"Nos deja la mano que mece la fabada, la eterna reina de la gastronomía asturiana", son las palabras de Marcos Morán, cocinero al frente de Casa Gerardo, uno de los grandes templos de la gastronomía asturiana, que anunciaba el fallecimiento de su abuela Ángeles Quirós, la mujer que convirtió ese restaurante familiar en lo que hoy es.
Hoy es un "lunes raro" en Casa Gerardo, que ha abierto sus puertas tras haber despedido a la matriarca de la familia, quien durante décadas estuvo preparando el fondo de base que más tarde traería los reconocimientos en forma de estrella Michelin y de sol Repsol. Su funeral se ofició este domingo en el tanatorio de Cabueñes, en Gijón, después de que Geles, a los 97 años, 'apagará sus fogones' definitivamente la madrugada del sábado.
"Nieta, hija, madre y abuela de esta casa que la vio nacer, Casa Gerardo se define con sus manos, su tesón, su trabajo incansable, su amor por los suyos. Estuvo al pie del fogón desde los 14 años y siempre liderando desde la sala de máquinas.
El final de los 70 la trató injustamente, con la muerte prematura de un hijo y perder a su madre a los pocos años, pero siguió guisando, peleando, luchando y así estuvo hasta que dejó la cocina a finales de siglo y principios del milenio. Una persona que estaba genéticamente diseñada para dar de comer, de esa raza de personas que pelan con cuchillo, no con pelador, que pican la cebolla en la mano, no en la tabla, que con talla pluma te levanta una olla, te revuelve una perola enorme y te prueba todo lo que cocina, porque los cocineros buenos prueban todo lo que cocinan" narra el nieto de la guisandera desde su perfil de Instagram.
Un repaso de su vida, donde se intuye dolor, pero también un tremendo orgullo por haberlo vivido y ahora poder contarlo. Ángeles Quirós nunca se quitó el delantal, su labor en la vida era nutrir y cocinar. Su etapa al frente de Casa Gerardo abarcó desde sus 15 hasta sus 75 años, cuando cedió el testigo a su hijo Pedro Morán, quien desde hace dos décadas ha preservado su legado junto a su nieto Marcos.
Ese orgullo pasa por el amor y la escuela que Geles compartió no solo con la familia, si no con todo aquel que cruzaba las puertas de su 'casa'. Sin separarse del cucharón de madera, ni la olla que no dejaba de remover, encumbró la fabada y el arroz con leche a lo más alto del podio de la cocina asturiana.
Siendo la hora que es, y el momento de publicar este artículo, como su nieto presentía "la vida sigue, Geles a estas horas ya estará con la pota de fabes lanzada y diciéndole a los ángeles que si hacen lentejas que les echen bien de aceite que ‘les legumbres son llambiones’".