A pesar de haber entrado de lleno en la época otoñal, ya alejados de las vacaciones veraniegas y las típicas dietas milagro, nunca es tarde para repasar alguna que otra de ellas. En este caso, la dieta disociada tiene aún muchos adeptos a su alrededor, y con cierto sentido (no sentido científico, dado que su evidencia es cuestionable).
Como todas las dietas milagro conocidas, la dieta disociada tiene sus variantes, aunque todas se basan en un eje común: mezclar está mal, y por esto engordamos. Según dicha dieta, el organismo humano no es capaz de mezclar diversos tipos de macronutrientes (aunque todos los alimentos contienen, en diversos porcentajes, todos estos); y por ello mezclarlos o consumirlos a determinadas horas del día puede ser perjudicial y aumentar el riesgo de obesidad.
Cómo funciona la dieta disociada
Como comentábamos, la dieta disociada asegura que el cuerpo humano tiene dificultades para procesar macronutrientes como hidratos y proteínas, a la vez. De hecho, dicha dieta ni siquiera tiene en cuenta a las grasas como grupo, sino que divide a los alimentos según su porcentaje de hidratos o proteínas:
- Alimentos ricos en glúcidos: Serían aquellos alimentos con un elevado porcentaje de hidratos de carbono (cereales, legumbres, harinas y pasta, almidones como las patatas, o la bollería en general).
- Alimentos ricos en proteínas: Serían aquellos alimentos con un elevado porcentaje de proteínas, como la carne, el pescado, el marisco, huevos y lácteos; incluso en algunas ocasiones se incluyen a los frutos secos en este grupo (aunque en estos alimentos predomine mucho más la grasa).
- Alimentos neutros: En este grupo se encontrarían las verduras y hortalizas, grasas y aceites vegetales.
Alimentos que no se pueden disociar
Como podemos observar, algunos de estos alimentos también tienen porcentajes nada desdeñables de otros macronutrientes dentro de sí mismos, como las canes menos magras (también ricas en grasa), o las legumbres (algunas de las cuales llegan a contener entre 25 y 50 g de proteínas según el tipo). Pero, según la teoría de la dieta disociada, mezclar los grupos alimentarios entre ellos no es adecuado; y, si se hace, el cuerpo “se colapsa” y lo convierte en grasa.
Si analizamos la afirmación con objetividad, se cae por su propio peso. Si así fuese, el ser humano habría sido obeso siempre, dado que siempre se han mezclado alimentos entre ellos y la obesidad como enfermedad epidémica no ha surgido hasta el último siglo (si bien había casos de obesidad anteriormente en la historia, no era una enfermedad tan extendida). Pero, por si la lógica fuera insuficiente, existen estudios como el que se publicó ya en 1979 en el Scandinavian Journal of Gastroenterology, que corroboró que el ser humano posee mecanismos capaces de digerir a la vez diversos tipos de macronutrientes, como hidratos y proteínas. Si esto no fuese posible, la quinoa, un pseudocereal que contiene hasta un 16-19% de proteínas en su estado natural, sería complicado de digerir. Y no es el caso.
Mezclas que sí se deben hacer en la dieta disociada
Por otro lado, además de “prohibir” la mezcla de grupos de alimentos, la dieta disociada también aconseja que si se usan hidratos o proteínas, siempre se acompañe de algún alimento del grupo neutro. Es decir, los platos consistirían en una mezcla de hidratos y neutros, o proteínas y neutros; pero no hidratos y proteínas. Así mismo, se sugiere no abusar de azúcares ni grasas.
Por tanto, habría platos muy saludables perfectamente plausibles tanto en una dieta disociada como en cualquier otro tipo de alimentación, como carne o pescado junto a verduras u hortalizas (alimento proteico y neutro), o bien legumbres y verduras u hortalizas (alimento glúcido y neutro).
Por qué funciona la dieta disociada
A día de hoy no hay base científica alguna que corrobore las bondades de una dieta disociada, o más concretamente, no existe evidencia de que “disociar” o “no mezclar” grupos alimentarios sirva para algo. De hecho, es bastante inútil, al menos en su base, pues no hay alimentos que posean un único macronutriente y absolutamente nada de los demás: todos los alimentos contienen mezclas de macronutrientes, pero tienen mayores porcentajes de unos u otros, aunque algunos se encuentren en formas de trazas: las carnes y pescados destacan por su elevado valor proteico, pero también contienen grasas; y las legumbres contienen un elevado porcentaje de hidratos, pero también destacan por su valor proteico vegetal.
Pero, por si el hecho de saber esto no fuese suficiente, también se han hecho algunos ensayos clínicos al respecto para comprobarlo. Uno de los más conocidos y mejor diseñado es el que se publicó el pasado año 2000 en el International Journal of Obesity: Dos grupos de participantes comieron los mismos alimentos, pero un grupo no mezcló macronutrientes (dieta disociada) y el otro sí. Según sus resultados, no hubo ventajas en uno u otro grupo.
Aún así, ¿funciona la dieta disociada? En concepto, no, pero de forma secundaría sí. Es decir, la base de la dieta de separar macronutrientes es totalmente inútil para adelgazar, pero existen otras explicaciones: como casi cualquier dieta milagro, en la dieta disociada existe un déficit calórico y una serie de consejos como disminuir el consumo de azúcares y grasas, los cuales colaborarán en la pérdida de peso finalmente. Por otro lado, el simple hecho de intentar no mezclar nutrientes produce una mayor consciencia del acto de consumir alimentos, lo que a su vez producirá que se intente comer mejor y haya mayor autocontrol.
Pero, por otro lado, el mismo método de no mezclar macronutrientes a medio y largo plazo puede producir “aburrimiento” en la dieta, lo que a su vez hará disminuir la palatabilidad y el consumo alimentario. De hecho, este concepto también se comprobó en un estudio publicado en 1976 en el Journal of Physiology & Behavior: a menor palatabilidad, menor ingesta.
Dieta disociada: Pros y contras
Como podemos observar, la dieta disociada se basa en las mismas premisas que el resto de dietas milagro: basar su hipótesis principal en un concepto erróneo o incluso inútil, pero provocar la pérdida de peso mediante otros factores “secundarios”, como la restricción calórica y la disminución de la ingesta de azúcares y/o grasas, a la vez que se reduce la ingesta generalizada de alimentos mediante otros métodos (como la falta de palatabilidad por aburrimiento, en este caso).
Sin embargo, la dieta disociada no es peligrosa, dado que no elimina grupos de nutrientes, ni tampoco sugiere restringir la ingesta de alimentos de forma extrema. De hecho, en cierta forma apuesta por el equilibrio en la ingesta alimentaria, aunque basándose en conceptos básicos erróneos. Aunque, eso sí, si se reducen las combinaciones al extremo sí es posible sufrir carencias nutricionales, como ya sugirió un estudio español publicado en Actividad Dietética en 2008.
Para finalizar, la dieta disociada no tiene en cuenta particularidades de cada individuo: es la misma forma de alimentarse para cualquiera, sin tener en cuenta posibles enfermedades metabólicas, nivel de actividad física o toma de algunos tipos de medicación; no se tiene en cuenta si lo que se busca es perder peso total o perder grasa en particular, simplemente es generalista y sin más. Por tanto, no es un tipo de alimentación recomentable, y no muestra ventajas significativas a la hora de perder peso.