Reinventarse o morir. Tal vez eso fue lo que pensaron Núria, Enric y su hija Sònia cuando decidieron transformar su vermutería con 65 años de historia en el barrio barcelonés de Sant Antoni en una moderna taberna japonesa. Su valiente metamorfosis les ha llevado a ganar un Solete de la Guía Repsol en 2023 y a ofrecer numerosas entrevistas a medios nacionales y locales.
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El Bar Bodega Chiqui se ha convertido en una sensación en Barcelona; la pandemia les puso a prueba y han pasado el examen más que de sobra. Abiertos desde 1959, antiguamente servían sólo conservas, pinchos y bocatas, pero ahora combinan estos platos tradicionales con múltiples opciones de sushi (makis, nigiris, uramakis...) y otros bocados nipones.
El encargado de elaborar las recetas japonesas es Douglas, la pareja de Sònia. "Pescados e ingredientes frescos elegidos directamente por nosotros. Somos una pareja joven realizando nuestro sueño, servir sushi hecho con cariño", puede leerse en la web oficial de Grado Sushi, el restaurante japonés que se esconde dentro de Bar Bodega Chiqui.
Entre los platillos japoneses más destacados de su carta se encuentra el edamame trufado con shichimi, las gyozas caseras de carne, el langostino en tempura, el uramaki vegetal con queso de cabra, manzana y rúcula, el usuzukuri de ventresca de atún o el nigiri de gamba roja.
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Por lo que respecta a la parte más 'clásica' de la carta, sobresalen las gildas, las anchoas y boquerones con pan con tomate, sus vinos a granel y, por supuesto, el vermú. Además, cuentan con un asequible menú del día de sushi por sólo 12,50€. En general, el precio medio por persona es de 15 o 20€.
Podréis encontrarles en el número 29 de la Calle Vilamarí. La vermutería abre sus puertas de lunes a viernes de 7:00 a 23:00, los sábados de 9:00 a 23:00 y los domingos de 11:00 a 17:00, mientras que Grado Sushi tiene horarios más diversos, en función de si se quiere comprar el pedido para tomar en el local o para llevar a casa, por lo que se recomienda consultar todos los detalles en su web. Un sitio perfecto donde los parroquianos de siempre y las nuevas generaciones se dan la mano y conviven maravillosamente.