El poeta lord Byron dijo de ella que era la «perla del Adriático» y no se equivocaba. Dubrovnik, en Croacia, puede jactarse de ser una de las ciudades amuralladas más bellas de todo el Mediterráneo.
De perfil medieval, la antigua Ragusa romana, ha ido evolucionando con el paso de los años, hasta convertirse en una ciudad repleta de palacetes, iglesias y fortificaciones, que la llevaron a ser declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Por sus calles y sus murallas han desfilado cientos de turistas e incluso artistas de lo más conocido.
¿Sabías que fue aquí donde se rodaron las escenas del famoso King's Landing (Desembarco del Rey) en Juego de Tronos? Desde la célebre escena del paseo de la vergüenza de Cersei, hasta la que Daenerys, implacable, destroza y quema la ciudad con ayuda de sus dragones.
Sea como fuere, Dubrovnik tiene historia para rato. La cultura y los testigos de otra época están presentes en sus calles, pero además, se trata de un paraíso gastronómico, una región rica en materias primas de excelente calidad y toda una joya por descubrir.
Comer y cenar en el casco histórico
Después de patear el casco histórico y recorrer sus murallas, vale la pena pasar un rato descubriendo los mejores restaurantes de Dubrovnik. En la mayoría y por su cercanía al mar, están especializados en pescados y mariscos, pero hay mucho más.
Junto al puerto antiguo y como si fuera una enorme ventana al mar, se encuentra Gradska Kavana Arsenal, un clásico del buen comer en la ciudad. Abierto desde hace muchos años, los lugareños lo recuerdan como un lugar especial, que sigue manteniendo ese halo con su reciente reforma.
¿Sus platos estrella? Un refrescante ensalada de pulpo, el guiso de pescado con polenta y unos mejillones al estilo dálmata con salsa Buzara, que se prepara con aceite de oliva, vino, ajo, hierbas frescas (generalmente perejil) y pan rallado.
Otras buenas opciones para tomar pescado fresco y platos mediterráneos son Moby Dick o Proto, una coqueta terraza abierta desde 1886, donde además de pescados, utilizan verduras orgánicas cultivados en los jardines de Župa Dubrovačka, en Konavle y en las islas cercanas.
El punto más gastronómico lo ponen dos espacios que cuentan con vistas privilegiadas. El primero de ellos es Stara Loza, con un salón con vistas y una terraza en las alturas en el hotel Prijeko Palace, un palacio restaurado del siglo XV. En sus platos, combinan las tradiciones croatas, con toques italianos e incluso asiáticos.
El segundo, es el único estrella Michelin de la ciudad, 360 Restaurant. Este está sobre las propias murallas en un espacio bucólico. Capitaneado por el natural de la ciudad, el chef Marijo Curić, se inspira en los sabores tradicionales croatas y mediterráneos y las técnicas de la cocina francesa clásica.
Disponen de carta y dos menús degustación, uno de ellos que funciona a modo de retrospectiva, con platos icónicos del restaurante como el pulpo con hinojo y raviolis de lima. El otro es un menú del año, en el que han incluido creaciones como un tartar de vieiras con crema de colirrábano o el cuello de cerdo cocinado a baja temperatura con texturas de berenjena.
Si te gustan las hamburguesas y buscas algo más informal, pásate por Republic Fast Food. Utilizan carne del país, además de pescados y hasta pulpo, perfectas para tomar con una de las craft beer locales, la Republika.
¿Un momento dulce? Acude a Gianni, un paraíso para los amantes de los postres. Su pastelero, después de haber trabajado en el estrella Michelin 360º, hizo realidad su sueño de montar un espacio dulce.
Allí encontrarás desde típicos pasteles croatas hasta especialidades francesas, desde tartaletas de fresa, hasta un delicioso París-Brest, además de helados caseros.
Un criadero de ostras y un paradisiaco restaurante en cabañas sobre el mar
Fuera del casco histórico, existen muchos más tesoros esperando a ser descubiertos. Uno de ellos es navegar por las islas aledañas a Dubrovnik, ya sea en la vecina Lokrum, que se puebla con un extenso bosque y una abadía benedictina o por el archipiélago de las Elaphiti, compuesto por 13 islas y solo tres de ellas habitadas, Sipan, Lopud y Kolocep. Tras un baño en aguas cristalinas, el plan es seguir hasta dos bucólicos espacios donde la gastronomía es la reina.
¿Sabías que en la localidad de Mali Ston en la península de Pelješac se crían ostras únicas en el mundo? Al ser un lugar con apenas unos cuatrocientos habitantes, la calidad de las aguas en esta costa del Adriático, propicia que aquí se den unos ejemplares fantásticos del molusco. Desde época de los romanos, aquí se cultivan las conocidas como ostras edulis, planas y con un sabor muy elegante y delicado.
¿Qué te parece el plan de acercarte al criadero y saber más de su historia? Desde el pequeño pueblo de Ston, concretamente desde el restaurante Bota Sare, parten barcos que nos acercan a la plataforma sobre el mar, en la que se disponen, tanto los criaderos de ostras como las bateas de mejillones, otro de los tesoros de esta área. ¿El plan? Degustarlos recién cosechados, con una copa de vino blanco o grappa croata.
¿Siguiente parada? Un lugar tan idílico que hasta ha conquistado a los Beckham en sus recientes vacaciones por Croacia. Hablamos de BOWA, acrónimo de 'best of what's around' (lo mejor que hay alrededor). Este lugar es tan perfecto que no parece real y no creerás lo que ven tus ojos.
En una pequeña cala de la isla de Sipan, se encuentra este espacio, un restaurante que se asienta sobre la propia roca, en lo que fuera un antiguo muelle de barcos del siglo XVIII, con cabañas construidas con madera de árboles locales como higueras, pino o haya.
Es el sueño de tres amigos, amantes de la gastronomía, los productos de la tierra y la hospitalidad, que crearon aquí un verdadero paraíso en la tierra. A BOWA se puede llegar en barco, ya que disponen de servicio de transfer o pasando el día en uno de sus lujosas barcas, con bebida y baños en el mar incluidos.
Una vez allí, puedes darte un baño en las aguas cristalinas de su calita y relajarte en las tumbonas que tienen a pie de playa, para después disfrutar de gastronomía mediterránea elaborada con la mejor materia prima. No faltan las ostras de la vecina Ston, delicias croatas como el soparnik, una especie de pastel relleno de queso feta y espinacas, pescados del día y una selección de verduras y frutas de su propio huerto.
Konavle la región vinícola conocida como la Toscana croata
A apenas unos 30 minutos en coche desde Dubrovnik, se encuentra la región vinícola de Konavle. Muchos la comparan con la Toscana italiana por sus paisajes. Aquí hay numerosas familias que se dedican al vino, pero todos los hacen en pequeñas bodegas donde principalmente se trabaja la uva malvasía, la reina de la zona.
Además de recorrerla en bicicleta o a caballo, merece la pena adentrarse más en las tradiciones croatas, vivas en las bodegas y casas de muchas de estas familias. Por ejemplo, puedes visitar el agroturismo Kameni Dvori, regentado por la familia Mujo.
También podrás aprender a preparar uno de los platos típicos de la región, la menestra verde de Konavle, elaborada con varios tipos de carne seca, repollo verde y blanco, patatas y berza o los Šporki makaruli, un plato de pasta delicioso que se acompaña con salsa de carne.
Adriatic Luxury: Hoteles gastronómicos de lujo
Todo esto puedes organizarlo por tu cuenta o dejarlo en manos de tu hotel. Si existen unos alojamientos que merezca la pena descubrir en la ciudad, esos son algunos de los firma el grupo Adriatic Luxury Hotels. Especializados en el lujo, cuentan con varias propiedades en la ciudad, espacios donde se unen la historia de la perla adriática, con el diseño y la hospitalidad croata.
El buque insignia del grupo es un hotel icónico, el Excelsior. Ubicado a tan solo unos pasos del casco histórico y con vistas al mismo, es el perfecto lugar para el descanso en tu visita a la ciudad. Y razones no le faltan para ser todo un portento que ha conquistado a celebridades de todas partes del globo. Entre sus muros se han alojado desde Elizabeth Taylor y Richard Burton, hasta más recientemente, el elenco de Juego de Tronos.
Sus espaciosas y lujosas habitaciones, pueden presumir de tener unas vistas privilegiadas sobre el mar. Ya sea desde su zona histórica o desde la que se añadió con la reforma de 2017, el hecho de despertar y ver las aguas azules del mar, tiene ya en nosotros un efecto sanador. Además, el hotel regenta Villa Agave, una villa privada con tres habitaciones, para los huéspedes que buscan mayor intimidad.
Más allá de sus bondades en clave de alojamiento, el hotel cuenta con una zona de hamacas junto al mar y una piscina natural construida en roca, que es ya todo un icono en Dubrovnik. ¿Otro plus? Su apuesta por la gastronomía. Para ello presenta varios espacios dedicados al deleite de sus huéspedes. A pie de mar está Prora, a cargo del chef Peter Obad, donde apuestan por una carta de especialidades locales y platos mediterráneos, como langosta con papardelle caseros y tomates cherry.
Para tomar un cóctel antes de la cena, ve a Abakus Piano Bar, para continuar con una cena en Sensus, su gastronómico, que también cuenta con una terraza desde la que divisar como el día se apaga en el casco histórico. Allí han apostado por cocina creativa, con raíces mediterráneas y dálmatas, para crear platos como un fantástico rape con judías verdes, mermelada de tomate, alioli de cítricos y una vinagreta con zanahorias, anís y jengibre.
Su sous chef es italiano y vale la pena probar algunos platos de pasta como unos caramelle rellenos de hígado y ricotta, con salsa de frambuesa y polvo de cebolla. De postre, puedes probar la mantala, un postre de frutas tradicional de Dubrovnik con cáscara de naranja dulce, ganache de chocolate negro, caramelo y sal.
Si Excelsior es un sueño, no le queda a la zaga Bellevue, otro de los hoteles del grupo, que además es uno de los pocos con acceso directo a la playa y zona de tumbonas. Allí no te puedes perder Vapor, su renovado restaurante de cocina tradicional actualizada, utilizando hierbas e ingredientes locales.
La comanda perfecta empezaría con unas vieiras (St. Jaques) gratinadas, sobre una pasta de lentejas con miso y continuaría con su San Pedro con un arroz canaroli meloso de espinacas.