Las epidemias de obesidad en general, y obesidad infantil en particular, parecen no conocer límites en el mundo occidental. De hecho, algunos expertos ya sugieren que se está normalizando la obesidad, como una especie de “variante de la normalidad”. Pero la realidad es muy distinta: la obesidad es una enfermedad que va mucho más allá de la apariencia estética inicial en la que suele fijarse todo el mundo.

La obesidad, como enfermedad, también ha demostrado ser capaz de dar lugar a otras enfermedades epidémicas de nuestra época, tales como la diabetes tipo 2 (siendo obesos el 80-85% de los individuos con esta enfermedad metabólica), la hipertensión arterial, diversas enfermedades gastrointestinales e incluso sería uno de los mayores factores de riesgo de enfermedad cardiovascular o ictus, sin olvidar determinados tipos de cáncer.

Pero el problema no queda solo en la obesidad en general, sino que se está extendiendo preocupantemente a menores edades: la obesidad infantil lleva años aumentando de forma progresiva, y en gran parte de las ocasiones sin que los padres se percaten de la misma. Probablemente en más de una ocasión todos habremos oído la expresión “solo son unos kilitos de más”, una expresión que solo quiere esconder el verdadero problema.

La obesidad infantil, de la misma forma que sucede en la edad adulta, no es un problema estético sino de salud; un problema que ha demostrado aumentar el riesgo de otras enfermedades asociadas también en la edad adulta.

La obesidad infantil en España

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Según datos de un estudio llevado a cabo por la Escuela de Salud Pública de Londres junto a la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de niños y adolescentes que padecen obesidad se ha multiplicado por 10 en todo el mundo en los últimos 40 años: en el año 1975 solo once millones de niños sufría obesidad, mientras que en 2016 ya existían 124 millones de menores de edad eran obesos. Pero los datos no acaban aquí, y es que este trabajo sugiere que si la tendencia continúa de forma similar, en tan solo cinco años habrá más jóvenes son sobrepeso u obesidad que con un peso normal.

Centrándonos en datos de los países mediterráneos en particular, recogidos entre los años 2015 y 2017, destaca por encima de todos ellos Chipre con hasta un 43% de niños y niñas  con sobrepeso u obesidad, seguido de España, Grecia e Italia con tasas de más del 40% de sobrepeso en dicha edad. Al dividir por géneros, España tendría un 19% de niños con obesidad y hasta un 17% de niñas con dicha enfermedad.

Por otro lado, algunos estudios han buscado otros factores asociados a la obesidad. Si bien es cierto que anteriormente se creía que un mayor nivel socioeconómico se asociaría a mayor peso (al tener más disponibilidad de dinero se tiene acceso a más alimentos), la realidad es que dicha tendencia es totalmente al revés, al menos según un estudio de Reino Unido, el país con mayor nivel de obesidad de Europa (seguido de cerca por España, según un estudio de The Lancet de 2017): los niños más pobres son más obesos; concretamente, una media de 2 kilos más que los niños más ricos, según otro trabajo publicado en The Lancet en 2018.

¿Por qué hay cada vez más niños obesos?

Dicho cambio de paradigma se debería a los cambios acaecidos en los últimos 70 años: Hasta 1954 los niños de Reino Unido se criaron con cupones de racionamiento, por lo que tenían una dieta alta en vegetales y baja en grasas y azúcar (era más barato); sin embargo, hoy en día los alimentos más obesogénicos y ricos en azúcar son los más baratos y accesibles.

Los autores de varios de estos estudios asocian este aumento de la obesidad en general, y la obesidad infantil en particular, al elevado consumo de carbohidratos y comida procesada, junto a los malos hábitos de vida como el escaso ejercicio físico. Otros, además, sugieren también la hipótesis de que los alimentos sanos se han vuelto más caros, dado que los países en desarrollo parecen ser aquellos que han aumentado más su peso respecto a los países ricos.

A esto hay que añadir que precisamente estos países ricos son, a su vez, los que tienen más medios para llevar a cabo campañas de concienciación con el objetivo de disminuir las tasas de sobrepeso y obesidad, aunque de momento en países como España parece no estar funcionando.

Los riesgos a largo plazo de la obesidad infantil

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Además de los conocidos problemas relacionados con la obesidad en la edad adulta, que repasaremos posteriormente, la obesidad infantil por sí misma ya ha demostrado provocar estragos.

Riesgos que corren los huesos con la obesidad infantil

Uno de estos problemas es la necesidad de un recambio de cadera: en Reino Unido, en tan solo tres años, la necesidad de una prótesis ortopédica de cadera a causa de la obesidad ha aumentado hasta un 60% en general. Sin embargo, dicho aumento no se ha producido en la población adulta, sino en adolescentes y niños de 10 años.

Según el Servicio Nacional de Salud de dicho país, en los últimos cuatro años se han realizado hasta diez recambios de cadera en niños y adolescentes de entre 10 y 19 años, y dos de ellos también precisaron un recambio de rodilla. Además, hasta 86 jóvenes de 20 años necesitaron un recambio de cadera, y 11 de ellos también un recambio de rodilla. Y en todos los casos, la causa principal era el sobrepeso.

Según la Federación Mundial de Obesidad, este no sería el único problema asociado a la obesidad infantil, pues se espera que aumenten drásticamente los dolores de espalda y dolores articulares (caderas, rodillas y tobillos) en niños a causa de la misma obesidad; sin olvidar que sufrir obesidad a edades tan precoces también provoca, a su vez, una alteración del crecimiento cuyas consecuencias pueden ser irreversibles.

Problemas metabólicos asociados a la obesidad infantil

Por otro lado, y asociándose tanto a la obesidad infantil como a la obesidad adulta, existen otras enfermedades íntimamente relacionadas. La primera de ellas es la ya comentada diabetes mellitus tipo 2, una alteración metabólica en la cual un individuo sufre resistencia a la insulina, la hormona cuya función es absorber y procesar nutrientes como la glucosa (“azúcar”) y otros como las grasas y las proteínas.

Sufrir una resistencia a esta hormona implica mayor riesgo de que estos nutrientes acaben siendo mal procesados, o acumulándose en forma de grasa fácilmente, en un ciclo sin fin. La diabetes, a su vez, asocia otros problemas como afectación cardíaca, afectación del riñón e incluso afectación de la retina; en otras palabras, sufrir diabetes puede dar lugar a ceguera, insuficiencia renal e incluso aumentar el riesgo de sufrir un infarto o un ictus, entre otras enfermedades cardio y cerebrovasculares.

Obesidad infantil y problemas cardiovasculares

Por su parte, se sabe que la obesidad está intimamente relacionada con el aumento de la tensión arterial, la cual a su vez es el principal factor de riesgo para sufrir un accidente cerebrovascular o ictus. Según un estudio publicado en Cell en 2014, esta asociación se debería al aumento de otra hormona responsable del metabolismo, la leptina, cuya secreción aumenta con el objetivo de producir la sensación de saciedad. Sin embargo, se sospecha que en la obesidad también se produce una resistencia a esta hormona (igual que sucede con la insulina), por lo que sus niveles estarían aumentados sin ser útiles para el organismo como tal.

Así mismo, un estudio publicado en The Lancet en 2014 culpó de forma directa a la obesidad como causante de hasta 500.000 cánceres al año, destacando el cáncer de mama, cáncer de colon y cáncer de endometrio en mujeres, y el cáncer de riñón y cáncer de colon en hombres.

Finalmente, otros trabajos han relacionado a la obesidad con una alteración cerebral y un mayor riesgo de sufrir ansiedad. Concretamente, un estudio publicado en el Journal of Neuroscience en 2015 habría asegurado que la obesidad altera el funcionamiento del sistema de recompensa cerebral, involucrado en la producción de sensaciones placenteras: la obesidad reduciría los receptores opioides de este sistema, lo que a su vez daría lugar a un consumo excesivo de alimentos para compensar la falta de placer en dichas comidas.

Cómo prevenir la obesidad infantil

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La prevención de la obesidad infantil es crucial, sobre todo teniendo en cuenta que hasta un 90% de los niños con obesidad grave acabarán siendo adultos obesos, según un trabajo publicado en el The New England Journal of Medicine en 2016. Aunque los niños deberían ser el primer foco de atención, dado que su consumo de resfrescos y zumos procesados es algo cotidiano, los expertos de Harvard abogan por centrarse en los adultos jóvenes (alrededor de los 20-25 años), los cuales tienen más papeletas de acabar siendo adultos obesos a los 50 años.

Inculcar unos buenos hábitos alimentarios tanto en casa como en el colegio

En el caso de los niños, estos expertos abogan por actuar sobre los productos que se venden en colegios e institutos, y saber gastar correctamente las ayudas públicas para alimentación. Incluso sugieren aumentar la carga legislativa sobre determinados alimentos (como es el caso de los productos más azucarados).

Por otro lado, de forma más reciente, otro trabajo publicado en el British Medical Journal a cargo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard se enfocó específicamente en los hábitos necesarios para reducir el riesgo de que nuestros hijos sean obesos, en otras palabras, concejos para las futuras madres.

En dicho trabajo los hábitos eran de sobra conocidos, aunque destaca el hecho de que todos juntos reducirían hasta un 75% la futura obesidad infantil de los hijos: no fumar, llevar a cabo una dieta saludable, hacer al menos 30 minutos de ejercicio al día, mantener un peso saludable (IMC entre 18.5 y 24.9) y no consumir más de 15 g de alcohol al día.

Otro consejo a tener en cuenta para reducir la obesidad infantil sería hacer partícipes a los más pequeños de las compras de la casa, o si es posible llevar a cabo campañas escolares como la que se llevó a cabo en Navarra en 2017: enseñar buenos hábitos alimentarios mediante juegos en el colegio. En dicha campaña en particular los juegos se basaban en una baraja de cartas mediante la cual los más pequeños demostraban sus conocimientos sobre alimentación (tras recibir la visita de una nutricionista que les habría enseñado previamente).

Aumentar las horas de actividad física

Para finalizar, existen otras ideas dignas de mención, como la posibilidad de aumentar las horas de Educación Física en el colegio, como sugirió hace un tiempo el profesor José Miguel del Castillo. Según del Castillo, “no aumentar las horas de esta materia va en contra de la Salud Pública”, y teniendo en cuenta todos los datos comentados, no le falta razón.

La realidad es que existen múltiples frentes en los que actuar, tanto en la obesidad infantil como en la obesidad adulta, pero por desgracia no se está invirtiendo el suficiente montante económico ni el tiempo necesario para atajar el problema de raíz: los nutricionistas en la sanidad pública y en los colegios destacan por su ausencia, los profesionales de la enfermería y la medicina carecen de los conocimientos y el tiempo necesarios para enseñar a los pacientes a comer, y las campañas publicitarias llevadas a cabo por las grandes empresas de alimentos procesados son cada vez más potentes. Ya conocemos muchos factores que podrían solucionarse, pero llegar a solucionarlos es algo más complicado.

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