La dieta baja en FODMAPs no es una de las mil dietas milagro que ya han saturado el mercado de verano. De hecho, se trata de una forma de alimentación cuyos beneficios se pueden disfrutar a lo largo del año, aunque solo debe recomendarse en determinados casos, y no está exenta de perjuicios. Una dieta baja en FODMAPs, como su propio nombre deja entrever, conlleva la aplicación de ciertas restricciones alimentarias, por lo que siempre debe pautarse por parte un sanitario formado en nutrición.

En este caso, la dieta baja en FODMAPs ha demostrado mejorar los síntomas de enfermedades como la dispepsia o “malestar estomacal”, el síndrome de colon irritable, e incluso en casos de sensibilidad al gluten no celíaca o enfermedades inflamatorias intestinales (colitis ulcerosa y enfermedad de Crohn). Sin embargo, y aunque son muchos los que piensan erróneamente que puede mejorar el estreñimiento, por el momento no existe evidencia al respecto.

Qué es la dieta baja en FODMAPs

verduras

El acrónimo FODMAPs se refiere a un grupo de hidratos de carbono; en sus siglas inglesas son Fermentable-Oli-Di-Monosacharides And Polyols (oligosacaridos, disacáridos, monosacáridos y polialcoholes fermentables). Se trata de un tipo de hidratos o “azúcares” que se absorben de forma escasa en el intestino delgado, y que se fermentan rápidamente por parte de las bacterias intestinales.

Cabe destacar, eso sí, que no todos los hidratos de carbono de cadena corta o HCCC son FODMAPs, sino solo aquellos que son fermentables al ser poco absorbidos por el intestino delgado.

Los alimentos ricos en este tipo de hidratos de carbono, al ser más complicados de procesar dada su escasa absorción intestinal, pueden provocar en algunos individuos síntomas como distensión o hinchazón abdominal, gases o alteración del ritmo deposicional (estreñimiento, diarrea o episodios alternos de ambos). Este tipo de enfoque dietético no es nuevo, sino que ya se empezó a mencionar a finales de la década de 1990 en la Universidad de Monash en Melbourne (Australia).

Muchos de estos FODMAPs se encuentran en multitud de alimentos que se sabe que son saludables y ricos en nutrientes, como diversas frutas y verduras, lácteos, cereales integrales, legumbres, semillas, frutos secos… aunque no en todos, y no en la misma medida. Por tanto, cabe destacar que el hecho de que un alimento sea rico en FODMAPs no implica que sea menos sano, sino que habrá individuos que lo procesarán mejor, y otros peor, por lo que su consumo moderado puede mejorar estos síntomas gastrointestinales.

Beneficios de una dieta baja en FODMAPs

Vector intestines with bacteria, germs and magnifier

La dispepsia o malestar intestinal, que en muchas ocasiones asocia hinchazón abdominal, dolor, ardor estomacal e incluso reflujo gastroesofágico suele tratarse por parte de la medicina moderna con Omeprazol o fármacos derivados. Si bien es cierto que dichos fármacos son muy útiles en determinados casos, también cabe destacar que se ha producido un sobreuso de los mismos, y se sabe que un uso prolongado puede acarrear efectos secundarios en ocasiones muy graves.

En casos leves, algunas modificaciones alimentarias, como una dieta baja en FODMAPs, pueden mejorar esta dispepsia. En casos más graves, es necesario llevar a cabo diferentes pruebas diagnósticas a cargo de nuestro médico de familia.

Por otro lado esta el síndrome del intestino irritable o SII, una enfermedad cuyo origen aún es desconocido, y que suele caracterizarse por dolor abdominal y cambios en el hábito deposicional. Concretamente, se suele producir dolor al menos tres días al mes junto a una alteración en la frecuencia de las deposiciones (diarrea o estreñimiento). Dependiendo del tipo, existe un SII con estreñimiento (heces duras una de cada cuatro veces), SII con diarrea (diarrea una de cada cuatro veces), y patrones mixtos donde hay una alternancia de ambos síntomas.

En este caso, la dieta baja en FODMAPs ha demostrado mejorar los síntomas en un 50-90% de los casos de síndrome de intestino irritable. Aunque, eso sí, dicha dieta siempre debe pautarse tras descartar otras causas que puedan dar lugar a estos síntomas. Jamás se debe iniciar una dieta baja en FODMAPs por “probar a ver qué tal”, y siempre requiere un seguimiento por parte de personal sanitario formado en nutrición.

Por su parte, durante los brotes de enfermedades inflamatorias intestinales, como son la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn, una dieta baja en FODMAPs ha demostrado poder colaborar en la mejora de dichas agudizaciones, siempre acompañando al tratamiento farmacológico. Según los estudios, esta dieta mejoraría síntomas como la diarrea, dolor y distensión abdominal y las náuseas, pero no el estreñimiento.

Finalmente, en algunos casos de sospecha de sensibilidad al gluten (que no enfermedad celíaca como tal), la dieta baja en FODMAPs ha logrado beneficios. En estos casos la hipótesis es que el gluten no sería el problema más importante en estos casos, sino la dificultad para procesar los FODMAPs como tal.

Posibles perjuicios de una dieta baja en FODMAPs

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Como cualquier tipo de dieta que conlleve restricciones, la dieta baja en FODMAPs no está exenta de críticas y matices a destacar, como ya se afirmó en un trabajo publicado en Gastroenterology & Hepatology el pasado año 2017.

Como su propio nombre indica, llevar a cabo este tipo de dieta implicará moderar o incluso restringir totalmente el consumo de determinados alimentos (existen tablas muy detalladas sobre cuáles se procesan mejor y peor), y es complejo llevarla a cabo correctamente. De hecho, de forma errónea, muchos profesionales llegan a usar este enfoque dietético como forma de diagnóstico del síndrome del intestino irritable. Sin embargo, a día de hoy, tal diagnóstico siempre es de exclusión tras descartar otras posibles enfermedades, y basándose en una serie de criterios clínicos denominados Criterios de Roma. Por tanto, “probar a ver qué tal” no es una forma de diagnóstico.

Por otro lado, limitar los FODMAPs también implicara limitar otros tipos de hidratos de carbono con acción prebiótica, algo que a largo plazo puede implicar problemas para la salud.

Finalmente, llevar a cabo este tipo de dietas restrictivas ha demostrado poder desencadenar o aumentar el riesgo de trastornos de la conducta alimentaria en individuos muy preocupados por su forma de alimentación. Por ello, insisto, siempre debe recomendarse por un profesional formado en nutrición, y siempre debe llevarse a cabo un correcto seguimiento de la alimentación.

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