Mesas y sillas de formica imitando madera y suelos de terrazo de los que hace décadas que ya no se ven en las casas es la imagen con la que se recibe al visitante en este bar de Huércal de Almería.
Un espacio en el que el tiempo se paró en los años 70, pero que sigue siendo muy frecuentado por los vecinos y visitantes de este pueblo andaluz de apenas 20 000 habitantes. Fuera de él, el bar Santa María, era un auténtico desconocido hasta que hace unos días Pablo Briones, un apasionado de la gastronomía, compartía su hallazgo en su cuenta de X (antes Twitter).
Sin carta y con un único menú para la hora de comer
No es solo que, al traspasar el umbral, el cliente tenga la sensación de haber caído en un agujero de gusano, el Bar Santa María tiene un buen puñado de motivos más para sorprender al que lo conoce por primera vez.
Está regentado por tres hermanos, los Cantón, apodados como "los tontos" o "los feos", según explican algunos clientes en los comentarios a la publicación de Briones. Entre los tres se encargan de realizar, en silencio y a su ritmo, todas las tareas necesarias para atender a los clientes que, según cuentan, son numerosos.
Más llamativo aún es el hecho de que este pintoresco bar solo abre dos horas al día de lunes a sábado, de dos a cuatro de la tarde, solo para comer. Tampoco hay carta para elegir platos y el menú siempre es el mismo. Lo único que puede elegir el comensal es lo que quiere beber, que puede ser agua, gaseosa, refrescos, cerveza o vino de la Alpujarra y el número de huevos fritos que quiere que le sirvan. El resto, como si de una barra omakase se tratara, queda en manos de quienes atienden.
El menú que lleva triunfando más de 50 años
Decía Coco Chanel que el secreto de la elegancia está en la sencillez y tal vez esa sea también la clave del éxito de este bar almeriense. Patatas fritas con pimientos verdes hechas en sartén y huevos fritos con puntillas, los que quiera el comensal, y pan para mojar, ensalada de tomate, atún y aceitunas machacás (aceitunas verdes aliñadas típicas de Almería), longaniza, morcilla de cebolla, butifarra negra, jamón serrano cortado a mano en tajadas gordas y, cuando es temporada, habas frescas, que en Almería es típico comerlas crudas con jamón. Y ya.
Un menú que, como el local, es un viaje al pasado, una visita a casa de esas abuelas almerienses en la que te podías presentar sin avisar a la hora de comer y en menos de lo que tardabas tú en sentarte ya se habían puesto a hacerte un plato de patatas fritas, a cortarte unas tajadas de jamón y a aliñarte un tomate picado para que no te fueras de su casa con hambre.
Sobre el precio del menú, según los comentarios a la publicación de Briones y las reseñas de Google, no hay consenso. Parece que los hermanos Cantón calculan la cuenta a ojo y puede haber fluctuaciones. Tampoco se puede pagar con tarjeta y dicen que conviene reservar porque se llena siempre.