Cuando se piensa en un viaje a Bélgica, todas las quinielas van hacia las favoritas. De Bruselas, la capital a las coquetas Gante o Brujas. Pero hay más ciudades que merecen la pena y hay una en especial, que ha vivido a la sombra de las anteriores, Amberes. Es una de las ciudades más 'desconocidas' del país, pero también una de las que más atracciones posee.
En apenas una media hora en tren desde Bruselas, llegarás a la que está considerada como una de las estaciones más bonitas del mundo. Su Grote Markt, la plaza principal, tampoco tiene desperdicio y compite con la de las anteriores. Incluso fue la ciudad donde murió el genio Rubens y se puede visitar su casa museo. Este 2024, se cumplirán 75 años del fallecimiento del pintor James Ensor y en septiembre, la ciudad dedicará nada menos que cuatro exposiciones al genio vanguardista.
Botanic Sanctuary Antwerp, un antiguo monasterio reconvertido
Así que razones no nos faltan para hacerle un hueco la próxima vez que visitemos Flandes. Esas y muchas más, como la gastronómica. ¿Un hotel con cinco estrellas Michelin? Es el destino en Amberes, porque dentro de sus muros, atesora nada menos que cinco restaurantes, uno de ellos con dos estrellas y otros dos con una cada uno.
Y es que a punto de cumplir su segundo año de vida -abrió durante el verano de 2022- existe un hotel en Amberes que ya se considera como uno de los mejores globo. Se llama Botanic Sanctuary y ocupa lo que fuera una zona importante del patrimonio de la ciudad belga, un complejo donde había un monasterio medieval adyacente a los jardines botánicos de la ciudad.
Pero antes, un poco de historia para saber porqué es tan importante. Para ello, tenemos que remontarnos a 800 años atrás en el tiempo. Allá por 1238, una orden monacal se estableció en esta zona para levantar un monasterio y el hospital de Santa Isabel para enfermos y gente sin recursos. Pasaron los años y pudieron ir añadiendo una capilla, que todavía hoy se conserva como parte del hotel y una enfermería.
En el siglo XVI, el boticario Peter van Coudenberghe, hizo de los alrededores un jardín medicinal, para poder producir medicamentos en su farmacia. Eran tiempos de bonanza para Amberes, con su puerto funcionando a pleno rendimiento con el comercio de diamantes, seda y productos lujosos que llegaban de África y la India.
A lo largo de los años, fueron muchos los que siguieron cuidando de este lugar único y sus jardines. Incluso ya en la década de 1990, los pisos del monasterio en mal estado, fueron reconvertidos en habitaciones de hotel. Todo para mantenerlo vivo hasta que en 2017 empezaron las labores de acondicionamiento y gracias a una importante labor de conservación de un legado histórico, cinco años más tarde, volvía a la ciudad convertido en un hotel de lujo que iba a cambiar el devenir hotelero de Amberes.
Y lo más curioso de todo, es que no había un gran grupo hotelero detrás del proyecto, sino un matrimonio de filántropos dedicados a la promoción inmobiliaria, que había echado el ojo al monasterio desde hacía tiempo y lo convirtieron en el gran proyecto de su vida. Hoy es un refugio dentro de la ciudad, uno que hace pensar al huésped que se encuentra en mitad de la naturaleza y no es una urbe, rodeado de vegetación, con un spa de última generación y una propuesta gastronómica que lo convierte en destino en sí mismo.
Cuando la gastronomía es la punta de lanza
¿Un hotel con cinco restaurantes dentro y un desayuno a la altura? También lo es Botanic Sanctuary. La gastronomía se ha convertido en punta de lanza del proyecto y no han sido pocos los chefs que han abierto aquí sus restaurantes, que ya en la primera edición de la Michelin dentro del año que abrió el hotel, recibieron sus galardones.
Empezando por Fine Fleur, de los belgas Jacob Jan Boerma y Thomas Diepersloot, con su cocina refinada con toques del mundo, especialmente asiáticos, españoles e incluso estadounidenses, que obtuvo su primera estrella en tiempo récord.
Lo mismo sucedió con Het Gebaar, de Roger van Damme ubicado en una casita de cuento en el jardín, que abre para los almuerzos y sirve platos icónicos como su gambero rosso con yuzu y jalapeño o el tartar de ternera servido con una bola de helado de foie. Pero lo realmente importante para van Damme es la cocina dulce, porque su restaurante además de dar comidas, está especializado en postres e incluso meriendas.
Cada creación es un alarde de maestría, como su soberbia pavlova con namelaka de vainilla, compota de frutos rojos, un praliné de macadamia, helado de cheesecake, yogur de gluhwein y kombucha de lichi. O también su mille feuille, un hojaldre delicado cubierto de crema de pistacho, compota de mango y shiso, que acompaña con coulis de almendras y frutas exótica. Alta cocina dulce, pero también tiene la posibilidad de merendar allí unos pancakes con su sello por tan solo 12,50 euros.
Hertog Jan, dos estrellas Michelin comandado por uno de los mejores chefs belgas
La joya de la corona es el dos estrellas Michelin Hertog Jan. El dúo formado por Gert de Mangeleer y Joachim Boudens, dejó su restaurante en el medio rural, para mudarse al hotel. En menos de siete meses abiertos, ya se coronaron con dos estrellas Michelin. Y es que la cocina de este virtuoso, que ya ostentó el podio de las tres estrellas, habrá menguado en espacio, pero no en calidad y técnica.
Su cocina es excepcional, difícil de catalogar, porque en momentos trabaja con la tradición belga y en otros, apuesta por elaboraciones típicas de la cocina japonesa. Es por ello por lo que su menú es omakase, un compendio de platos que toman como base los productos de temporada y pasan por el prisma de De Mangeleer.
Bocados como la explosión de caviar que une el propio caviar beluga con huevas de salmón, de bacalao y perlas de limón, reinterpretaciones como el toro no toro, un tartar que simula ser atún rojo y se prepara con hamachi, grasa de res y yuzu kosho, son solo algunos de los platos con los que conquista el chef.
Trabaja con productos estacionales, como los brotes de lúpulo, con una temporada muy corta, muy difíciles de conseguir y considerados como la verdura más cara del mundo, pero también con espárragos de Sijsele o con un rodaballo que preparan a la plancha y terminan en sala con binchotan. Incluso dedica un pase del menú al pan y hay alguna sorpresa que sigue en otro espacio que no desvelaremos, porque es mejor descubrir por uno mismo.
¿Sus postres? 'Sweet memories' o su forma de recordar su infancia con un gofre, tan belga como él mismo, una receta perfeccionada a lo largo de las generaciones, tomando como base la misma que preparaba su abuela. Los sirven con crema chiboust de flor de naranja y arándanos.
Firman también otro espacio informal tipo brasserie dentro del hotel, Bar Bulot, especializado en platos franceses y belgas. Botanic Sanctuary cierra el círculo gastronómico con Henry's Bar & Bistrot y un desayuno y brunch dominical, que además de tener un buffet con numerosos bocados de productores locales, cuenta también con platos a la carta firmados por su impresionante plantel de chefs con estrella.
Y la unión de patrimonio y lujo lo completan todo
Como veíamos, devolver a la vida un antiguo monasterio del siglo XIII fue toda una hazaña. Pero salieron más que airosos, porque consiguieron mantener vivo el patrimonio y dotarlo de un lujo relajado, sin opulencias, pero al que no le falta detalle.
Hoy son 108 las habitaciones que tiene el Botanic Sanctuary, diferentes entre ellas, pero con similitudes, como el uso de materiales naturales -madera, lanas, hierro forjado- para convertirse en un refugio de tranquilidad. La antigua capilla y la nave del hospital, hoy son el lugar perfecto para acoger eventos e incluso celebrar bodas.
Completan la oferta con un impresionante spa, que combina programas integrales de bienestar con un gimnasio, una impresionante piscina bajo un invernadero de cristal, sauna finlandesa y una serie de programas y tratamientos enfocados a mejorar cuerpo y alma. Muy en consonancia con el anterior uso del edificio y su jardín, trabajan con remedios a base de plantas y hierbas y un enfoque del cuerpo y su salud tanto desde la medicina tradicional, como con la china con terapias como la acupuntura o la kinesiología.