinos antiguos y a los 10 añitos me despertó el interés por las historias de las bodegas centenarias, los comerciantes y las familias bodegueras”.
Camino Pardo, propietaria de Nexus&Frontaura (Ribera del Duero y Toro)
Enóloga de la marca Nexus en Ribera del Duero y Frontaura en Toro, el talante visionario de Camino Pardo ha aportando cultura, calidad y tradición a sendas regiones desde entonces. Su infancia transcurrió en las riberas castellanas, entre familias que dominan el arte de la vendimia y la entienden como una cultura y como una forma de vida, pero ella no se encontraría realmente con el vino hasta mucho después.
Licenciada en Filosofía y Letras con un MBA, Agente de la Propiedad Inmobiliaria y Mediadora de Conflictos, a Camino el vino le cambió la vida. A punto de cumplir 20 años en el sector, asegura no recordar cómo era su vida antes de dedicarse en cuerpo y alma a las viñas, y que fue su preparación en otros sectores lo que le aportó la educación y la libertad necesarias para afrontar los retos a los que se iba a enfrentar. Dice que se acercó al mundo del vino de forma sencilla y humilde, que logró reunir un equipo comprometido con sus propios valores y que empezó como debe hacerse: viajando por el mundo con la botella de vino bajo el brazo.
“Me hice cargo de este proyecto familiar por amor a la persona que elegí como compañero de vida. Su familia tenía viñedos registrados desde 1840, y fue la visión de mi marido sobre la zona de Ribera del Duero y Toro lo que nos llevó a iniciar este proyecto apasionante, un proyecto de vida basado en la naturaleza singular de unas vides y unos suelos muy específicos”, narra la bodeguera. “Ahí es donde yo he aprendido, tocando la tierra con las manos, sintiendo el frío en los labios y el viento en la cara, haciendo realidad una empresa basada en los pilares de la familia, el esfuerzo, la cultura tradicional y el respeto a la increíble generosidad de las viñas, que sobreviven a todo para cumplir el fin de su vida: dar fruto”.
Como en cualquier andadura, ha habido dificultades, pero Camino no cambiaría el curso de su vida profesional: “El vino ha traído cosas muy buenas a mi vida, un crecimiento cultural absoluto, el respeto por la vida, de la que creo que somos simples instrumentos, y verdaderas relaciones de amistad”, comenta. “En el mundillo me conocen como ‘la de Frontaura’, y no hay ningún título que me haga más feliz que ser bodeguera. Amo el vino y cuando pienso en lo que fui, veo que esta es realmente mi identidad, lo que quiero seguir siendo”.
Como mujer, Camino Pardo piensa que ha forjado su sensibilidad para percibir un abanico de matices, especialmente en el mundo de las emociones. Algo que, asegura, armoniza muy bien con el sentir de la esencia femenina: “El vino está ligado a los sentidos, a los afectos, al respeto por la naturaleza, a la visión de futuro, pero también a una labor de sostenibilidad con nuestro entorno agrícola y económico”.
Mar Romero (Cofundadora de Imbolc, Madrid)
Periodista de profesión, Mar Romero empezó hablando de gastronomía desde las ondas. El salto al lado enológico fue algo natural, orgánico, pues cocina y vino siempre han ido de la mano. “Mi programa en Punto Radio empezó a tener mucho éxito porque era los sábados por la mañana, después de Luis del Olmo y heredaba parte de su audiencia, pero me di cuenta de que cuando entrevistaba a un bodeguero y este hablaba de cosas más técnicas yo me sentía un poco perdida”, recuerda.
Fue en ese momento cuando decidió formarse en vino para entender los conceptos y poder guiar mejor las entrevistas, sin tener en cuenta los dictados de una época en la que no había mujeres en los cursos de sumilleres ni tampoco en el campo, apenas existían las ingenieras agrícolas y las bodegas familiares ni se planteaban responsabilizar a sus hijas en puestos elevados. Algo que afortunadamente ha cambiado con el tiempo. “Ya no deberíamos decir que el vino es un mundo de hombres, ahora estamos a la par”.
Estudiar en la Cámara de Comercio supuso un esfuerzo grande para Mar, pero allí conoció a “personas maravillosas” que le ayudaron y le animaron a profundizar aún más. Reconoce que esta formación le abrió una puerta al lado humano del vino. Comenzó a entender el valor real de una botella a partir del trabajo que hay detrás, en el campo y en la bodega. Y ya no hubo vuelta atrás. “Entender de lo que hablo y comprender qué quiere cada bodega me ayuda a poder transmitirlo mejor a los periodistas”.
Dedicada en cuerpo y alma a transmitir la cultura del vino desde su agencia de comunicación Imbolc, especializada en gastronomía y vinos, Mar también dirige y presenta el programa ‘Mesa y Descanso’ en Capital Radio y forma parte del comité de cata de la Guía Gourmet, entre otras muchas actividades. “Admiro a todas personas que hablan y comunican el vino desde el conocimiento, porque no hay otra manera posible de hacerlo. La formación nunca se acaba, engancha y siempre estás aprendiendo”.