La avena es un cereal que puede considerarse un gran aliado de la vida saludable, al menos, hacia esa dirección apuntan los cada vez más numerosos estudios científicos que se publican en torno a ella.

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Por lo que se sabe hasta ahora, la avena es energía de la buena. Aporta proteínas, grasas vegetales no saturadas, hidratos de carbono de fácil absorción, fibra, minerales y vitaminas del grupo B.

Entre sus carbohidratos destaca el betaglucano, un tipo de fibra soluble que puede proporcionar grandes beneficios a nuestra salud. Quizá la más importante de todas estas bondades del betaglucano sea su capacidad para controlar el azúcar en sangre.

Para que se entienda mejor, el betaglucano, al ser una fibra soluble, cuando se mezcla con agua crea una especie de gel que 'llena' el estómago, lo que produce sensación de saciedad, esta sería la primera ventaja.

Este mismo gel hace que el paso del contenido del estómago hacia el intestino delgado sea más lento y eso es clave para que no se produzcan picos de glucosa y, por lo tanto, el páncreas no tenga que estresarse generando insulina para poder introducir esta glucosa en las células, esta es la segunda ventaja, la gran ventaja.

Una vez en el intestino, puede captar ácidos grasos de la bilis (colesterol) y mandarlos al intestino grueso para que sean eliminados en vez de que estos sean reabsorbidos, tercera ventaja que tampoco está nada mal.

Cómo consumir la avena

Las formas más habituales de encontrar avena en el mercado son: copos de avena integral, que se deben cocinar para su consumo; copos de avena suaves o avena instantánea, que basta con hidratarlos; bebidas de avena, que se pueden encontrar de varios tipos con ingredientes más o menos saludables; crema de avena, que es algo así como una bebida enriquecida con una grasa que se puede usar para preparar salsas y repostería y harinas. Se puede hacer harina de avena fácilmente triturando los copos con un robot de cocina potente o con un molinillo de café.

La forma más habitual de consumir los copos de avena es hidratándolos en leche o bebida vegetal y, si es necesario, cocinándolos hasta que estén cremosos y suaves. Es lo que los anglosajones llaman porridge, aunque en España siempre se han conocido como gachas. Estas gachas suelen endulzarse y acompañarse de ingredientes dulces como frutas o especias como la canela.

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Pero la avena, al igual que otros cereales como el trigo, el arroz o la cebada, también puede consumirse en recetas saladas, en la dieta vegana es habitual su uso como sustituto de la carne en albóndigas y hamburguesas, pero también puede utilizarse en sopas o para dar textura a cremas de verduras o salsas.

Cómo hacer la sopa de pollo y avena

Se trata de una receta sencillísima que tendremos lista en apenas media hora, perfecta como entrante o para una cena reconfortante.

Paso 1

Salpimentamos los filetes de pollo. Ponemos a calentar dos cucharadas de aceite en una olla y cocinamos los filetes hasta que se doren por ambos lados. Los retiramos y los reservamos.

Paso 2

En la misma olla y en ese mismo aceite, cocinamos la cebolla y el puerro muy finamente picados. 

Paso 3

Cuando estén pochados, añadimos el caldo de pollo, esperamos a que rompa a hervir y añadimos los copos de avena, rectificamos el punto de sal, tapamos la olla y dejamos cocer todo junto a fuego medio-bajo durante 5 minutos.

Paso 4

Mientras se cuece la avena, cortamos el pollo en dados pequeños.

Paso 5

Cuando la avena esté cocida, trituramos la sopa con ayuda de una batidora de brazo y añadimos los trocitos de pollo que tenemos reservados. Cocinamos durante un minuto más para que el pollo recupere la temperatura.

Paso 6

Servimos inmediatamente para consumir la sopa caliente. Si se desea, podemos adornar los platos con un poco de cebollino fresco picado