Si Santoña no tuviese nombre, la habría bautizado Ancholandía. Esta localidad costera de Cantabria es la meca de la anchoa y por sus calles además de notarse una brisa marina y salina, también uno se encuentra las conserveras que aún resisten poniendo en valor la tradición del salazón. 12 de ellas se darán cita del 26 al 28 de abril en la Feria de la Anchoa y de la Conserva de Cantabria, cumpliendo un cuarto de década ensalzando el valor del sector conservero de Cantabria.
Muchos clientes de estas conserveras se encuentran a pocos pasos de ellas, son los numerosos bares y tabernas que salpican su centro donde mejor se degustan, con el ambiente de gran pueblo costero que le caracteriza y sintiendo todavía la brisa del mar de donde nacen.
Uno de los últimos en llegar ha sido Alberto Pérez, un bilbaíno que no hace mucho se puso al frente de El Bodegón junto a su esposa Mayte. No confundir con la Taberna Alberto, establecimiento justo al lado de este establecimiento que desde años se ha convertido en la mejor opción a la que peregrinar en busca de una siempre gustosa lata de anchoas, en compañía de alguna de las otras raciones que son demandadas de su carta.
El motivo por el que hay que detenerse en este local no es otro que el de la calidad y singularidad de sus anchoas.
Las suyas no proceden de ninguna gran conservera, sino de un proveedor más cercano con una pequeña producción cuyo nombre no han querido revelar a este medio. Son de filete grande, especialmente carnosas y perfectamente limpiadas y sobadas con delicadeza para no dejar rastro de ninguna espina.
El matrimonio se ha curtido en la hostelería desde que tienen memoria, pero no ha sido hasta ahora, en Santoña, cuando han emprendido su aventura propia. "Hace dos años este negocio estaba maldito, hemos llegado nosotros y hemos triunfado", cuenta el bilbaíno que veraneaba en Santoña desde hace 20 años.
Él se encarga de despachar a todo lugareño y visitante que se queda en su mostrador posando los ojos en cualquiera de los otros pinchos que prepara diariamente Mayte desde la cocina.
Qué se come en El Bodegón
No solo trabajan la cocina en miniatura, también la lenta y reposada de puchero. La oreja o el morro de cerdo son otros de los hits de su carta. "Lo hace todo mi mujer, todo es casero", asegura Alberto. Desde primera hora la barra rebosa pinchos recién hechos con un género que ha hecho a El Bodegón ganarse la fidelidad del cliente, además de por su "buen trato". El de bonito en escabeche, al que le hecha "siempre un chorrito de aceite de oliva virgen extra" es el más caro y cuesta 2,50€. La brocheta de bacalao y la gilda están a 1,50€.
Aquí no se viene buscando vinos naturales pero si algún que otro buen vino a precios asequibles. Se trata de bodegas grandes y botellas con las que puede sacar margen suficiente poniendo copas a ese precio. Una copa de Tío Pepe acompañando una ración de oreja y ya se ha echado la mañana por menos de 8€.
La anchoa, fiel a su cita en Santoña
Entre el 26 y 28 de abril la capital mundial de la anchoa celebrará la XXIII edición de una feria a la que se sumarán las Conservas Mingo, Conservas Pujado-Solano, Conservas Nuevo Libe, Conservas Fontecilla, Conservas María Asun Velar, Conservas Hoya, Conservas Emilia, Conservas Catalina, Conservas Blasan, Conservas Ana María, Conservas 5Ñ y Conservas Solano.
Además de poder conocer de cerca el trabajo de esta industria que es clave para el desarrollo económico y cultural de la región de la región - emplea entre 2.500 y 3.000 personas durante la temporada alta de la costera y representa un 22% del PIB regional-, se podrá participar en concursos, visitas guiadas, actuaciones y talleres alrededor de este patrimonio gastronómico que merece ser puesto en valor.