Con el comienzo del siglo, en el año 2000, en el mundo vinícola español en general y en la Ribera de Duero en particular, se ataban los perros con longaniza. Enriquecidos promotores inmobiliarios, empresarios de éxito, figuras del cine, del futbol, estaban interesados en montar bodegas, sacar sus propios vinos, presumir con sus amigos.
Fue la época dorada. Ya en los 90, el sector del vino ocupaba el tercer puesto en cuanto a dinamismo dentro de la economía española global. Se pasó de unas bodegas modestas, aparte de las grandes firmas riojanas, a grandes instalaciones. Aparecieron arquitectos famosos como Frank Ghery, Norman Foster, Philippe Mazieres, Santiago Calatrava, Rafael Moneo… construyendo bodegas, auténticas obras de arte. Las tonelerías, los productores de depósitos de acero inoxidable, de servicios para la elaboración, se cansaron de ganar dinero; y surgió, tremendamente preparados, una nueva profesión de éxito: la de los enólogos.
En todas partes surgieron vinos de calidad y zonas nuevas. Las grandes firmas y bodegas de Somontano; el progreso de zonas hasta entonces modestas como Toro, que pasó de tres bodegas y dos cooperativas a tener más de 40; o Jumilla, que saltó de los graneles a toda una generación de vinos embotellados de altísima calidad, por poner algunos ejemplos.
No había una zona en España donde no se hicieran buenos vinos; pero fue Ribera la que se llevó la palma en cuanto a inversiones. La burbuja se pinchó un poco después que la inmobiliaria y la crisis de aquellos años posteriores al 2008, puso las cosas en su sitio. A muchos de los alegres inversores les salió la cosa mal; pero en compensación la calidad y el avance del vino español habían llegado para quedarse, y nunca en la historia de este país se han hecho y consumido vinos de tan alto nivel y calidad.
La historia de Cepa 21
El ejemplo le viene al pelo a la bodega Cepa 21, pero al revés, y con la diferencia de que no eran constructores o gente distinta del mundo del vino la que formaron la firma, sino una bodega de éxito que sabía hacer las cosas bien. Se trata de Emilio Moro. La bodega está en plena expansión y deciden invertir en montar otra nueva, también muy potente y ubicada muy cerca de la casa madre. En el año 2000 se compra en Castrillo de Duero, 50 hectáreas de viñedo plantados mirando al norte.
La primera añada se hace en Emilio Moro y sale muy bien. Los viñedos están plantados con el clon de tempranillo original de la zona, la que llamaban antiguamente tinta aragonesa. Y la diferencia es importante, ya que un buen porcentaje de viñedos nuevos que se están plantando lo hacen con clones de viveros, generalmente procedentes de Navarra, y el resultado no es el mismo.
En 2007 construyen la bodega para elaborar allí, a pie de viñedo. Una bodega tecnológica, muy bonita, donde no se ha reparado en gastos, y que incluye un restaurante de lujo para fomentar el enoturismo. Todo va bien hasta la crisis. La marca está a medio consolidar, la inversión ha sido tremenda; pero aguantan, porque son bodegueros profesionales y porque la casa madre sigue teniendo mucha fuerza.
Ahora ha pasado el tiempo, y la pandemia, y José Moro, exclusivamente al frente de Cepa 21, busca que la firma, que ya ha encontrado su sitio, se consolide como una de las más potentes de toda Ribera de Duero. Y no lo tendrá difícil porque cuenta con unos vinos realmente extraordinarios. Elaboran 750.000 botellas y tienen la marca Hito con tintos y rosados jóvenes, más que dignos; pero la potencia está en sus tres vinos tintos de alto nivel: Cepa 21, Malabrigo y Horcajo. Los tres con tempranillo cien por cien y 18 meses en barrica, pero procedentes de diferentes parcelas.
Cepa 21 es un vino serio, fino, muy expresivo en nariz y muy intenso, las notas frutales se unen a las minerales en nariz. La boca de muy buen paso, redonda, equilibrada, con excelente acidez, tan sabroso como fresco y aterciopelado. P.V.P.: 18 euros.
Malabrigo es elegante, amplio, con muchos registros en nariz donde domina la fruta negra madura, las moras, la pimienta. En boca potente, fuerte, con mucha estructura y casta Ribera, pero muy vivo, con nervio. P.V.P.: 37 euros.
Horcajo procede de una pequeña finca, y tiene poca producción, pero a la vez una demostración de fuerza de lo que es un vino grande. Es mejor decantarlo o dejarlo abierto un poco para que se pueda disfrutar en la nariz de su finura, elegancia, muy maduro, pero también directo, serio. En boca tiene cuerpo, es envolvente, muy sabroso y muy largo. P.V.P.: 75 euros.
Felicitaciones a José Moro, su objetivo de consolidar Cepa 21 va por un excelente camino.