Con todo el ajetreo de la calle San Bernardo, el discreto Café Angélica podría pasar desapercibido. Sin embargo, eso no sucede, el olor del café del bueno, de especialidad y tueste propio llama a sibaritas y disfrutones; su fin solidario, a los comprometidos con la causa de las plantaciones de café; y la historia del local a los curiosos, que son muchos.
Yo me considero fan del café, sibarita lo justo, distingo un café bueno del que no lo es pero nos queda un camino de muchas millas hasta ser verdaderos conocedores de las variedades de café, por lo menos a mí. Y como disfrutona, la fórmula “un café con leche, por favor” se me queda corta, ahora me interesa su historia, su origen, su variedad, sus características, su tueste y que sea un barista quien me lo sirva con el mimo de quien sirve alta cocina mientras me cuenta todo eso.
También me considero comprometida con el tema de las plantaciones de café, que son los campos de algodón del siglo XXI, y siempre curiosa, me gustan los sitios con historia. Por eso me dirigí al número 24 de la céntrica calle San Bernardo, un lugar pionero que ha visto pasar la historia de la mitad del siglo XX y que hoy sigue funcionando casi como entonces: sirviendo cosas únicas.
El antiguo Café Angélica
Trabajando en aduanas uno debe ver cosas cuanto menos curiosas. Y un tal Francisco vio el negocio del momento cuando descubrió que en Francia lo que triunfaba era la venta especializada de hierbas y especias. Así que en el año 1948 decidió abrir la suya en ese número 24 de San Bernardo, la llamó Angélica y fue la primera de Madrid. El siglo XX fue benevolente con él pues a fuerza de trabajo se hizo un nombre y aquella pequeña tiendecita se convirtió en lugar de peregrinaje para los amantes de estos productos exóticos.
Pero el XXI no lo fue tanto, la crisis llamó a su puerta, o el casero más bien con una subida de alquiler que no podía asumir. Fue entonces cuando aparecieron los hermanos Luz y Carlos Zamora – creadores del grupo restaurador Deluz & Cía -, nostálgicos de los locales de toda la vida, decidieron conservar este lugar emblemático con sus hierbas y sus especias sumando un proyecto al que llevaban tiempo dando vueltas: tener su propio tostador de café. Sumaron la conciencia social y ecológica de su grupo y voilà, más que una cafetería.
De momento, hablemos de cafés
Su sueño era, como decía, tener un tostador de café propio y se hicieron con una pequeña Probat alemana que tuesta cinco kilos cada vez para que cada cual pida el tueste que más le guste, ya sea para tomar o para llevar a casa empaquetado y reciente. Por supuesto, no pido “un café” porque en su carta aparecen hasta 11 tipos de cafés según su procedencia. Puedes encontrar cafés de Etiopía, Ruanda, Tanzania, El Salvador, Colombia, Guatemala y Brasil y ellos te cuentan sus características para que elijas el que se acoja a tus gustos.
Todos son de pequeños productores, repito, pequeños – tanto es así que tienen uno cultivado por 194 personas a 1.900 metros en las montañas de Tanzania – porque si algo hace Café Angélica además de servir buen café es luchar contra el negocio esclavista de las grandes plantaciones.
De hecho, la idea de llevar a cabo este negocio con tintes solidarios surgió después de que Carlos viera un documental sobre las paupérrimas condiciones de la producción del café en Etiopía, entonces decidió que solo serviría café de productores con condiciones de laborales humanas y que todos sus beneficios irían destinados a proyectos de co-desarrollo en África, en países como Nigeria o Costa de Marfil. Allí tienen a Philo, parte de la familia desde hace 10 años y encargada de que esa inversión dé frutos.
Esto me lo cuentan mientras me preparan un café de Finca Jaguara, en Brasil. Me lo ofrecen como alternativa a mis hábitos cotidianos de tomar el café medianamente fuerte y medianamente amargo. Este es algo dulce, pero no lleva ningún tipo de azúcar, un plus. Con el de Etiopía de Kochere dan en el clavo, un café clásico, potente de sabor pero de los que cae bien al estómago y atempera el cuerpo, más salvaje y con un sabor más habitual. Y por último, para no salir como una moto de allí, me ofrecen un descafeinado. Ay, herejía, un descafeinado a una amante del café. Pues, como se dice comúnmente, me dan “un zas en la boca” porque este descafeinado sabe a café, no sabe a “algo parecido al café”, sabe de verdad porque el proceso de descafeinado se hace al agua, sin químicos, por lo que conserva su sabor original del buen café de Colombia.
La esencia del original
Como decía, conservan del antiguo Angélica la tradición de la venta de hierbas y especias en las que ponen tanto cuidado como en los cafés. Y es que las hierbas proceden del Delta del Ebro y son secadas al aire para que conserven todo su aroma, sus propiedades medicinales y gustativas intactas. Las especias proceden de la India, también de pequeños productores, son ecológicas y tienen el certificado Fair Trade (de comercio justo).
En cuanto a los tés, tiene hasta 14 variedades procedentes de Japón, India y China y seleccionados como quien selecciona un buen vino, pues con los tés sucede como con las uvas, hay añadas buenas y malas, y ellos siempre tienen las mejores. Aviso, no tienen nada que ver con los tés que acostumbramos a ver y tomar.
Siguiendo la estela eco de sus productos, han metido una pequeña carta de desayunos y tapas para picar algo en cualquier momento del día. Para empezar el día, la tosta de aguacate manda, aunque los menos modernos en esto del comer encontrarán la clásica tostada de tomate y aceite con buen jamón o queso fresco y una selección del dulces caseros. Cuando el gusanillo aparece a medio día, unas tapas de jamón, de queso de Fariza –ecológico, de ovejas que pastan en las arribes del Duero–, o un chuletón de tomate con hierbas y especias ‘Angélica’ son perfectos. Y cuando el hambre aprieta, los bocadillos y ensaladas de roast beef de ternera ecológica, salmón salvaje con rabanitos, pechuga de pollo ecológico con salvia, mostaza y jengibre, o quinoa con aguacate, verduras asadas, tomates confitados y fresas, todos traídos de La Vaquería Montañesa (otro restaurante del grupo) en el día.
Como decía, son nostálgicos, así que tienen todos sus productos en cajas de latón ubicadas en las antiguas estanterías de madera de la tienda. De la que también conservan las escayolas y el suelo de ajedrez sobre el que descansan un par de mesitas. Un sitio que respira historia, la del Madrid de entonces, la del hombre visionario y la de los rincones del mundo que cultivan sus productos y que Café Angélica busca hacer mejores y más justos.
Qué, dónde, cuándo y cuánto
Cafeteros y amantes de lo histórico, esto es lo que tenéis que saber para poner rumbo a Café Angélica:
- Café Angélica es una pequeña tienda-cafetería de la calle San Bernardo que sirve cafés seleccionados de pequeños productores de África y Sudamérica con fines solidarios. Todos los cafés los tuestan ellos mismos para tomar allí o para que te lleves tu paquete a casa Además tienen hierbas del Delta del Ebro, especias de la India y Tés de India, Japón y China especialmente seleccionados y con un proceso de secado que mantienen sus propiedades medicinales, olfativas y gustativas intactas. La oferta la completan una seleción de tostas, tapas, bcadillos y ensaladas ecológicos.
- Está en la calle San Bernardo, 24, Madrid.
- Abre de lunes a viernes de 9:00 a 22:00, sábado y domingo de 9:00 a 22:30h.
- No hacen reserva, pues el local cuenta con apenas dos mesas y una pequeña barra.
- El precio medio del café y el té es de 2,50€, y el precio medio de la carta es de 8€.
Café Angélica es una pequeña tienda-cafetería histórica de la calle San Bernardo. Data de 1948, cuando un visionario trabajador de aduanas vio en las especias y hierbas que triunfaban en Francia un negocio al alza. Fue la primera tienda de este tipo en Madrid y ahora los hermanos Luz y Carlos Zamora mantienen esa historia viva vendiendo los productos que le dieron vida: hierbas del Delta del Ebro, especias de la India y tés de India, Japón y China especialmente seleccionados y con un proceso de secado que mantienen sus propiedades medicinales, olfativas y gustativas intactas. Pero su sueño era tener un café de tueste propio así que se compraron una tostadora y sirven cafés seleccionados de pequeños productores de África y Sudamérica con fines solidarios – pues sus beneficios van destinados a proyectos de co-desarrollo en África, en países como Nigeria o Costa de Marfil – que son tostados por ellos mismos para tomar allí o para llevar a casa. La oferta la completan una selección de tostas, tapas, bocadillos y ensaladas ecológicos.