Sobre la cantidad de frutas, verduras y hortalizas que deben consumirse a diario, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que comer al menos 400 g (cinco porciones) de frutas y verduras al día reduce el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles y ayuda a garantizar la ingesta recomendada de fibra dietética. Partiendo de esta recomendación es fácil concluir que este tipo de alimentos han de estar siempre presentes en la cesta de la compra si queremos llevar una alimentación saludable.
La forma más sencilla y económica de incluir alimentos de estos grupos en nuestra dieta es consumir frutas y verduras frescas como las que se cultivan en los invernaderos solares del sur de Europa. Los cultivos bajo plástico que se localizan en las provincias de Almería y Granada produjeron en la pasada campaña 4,5 millones de toneladas de frutas y hortalizas frescas, de las que un 75% tuvieron como destino los principales mercados de la Unión Europea. Esta importante producción permite que unos 500 millones de personas lo tengan muy fácil a la hora de adquirir las mejores hortalizas.
Una de las grandes ventajas de este tipo de cultivos es que permite una producción continua en el tiempo gracias a la combinación de dos elementos: el sol, presente en esta zona durante más de 3.000 horas al año; y el uso de las estructuras plásticas que protegen a los cultivos de las inclemencias meteorológicas y de las posibles plagas que les puedan afectar. Esto es importante porque nos da la opción a disfrutar de hortalizas frescas, de calidad y con todo el sabor durante la mayoría de los meses del año, incluso durante los más fríos.
Hortalizas de invernadero, producir con mimo para ofrecer lo mejor
En Cocinillas hemos hablado con David Baños, responsable de comunicación de APROA que nos ha explicado con detalle cómo es todo el proceso de producción en los invernaderos solares de Almería y Granada.
Todo comienza con la elección de la variedad a plantar cada campaña.
Las empresas que producen las variedades (casas de semillas) son fundamentalmente grandes multinacionales que tienen centros de investigación dedicados a a la evaluación y desarrollo de nuevas variedades en la zona. En los campos de ensayo de estos centros, año tras año, se van seleccionando aquellas líneas vegetales con mejores características en cuanto a resistencia a enfermedades, sabor y otras cualidades que son necesarias para satisfacer las exigencias del mercado. El proceso de obtención de una nueva variedad puede durar entre 7 y 8 años y es a partir de este momento cuando las más exitosas se convierten en variedades comerciales.
Una vez elegida las variedades a plantar, se llevan sus semillas a los semilleros y allí, en cámaras de germinación, con condiciones controladas de iluminación, humedad y temperatura, se germinan. Una vez germinadas, cuando aparecen las primeras hojas y raíces, las jóvenes plántulas se van adaptando o “endureciendo”, durante un mes, para aclimatarlas a las condiciones que encontrarán en los invernaderos de cultivo.
El paso siguiente es trasplantar las plántulas al invernadero de cultivo. Estas se transportan en bandejas con un pequeño cepellón de tierra que protege sus raíces y facilita la colocación en su ubicación definitiva dentro del invernadero donde continuará con su desarrollo.
¿Por qué las hortalizas de invernaderos solares son la mejor elección?
El desarrollo de los cultivos en invernaderos solares destaca, fundamentalmente, por dos aspectos.
Por un lado, los invernaderos solares del sur de Europa son líderes en el mundo en el uso del control biológico para mantener en niveles inocuos las plagas que amenazan a los cultivos. Esta técnica, altamente respetuosa con el medioambiente, se basa en la suelta de insectos beneficiosos que controlan las poblaciones de plagas bajo mínimos. Además, se fomenta la biodiversidad potenciando la plantación de diversas especies autóctonas de la zona alrededor de los cultivos, sirviendo éstas como “barrera” para los insectos plaga y como “huésped” para los insectos beneficiosos. Con el control biológico los cultivos crecen vigorosos, los frutos son más sabrosos, el entorno de trabajo es muy saludable para el hombre y contribuye a un medio ambiente más sostenible.
En la actualidad, el 80 % de la superficie cultivable de los invernaderos solares utiliza el control biológico, lo que convierte a esta zona en la mayor área de cultivos del mundo que emplea esta técnica respetuosa con el medioambiente y con la salud de los trabajadores y consumidores.
Por otro lado, el consumo racional del agua, a través de técnicas de riego de precisión que permiten aprovechar y optimizar cada gota de agua, un recurso cada vez más escaso y prioritario.
Hortalizas de la planta a la mesa en 24 horas
Las hortalizas de los invernaderos solares se recolectan en el momento óptimo de maduración y en apenas 24 horas ya pueden ser adquiridas por el consumidor en España o entre 48-72 horas en cualquier país de Europa. En este período de tiempo, el producto es clasificado y envasado en los almacenes y, posteriormente, transportado a su destino. De esta manera, el cliente final lo adquiere cuando está en el momento óptimo para ser consumido.
Una vez en el mercado, podemos encontrarnos las hortalizas en una amplia variedad de presentaciones, desde formatos a granel a otros más convenientes adaptados para consumo familiar o individual. Encontrar un formato u otro depende de la política comercial de cada establecimiento minorista. En cualquier caso, lo que sí podremos comprobar fácilmente, a través de la información en la etiqueta, es su origen.
Comprar hortalizas procedentes de los invernaderos solares de Europa nos ofrece, además, unas garantías de seguridad alimentaria que no tendríamos con hortalizas producidas en países terceros, como por ejemplo, los del norte de África o Turquía. Aparte de cumplir con la normativa europea, las frutas y verduras producidas en los invernaderos solares españoles cumplen también con los requerimientos de los principales supermercados europeos, que son aún más estrictos. El cumplimiento de todas estas normas se certifica a través de diversas auditorías y sellos de calidad, unas certificaciones se han convertido en la seña de identidad de los productos hortofrutícolas almerienses, que gozan de un sabor, una calidad y una seguridad sin parangón.